Cultura

El discurso del Embajador

Lo he escuchado hablar en varias ocasiones y cada vez me sorprende más su vasta erudición y su extraordinaria capacidad de usar las imágenes más hermosas para ilustrar los escenarios más desolados. Su español es impecable, como impecable es su fuerza retórica. Italia nos envió en la figura de Silvio Mignano uno de sus más ilustres representantes y destacarse en una gama de excelentes embajadores es, de por sí, un triunfo.

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FOTOGRAFÍA: CORTESÍA Carlos Sánchez

El pasado 1 de junio, en ocasión (un día antes) de la celebración de los 70 años de la promulgación de la Constitución de la República Italiana, el Embajador Mignano pronunció un discurso de antología. Comenzó hablando sobre la última escena de la película “El ladrón de bicicletas”, que como la Constitución cumple 70 años también, tal vez la más conocida de las películas del neorrealismo italiano:

“El protagonista y su hijo cruzan oblicuamente la ciudad más bella del mundo, Roma, pero lo que vemos en la pantalla –y no solamente por el blanco y negro y por la elección estética de una iluminación exasperada– es un desfile de desolaciones, es Piazza Vittorio repleta de pobres en búsqueda de algo para sobrevivir, son las plazas y las avenidas augustas de Roma vaciadas de grandeza, en una atmósfera de resignación, más bien de desolación…”

¿No es acaso la imagen de las ciudades venezolanas de 2018? Desolación. En descargo de Italia debo decir que estaba saliendo de una guerra. Venezuela no, pero nuestro paisaje es el de una postguerra sin haberla tenido. Pero los italianos tenían una fuerza atávica, la fuerza de la civilización y la cultura del trabajo, por eso se recuperaron muy pronto:

“Y si de un lado nos habían robado la bicicleta –nos habían robado la dignidad, la libertad, la seguridad, la vida, la belleza– de otro lado nosotros, los italianos de 1948, habíamos levantado nuestra mirada más allá de ese horizonte cianótico y deslavado, forjando con nuestras manos –como la mano del niño apretando la de su padre– los instrumentos para la reconstrucción. Pronto las calles de las ciudades más bellas del mundo serían libres de escombros y ruinas, pronto se reconstruiría la riqueza, gracias también al trabajo y sacrificio de los migrantes, y también de quienes migraron a Venezuela…”

¡Es la riqueza obtenida mediante el trabajo, algo que resulta tan ajeno para tantos venezolanos! Tanto para una elite corrupta -la que nos gobierna- y la elite que hace negocio con quienes nos gobiernan, que han demostrado con acciones que no hay que trabajar para tener dinero, sólo acceder al poder o a quienes lo detentan. Para un pueblo ignorante, es la idea que nos han imbuido de que somos un país rico y que tenemos derecho a que nos regalen todo. La falacia chavista que ha arruinado al país.

Italia –en realidad, toda Europa- pudo reconstruirse gracias al trabajo duro de todos, los que se quedaron y los que se fueron. “Italia es una república democrática basada en el trabajo” reza la primera línea de su Constitución. ¡Qué grandeza, qué desarrollo, qué superioridad!

El Embajador se refirió también al valor que los italianos que refundaron la república le otorgan a la paz:

“Leyendo el artículo 11 de nuestra constitución, no puedo olvidar que también este 2018 celebramos los cien años del fin de la primera guerra mundial, que surgió lamentablemente, como la segunda, en el corazón mismo de la cultura europea. La constitución decreta la contribución italiana a la toma de conciencia del continente entero que abandona definitivamente el recurso a la violencia y se encamina rumbo a la unidad, la paz, la convivencia, el progreso, gracias al nacimiento justamente en Roma en 1957 de la Comunidad Europea, luego Unión Europea”.

Otra lección que deberíamos asumir los venezolanos como propia, más aún ante el espeluznante Informe de la Secretaría General de la OEA y del Panel de Expertos Internacionales Independientes sobre la posible comisión de crímenes de lesa humanidad en Venezuela, que salió a la luz pública el pasado 29 de mayo. Después de leerlo, yo le quitaría el “posible”. Detalla la comisión de crímenes de lesa humanidad desde la crisis humanitaria, pasando por los testimonios de los testigos, la persecución política, la tortura orquestada por el Estado, hasta las ejecuciones extrajudiciales.

En fin, el discurso del Embajador me tocó muy profundamente porque pude extrapolar línea por línea la situación de aquella Italia de la postguerra con la Venezuela de hoy.

Me robo también sus palabras para terminar:

En ese mismo 1978 el poeta Gianni Rodari, autor de cuentos para niños y sin embargo capaz como pocos de hablar a los adultos, fundador de la gramática de la fantasía, dijo que nuestras miradas no pueden robar el cielo, no pueden sustraer ninguna porción de él; siempre quedará intacto para el próximo que lo mirará, que recibirá la misma cantidad de cielo. El que mira de último no lo encuentra menos resplandeciente.

Quedémonos con estas palabras, con la capacidad de los hombres de sumar y multiplicar y no solamente de restar o dividir, con la certeza que al final somos y seremos capaces de levantarnos y pasar las noches más profundas y oscuras, italianos en Italia, italianos en Venezuela, venezolanos, todos, capaces siempre, como Dante Alighieri y su altísimo poeta, Virgilio, de decir:

E quindi uscimmo a riveder le stelle. Y entonces, salimos a ver las estrellas nuevamente.

¡Qué viva Venezuela, qué viva Europa, qué viva la República Italiana!

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