De Interés

Obama sin ataduras

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Barack Obama se ha hecho fan de Joaquín Sabina. Puede que él no lo sepa, pero la derrota le sienta bien. Así como el de Úbeda una mañana descubrió que “a veces gana el que pierde a una mujer”, el mandatario estadounidense parece haberse dado cuenta que puede gobernar mejor sin la necesidad de complacer a un Congreso que le malquiere, secuestrado por los espíritus más retrógrados del partido Republicano.

En apenas seis semanas transcurridas desde que los demócratas perdieran el control del Capitolio, el presidente parece haber rejuvenecido seis años para volver a ser el Obama del yes, we can.

La reforma migratoria y el acuerdo con Cuba son dos jugadas de hondo calado, hechas con la mirada puesta en la construcción del legado de un presidente que no quiere pasar a la historia sólo por el color de su piel.

Escapado del pantano de las negociaciones parlamentarias y ante un calendario electoral agotado, que ya no tiene nada que ofrecerle pero que tampoco puede amenazarle, Obama apuesta por la política en letras mayúsculas.

Si bien es cierto que las decisiones recientes tienen los límites naturales de sus poderes presidenciales, es innegable que su conexión con la historia y con el espíritu de los tiempos actuales hará difícil a los republicanos dar marcha atrás en estos temas.

Walter Isaacson, el biógrafo de Steve Jobs, cuenta que cuando el creador de Apple conoció a Obama quedó exasperado al constatar que el mandatario constantemente se concentraba en explicar por qué no se podían hacer las cosas, en lugar de tratar de ver las oportunidades para realizarlas.

Ese Obama ha desaparecido para devolvernos al original de 1999. Abróchense los cinturones que esto apenas comienza. Ahora parece que sí. Yes, he can.

Ángel Bermúdez

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