Opinión

El reparto de culpas

Saben que no funciona y, sin embargo, lo repiten. Encarcelan a comerciantes por boicot, por acaparamiento, por especulación, por usura, por desestabilización, por irritar al pueblo, por lo que sea, y la escasez se acentúa o la inflación aumenta. Tienen 16 años acusando, recriminando, condenando, culpando a otros de todos los males del país, pero los otros mueren, desaparecen, cambian y los males continúan. ¿Por qué un gobierno fundamenta toda su política económica en la atribución y reparto de culpas?

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Sabemos que hay poblaciones en la que predomina lo que los psicólogos llaman locus de control externo, es decir, la tendencia a percibir el origen de la conducta en agentes externos y distintos al sujeto. En psicología individual se trabaja como proyección, como cuando un adulto, por ejemplo, atribuye su fracaso a las omisiones de su padre o un alumno raspa en un examen por maledicencia del profesor. El fenómeno, no obstante, abunda en psicología colectiva y es la pauta recurrente en todos los populismos. Para los griegos que eligieron a Alexis Tsipras, los responsables de la crisis económica griega no son los gobernantes que ellos mismos eligieron, el dispendio, la ineficiencia y la corrupción de quienes durante años convirtieron el Estado en un botín. La culpa es de la troika, de Alemania. La atribución de responsabilidad a terceros es tan común que hasta un premio Nobel como Joseph Stiglitz, economista devenido demagogo político, termina culpabilizando del alto endeudamiento de las naciones, no a los gobernantes que tomaron prestado y malgastaron los créditos otorgados sino a las perversas intenciones de los prestamistas.

Sabemos que la detención del Director General de Practimercados Día a Día no aumentará el abastecimiento como no bajó el dólar ni la inflación el arresto reiterado de comerciantes y empresarios. La creación de chivos expiatorios, de enemigos y culpables, no altera para nada la realidad ni somos tan ofuscadamente tontos como para no darnos cuentas del origen y responsabilidad de los males que nos afligen, pero la psicología de la culpa trabaja a un nivel más profundo. Debilita, en lo más íntimo, en el fondo, la seguridad moral del adversario. Es lo que Nietzsche señala como la inversión de valores en la moral de esclavos o la metafísica del verdugo. La dinámica de la victimización y culpabilización nos hace caer en la trampa, en el lenguaje del poder y nos conduce a la necesidad de justificar nuestras convicciones y actos. Es la debilidad de la oposición.

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