Interpretación funcionalista sobre Venezuela
En este artículo, el abogado Luis Fidhel hace un análisis del “sistema político chavista” en la presidencia de Nicolás Maduro
En este artículo, el abogado Luis Fidhel hace un análisis del “sistema político chavista” en la presidencia de Nicolás Maduro
El análisis del “sistema político chavista” en la presidencia de Nicolás Maduro, nos lleva a considerar un conjunto de partes o sectores y relaciones que se han consolidado a lo largo del “proceso político chavista” en el poder a partir de 1998; conformado alrededor de la figura de Hugo Chávez, factor de cohesión carismática del oficialismo hasta su fallecimiento en marzo del 2013.
En la presidencia de Maduro, la prioridad fue mantener la estabilidad del sistema particularmente en paulatina y grave crisis económica, escasez de bienes y deterioro de servicios públicos, afectando los niveles de cohesión y apoyo del oficialismo.
La necesidad de mayor “estabilidad sistémica” se acentúa a falta de recursos económicos. En el pasado, en tiempos de abundancia, mantuvo la política de dádivas, clientelismo y paternalismo de Chávez. La estrategia fue simplificar, incluso descartar, una serie de partes y sectores del sistema reduciéndolos esencialmente a dos: el sector represivo político formal e informal y un pseudo-empresariado oficialista burocrático denominado “boliburguesia”.
La simplicidad y menor número de interacciones en el sistema lo hacen más controlable y facilitan el pago de las demandas de sectores que mantienen al gobierno.
En el ámbito académico y público ha surgido la tesis sobre la “transición a la democracia”, si bien reconoce el paulatino autoritarismo del gobierno de Nicolás Maduro. Esta se iniciaría por decisión de las autoridades o figuras de la coalición dominante para restituir garantías constitucionales que ellos mismos han violado. La oposición debe iniciar una estrategia al respecto para provocarla. Aunado a la hiperinflación que paulatinamente se agudiza, podría alentar un quiebre de factores de poder y erosión importante en las bases del chavismo haciendo imposible mantenerse en el poder en principio.
La transición se iniciaría con un proceso de liberalización de la política. Significaría que algún factor de la “coalición dominante” plantearía restituir algunas garantías constitucionales que han sido violadas.
No produciéndose hasta el momento una “situación límite” que produzca una ruptura de la “coalición dominante” que podría derivar en un colapso, plantearía la situación de golpe de Estado o pérdida de respaldo significativo originando la presión que obliga a las autoridades más importantes a renunciar.
Según Talcott Parsons, el mundo constituye una “unidad”. Sus partes, por lo tanto, adquieren sentido y significación solo en relación con esta totalidad. La noción de “interdependencia” es fundamental para la concepción del “sistema social”. Las partes de un sistema son interdependientes. Se conciben como “variantes interactuantes”, no en términos de causas y efectos.
Todos los actores, sectores o grupos influyen sobre otros. Es posible concebir los sistemas por elementos o partes que mantienen intercambios, y así cada una de las partes podría tener grados diversos de dependencia o autonomía con respecto a las otras. Algunas partes podrían satisfacer mediante tales intercambios todas sus necesidades, o la mayoría de ellas, mientras que otras satisfarían relativamente pocas, podría decirse que las primeras tienen escasa autonomía funcional; y las segundas la tienen en grado elevado.
El sistema no se limita simplemente a que las conductas de las partes se influyan mutuamente o sean interdependientes, sino que contengan pautas que tiendan a ser mantenidas.
El equilibrio del sistema social se preocupa por la manera en que estabilizan e inmovilizan las pautas de interacción o, por como al producirse ciertos cambios, aparecen también otros cuyos efectos consisten en limitar los primeros o retrotraer la situación a lo que era antes.
Se interesa por la forma en que los sistemas sociales pasan de estar dotados de elementos “automantenedores” con características estabilizadoras propias del sistema. Destaca cómo el sistema se conserva a sí mismo. El sistema no tiene tensiones intrínsecas, sino solo discrepancias situacionales o factores “perturbadores” de significación marginal.
De hecho, considera al equilibrio del sistema como dependiente en gran medida de la conducta conformista de los miembros del grupo, es decir, cuando las partes del sistema se comportan de acuerdo con las expectativas del otro; provoca una respuesta por parte de este que lo lleva a seguir haciéndolo sin ningún cambio.
Los sistemas cambian siempre y de manera continua. Eso no significa que se hallen en crisis. Esta implica cambios importantes en un ritmo relativamente rápido, acarreando conflictos relativamente agudos, grandes tensiones y costos elevados para el sistema en que tienen lugar. Y, finalmente, la posibilidad de que pueda encontrarse pronto en un estado diferente, en aspectos importantes, de lo que ha sido hasta hacía poco.
La sociología funcionalista se considera como una ciencia de relaciones puramente sociales que parte de la premisa que el orden social puede ser mantenido independientemente del nivel y distribución de las gratificaciones económicas.
El utilitarismo social puede inducir al funcionalismo a aceptar diversos tipos de reordenamientos sociales, entre ellos los del estado benefactor que promete controlar y remediar el impacto socialmente desorganizador de la sociedad mercantil individualista.
El sistema social es un mundo social con su propia red ramificada de defensas contra la tensión, el desorden y el conflicto. Al romperse una de ellas, surge otra, lista para atenuar el impacto.
