Medio Ambiente

Esponjas marinas: el cambio climático en Venezuela puede leerse a través de ellas

Además de la temperatura, el viento, la precipitación y la insolación, existen bioindicadores que también permiten diagnosticar al cambio climático desde un enfoque ecosistémico: las esponjas marinas son uno de ellos y en Venezuela pueden ayudar a entender los ribetes de la crisis climática actual

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Venezuela es un territorio con una extensa superficie marítima habitada por especies vivas que aún hoy han sido poco estudiadas por la biología y la oceanografía. Las esponjas marinas se extienden a lo largo y ancho del planeta en cualquier mapa de escala global que represente su ubicación espacial. En las aguas venezolanas están presentes, no solo en la masa marina caribeña, sino también en algunos cuerpos de agua dulce. Su presencia contribuye con el carácter megadiverso de Venezuela y ofrece un servicio ambiental que solo ciertas especies facilitan: es un indicador biológico para medir el cambio climático.

Aunque en el territorio venezolano hay presencia confirmada de 118 especies de esponjas marinas, se estima que el número real sea mayor, pues en el mar Caribe se registra la existencia de más de 250 especies y Venezuela es el país que cuenta con mayor extensión marítima caribeña.

De esas 118 especies con presencia en el país, 17 son esponjas de agua dulce que habitan en ríos y espejos de agua. Aun así, el estudio de las esponjas acuáticas en Venezuela tiene todavía mucha tela que cortar, pues su hábitat abarca desde los bordes costeros y arrecifes coralinos poco profundos hasta las honduras del fondo abisal.

Que el –aún incipiente– estudio científico de las esponjas marinas en Venezuela sea una de las herramientas más oportunas que existen para diagnosticar con precisión algunos factores que determinan un asunto tan complejo como el cambio climático se debe a algunas particularidades fisiológicas (de funcionamiento) y morfológicas (de fisionomía) que poseen estas especies, clasificadas taxonómicamente dentro del filo Porifera.

Distribución nacional

El universo conocido de las esponjas marinas que habitan en los ecosistemas venezolanos está definido por el carácter tropical al que está sujeto el territorio nacional. Desde el punto de vista biogeográfico, las regiones que se ubican dentro de los trópicos poseen estándares de biodiversidad mayores que las regiones situadas en otras latitudes, y esa es una de las razones por las que Venezuela se considera un país megadiverso.

En un trabajo auspiciado por Fundación Polar, la bióloga y experta en el área Sheila Marques Pauls ofrece una suerte de inventario curado a partir de una revisión de las investigaciones elaboradas en la historia reciente.

Para Marques Pauls “los trabajos realizados en Venezuela con la fauna de esponjas marinas son escasos, esporádicos y muy localizados geográficamente”. El trabajo de la bióloga bosqueja la presencia de esponjas en una cobertura que incluye localizaciones como La Guaira, Puerto Cabello y la isla de Margarita; las dependencias federales de La Blanquilla, Los Hermanos y Los Roques; los cayos y bahías de Morrocoy y Mochima; y los humedales de la ciénaga de Ocumare de la Costa, en el Parque Nacional Henri Pittier.

Del mismo modo, de las esponjas dulceacuícolas identificadas hay presencia en los ríos Apure, Cojedes, Capanaparo, Caroní, Portuguesa, Mapire, Unare, Tuy, el Orinoco y su brazo Casiquiare, así como en los lagos de Maracaibo y Valencia.

Otros trabajos realizados en centros de investigación como el Instituto de Oceanografía de la Universidad de Oriente, el Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Universidad Central de Venezuela o el Museo de Biología de la Universidad de Carabobo han reportado la presencia de esponjas acuáticas en áreas como la isla de Cubagua, el Parque Nacional San Esteban, Boca de Aroa y la cuenca del río Yaracuy, el golfo de Cariaco y la península de Araya.

Medidores del cambio climático y servidores ambientales

Muchas especies de la fauna acuática que habitan las regiones tropicales de algunos mares y océanos son excelentes bioindicadores del cambio climático. Los arrecifes coralinos, por ejemplo, son vulnerables al incremento exacerbado de la radiación solar por su tendencia a blanquearse cuando las altas temperaturas los hacen expulsar los microorganismos causantes de su intensa coloración.

El aumento de la temperatura superficial del agua altera la dinámica espacial del plancton y fitoplancton, fuente fundamental de alimentos de los peces y mamíferos de talla grande que dominan las cadenas tróficas, modificando su distribución geográfica; y la pérdida de vigor de algunas corrientes oceánicas supone cambios abruptos en los movimientos migratorios de las especies que buscan el calor tropical y ecuatorial en temporada de invierno astronómico.

Las esponjas marinas entran en este renglón, pues su comportamiento y estructura física aportan información sobre el estado actual de los ecosistemas donde habitan. El cuerpo de las esponjas marinas tiene canales, cámaras y poros que le ayudan a alimentarse, pues cuando el agua las atraviesa capturan cuerpos orgánicos e inorgánicos que están suspendidos en la corriente para incluirlos en su dieta. Este proceso natural es un servicio ecosistémico y al mismo tiempo permite evaluar cuán afectado está el ambiente marino por factores externos, como el cambio climático.