La estabilidad del sistema puede ser contingente, pero nunca precaria. Destaca su casi infinita capacidad para absorber y anular los choques, y se esfuerza por describir una intrincada y entrelazada red de mecanismos que contienen la energía del sistema y la distribuyen con rapidez y eficacia, a los puntos de tensión, sin impedir que se malgaste.
Establecido el equilibrio en el sistema social es eterno por su coherencia interna. Los conflictos, tensiones y desordenes son considerados habitualmente como alteraciones o aberraciones secundarias y nunca como derivados de los requisitos necesarios e inevitables de la vida social. La escasez no parece tener importancia ni influencia, aunque si se reconoce, siempre es posible encararla adecuadamente mediante códigos morales.
El “sistema de poder institucionalizado” asegura el cumplimiento de obligaciones juzgadas como legitimas en razón de su presunta contribución a las metas colectivas que es el poder sancionado moralmente o “poder del orden instituido” utilizado en, por y para los sistemas sociales y elites establecidas.
El deber del Estado es ocuparse del bienestar de los individuos y protegerlos; y si no lo hace, el individuo “no está obligado” a ser leal. Desde el punto de vista utilitario, todos tienen derecho a que el Estado proteja su bienestar y la esfera pública, debe ser juzgada por sus consecuencias para los individuos convirtiéndose en una norma de su legitimidad política.
El estado benefactor “resulta una acomodación ad hoc” al egoísmo grupal o individual. No se opone a los “supuestos utilitarios” de la “clase media” sino que los equilibra, representa una acomodación que permite el sector privado mantener su “estrecha adhesión” a la utilidad. El Estado Benefactor se convierte en un organismo mediante el cual se torna útiles a los “inútiles” es decir a los incompetentes que no aportan productividad particularmente al mercado o se los quita del medio.
1) Siendo la crisis económica-social-política notoriamente grave, sin embargo conforme a la tesis funcionalista, no necesariamente el “discenso o descontento popular” es condición suficiente para afectar peligrosamente las bases institucionales del régimen chavista y presidencia de Nicolás Maduro. La transición y cambio político no son viables, mientras no se produzca un debilitamiento, desintegración o fractura “del acuerdo de élites o sectores relevantes” (sector represivo y boliburguesía) .
2) La crisis en el sistema –que incluye el político–no obedece a fenómenos económicos y sociales, aun cuando, de manera incidental influye sobre éste, sino a dinámicas exclusivamente interiores a sus estructuras. Mientras el sistema político no entre en “crisis existencial” que no ocurre al mantenerse “el consenso del bloque hegemónico”, ninguna crisis económica y social pueden descomponerla y llevarla a la disolución. Incluso mientras se conserve el sistema, puede superar con éxito o, en el mejor de los casos, esquivar la coyuntura crítica social-económica.
No existe expectativa que el gobierno de Nicolás Maduro se derrumbe, o produzca una salida radical, hacia algún tipo de autoritarismo militar u opción revolucionaria.
3) El mantenimiento y longevidad del sistem,a que en el caso del chavismo tiene 20 años, se debe al haber creado “desde adentro” los mecanismos necesarios de supervivencia que mantiene “el equilibrio” de sus componentes. No solo resulta de las medidas propias del “ámbito represivo”. También las que promueven ciertos “espacios de confort limitados” a través del asistencialismo, condonación de tributos y pagos como el aumento de privilegios a las elites.
Resulta notorio en el gobierno de Maduro, que el orden político permanece “en crisis permanente” a la espera de una catástrofe que nunca llega, a pesar de sobrellevar un proceso de continua degradación socioeconómica e institucional. Puede haber divisiones o fraccionamientos que no impliquen rupturas decisivas del consenso cualitativo de las élites.
4) La interpretación estructuralista por la oposición del Estado y en última instancia de concebir “el poder” como conjunto de partes o “piezas de rompecabezas” que para tener sentido debe armarse, la ha llevado a implementar una estrategia política-electoral de captación progresiva de espacios sucesivos que lo llevarían a obtener el “poder real”.
Simplemente el vacío de los espacios políticos de “poder real” como estrategia implementada por el chavismo dentro de la “deriva autoritaria” ha traído por consecuencia que la alternativa opositora pierda la “vocación de poder” convirtiéndose en una “oposición burocrática” que lucha por “cascarones vacíos”.
Esta situación se inculpa en virtud que la oposición carece de un conocimiento sobre la naturaleza dictatorial o autoritaria del “sistema político chavista” y del gobierno de Nicolás Maduro. Así también no superan o no conciben que “el poder” vas más allá de las conquista de las estructuras o partes del Estado. Esta tendencia ha favorecido la implementación de un “autoritarismo electoral” es decir la captación de “espacios burocráticos” pero sin ningún contenido de poder real.
La concepción del chavismo del ejercicio del poder es real y no requiere la intermediación de la legitimación democrática a través de procesos electorales como manera tradicional y pacifica de distribución del poder.
El ejercicio del poder es la toma de los factores de donde se originan y lo acrecienta a través del sector represivo y la boliburguesía.
La lucha política para el chavismo es por el poder y no por una alcaldía, gobernación o curul parlamentario siendo formalidades para mantener una aparente democracia.