Las variaciones en los patrones térmicos que alteran la calidad del agua y las reservas de nutrientes disponibles modifican el comportamiento de las esponjas acuáticas, que al verse afectadas desarrollan conductas de adaptación para subsistir, y esas nuevas conductas son aprovechadas por los expertos como indicadores ambientales para estudiar el cambio climático.

Por ejemplo, la reconocida “esponja ostra” (Crambe crambe), predominante en el mar Mediterráneo, tiene una estructura ósea compuesta por elementos muy alcalinos, como el carbonado de calcio, por lo que un ambiente acuático muy ácido conlleva a su detrimento poblacional, y eso puede servir como indicador para medir el nivel de acidificación de mares y océanos, que es un elemento inherente al cambio climático.

Ejemplar de «esponja de fuego» (Tedania ignis). Fuente: Wetland and Aquatic Research Center

En Venezuela habita la “esponja de fuego” (Tedania ignis), que se caracteriza por tener una gran capacidad para absorber metales pesados. Esta esponja ha sido muestreada entre Morrocoy y Puerto Cabello, y esto puede responder a la constante actividad petrolera asociada a la refinería El Palito.

Muchas de las partículas que llegan a los espacios donde habitan las esponjas marinas tienen su origen en las actividades humanas y representan una perturbación para los ecosistemas. Cuando el agua que contiene a esas partículas recorre el interior de las esponjas marinas es filtrada, lo que representa un rol a favor del ciclo de nutrientes en el cuerpo de agua y de la purificación del ecosistema.

La esponja de fuego no solo ofrece este servicio ambiental en las costas venezolanas, sino que sirve como indicador de la calidad del agua y de la presencia de contaminantes, otro de los causales del cambio climático.

La esponja común (Spongia officinalis), también presente en Venezuela, ha sido útil a la investigación científica que empata biodiversidad y cambio climático para estudiar las afectaciones ecosistémicas por exceso de nutrientes en el agua, y es que ésta prolifera en áreas muy ricas en nutrientes que suelen llegar por escorrentía (ríos y quebradas) o por vertido directo de embarcaciones pesqueras, camaroneras y otras tantas.

La presencia excesiva de nutrientes en el agua conlleva a procesos de eutrofización (acumulación de algas y microorganismos en la superficie del espejo de agua que impide el paso del oxígeno y la luz solar al interior del mismo), afectando la salud del ecosistema en pleno. Cuando la esponja común absorbe esos nutrientes para alimentarse, ayuda a mitigar dicho proceso.

Otras especies con presencia en Venezuela, como la “esponja tubo” (Callyspongia vaginalis) o la Halichondria melanadocia, han desarrollado estrategias de adaptación al cambio climático que les permiten sobrevivir y ser competitivas aún en ambientes tan convulsos en lo que respecta a aumentos de la energía calórica como son los trópicos y las zonas ecuatoriales.

Éstas también contribuyen como bioindicadores del cambio climático, pues para lograr adaptarse a nuevas condiciones ambientales y soportar el estrés térmico adquieren conductas atípicas, como calibrar la velocidad de bombeo del agua que filtran o hacer simbiosis con otras especies que les ayuden a consumir cierto tipo de microorganismos exógenos al ambiente tradicional.

Necesidades de conservación

Aunque las esponjas acuáticas son especies animales muy abundantes en los ecosistemas debido a su fácil y rápida reproducción, y aunque en Venezuela no hay registro de especies de este tipo que estén amenazadas o en peligro de extinción, es necesario velar por la protección de su hábitat, especialmente en un país que se ha visto afectado por especies invasoras provenientes de otras latitudes e introducidas en el territorio con o sin alevosía.

El rol que juegan las esponjas acuáticas para la conservación ambiental y el mantenimiento del equilibrio ecológico goza de trascendencia multifactorial, pues no solo deben ser vistas como bioindicadores del cambio climático, sino que sus capacidades naturales para digerir y asimilar compuestos químicos pesados, nutrientes y microorganismos las dotan de propiedades farmacológicas aprovechables en el desarrollo de medicamentos.

Al respecto de ello, Sheila Marques Pauls señala que “algunas especies son una fuente de nuevos medicamentos, siendo objeto de extracción de compuestos químicos naturales con actividad biológica (antimicrobiana, anticancerosa, etc.) que posteriormente son aislados y sintetizados en laboratorio para uso como fármacos en medicina”.

La protección de las esponjas marinas supone una práctica ecológica, integral y sistemática, pues éstas no habitan como especies aisladas, sino como parte de un todo ambiental. Su estructura moldeable –especialmente cuando se adhieren a los arrecifes coralinos– les sirve a muchas especies pequeñas de la fauna acuática como refugio ante sus depredadores.

Todas esas cualidades se aglutinan alrededor de la necesidad de robustecer la investigación sobre estas especies en Venezuela y darle visibilidad a la importancia ecológica que tienen, pues una de las deudas más grandes que tiene el país consigo mismo es ahondar de forma permanente, multinivel y exhaustiva en las prácticas de educación ambiental.

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