Un libro de reciente publicación, escrito por una venezolana, propone que el amor puede ser aprendido en las aulas y ya fue incorporado al programa de estudios en 10 escuelas de Houston. Carolina Jaimes Branger reseña esta experiencia que le es por demás cercana y reivindica la creencia de que el amor es la única respuesta posible a los avatares de la existencia humana
En 2009, una joven venezolana llamada Irene se graduó summa cum laude en la Universidad Americana de Roma, donde hizo una Licenciatura en Historia del Arte. Durante los cuatro años que vivió en esa ciudad, trabajó como voluntaria en un centro para niños autistas, acompañándolos a hacer deportes. Allí conoció a unos portugueses que trabajaban en una ONG en una de sus antiguas colonias, Mozambique, y se entusiasmó con la posibilidad de irse a África a trabajar. Pero la ONG cobraba mucho por el “trabajo voluntario” y ella, ni corta ni perezosa, le escribió al sacerdote de una misión católica en Macia, distrito de Bilene, a unos 140 kilómetros al norte de Maputo, la capital de Mozambique. “Padre, tengo cómo pagar mi pasaje y quiero trabajar de voluntaria, pero no tengo dónde vivir”. El padre Eugenio Langa le respondió: “Véngase, que puede vivir aquí en la misión”. Así llegó Irene a Mozambique.
Durante los meses siguientes, hizo de todo. Comenzó dando clases de inglés a niños, luego incluyó adolescentes, y, finalmente, a adultos. También trabajó en un hospicio de niños cuyas madres, en su mayoría, habían fallecido por una combinación fatal de desnutrición, malaria y sida. Macia es el segundo lugar en el mundo donde hay más sida. La ignorancia y la pobreza hacen el resto.
Motivada por ello, Irene se presentó al hospital (Macia tiene la “suerte” de contar con un hospital donde hay un solo médico). Allí conoció a Elías, un técnico de laboratorio que le enseñó a diagnosticar la malaria, el VIH y otra cantidad de enfermedades. Apenas a los 22 años, Irene se encontró de frente con el mundo feo. A ella le dio malaria, pero Elías se la diagnosticó tan tempranamente que no quedó afectada de por vida, como tantas otras personas. El mismo Elías murió de una complicación gástrica con la malaria. Tenía solo 27 años.
Un periplo constructivo
Irene se dio cuenta entonces de que lo que hacía falta era EDUCACIÓN. Y se dio a la tarea de recaudar fondos para construir una escuela que contara con todo lo que se necesita para que los niños aprendan. Cuando se le venció la visa en Mozambique, se fue para China. Allá vivió primero en Gaoming y luego en Zhuhai, ambas en el sur. Trabajó como maestra en el Colegio Americano para poder mantenerse, mientras aprendía mandarín. Desde allá siguió con su recolección de fondos para la construcción de la escuela. Muchas personas de buen corazón la ayudaron. Al cabo de año y medio, volvió a Mozambique con las energías y el dinero para construirla. Pasó allá un año y antes de regresar a Venezuela inauguró su escuela.
Una vez aquí, se postuló para ingresar en la Universidad de Pennsylvania, donde cursó una maestría en Educación. De allí se fue a trabajar con la Unicef en Guatemala durante nueve meses. Luego se casó con un estadounidense y se fue a vivir a Houston, donde reside actualmente.
Pedagogía amorosa
Sus experiencias y sus ideas sobre educación las plasmó en un libro, Lovescaping, palabra que puede ser traducida como “el paisaje del amor” o “amor en acción”. Sostiene que el amor se aprende y que no todos tuvimos la suerte de haber aprendido a amar en nuestros hogares. De allí vienen tantos problemas de odio, resentimientos, falta de empatía, violencia y ese círculo vicioso que se genera alrededor de ellos. Irene está convencida de que es posible enseñar a amar como parte del currículo educativo. Ese amor se sostiene en quince pilares descritos exhaustivamente en el libro, que está publicado en inglés y en español y a la venta en Amazon.
El resultado es que ya diez escuelas de Houston están poniendo en práctica su programa. Este nuevo año escolar arranca una que ya lo tiene como materia obligatoria del currículo educativo. Irene ha entrenado maestros y la experiencia con los niños ha sido altamente gratificante.
Votos para el amor
¿Por qué les cuento esta historia? Porque Irene Greaves Jaimes es mi hija. Estoy orgullosísima de ella y de todo lo que ha logrado a sus escasos años (acaba de cumplir 33). Hoy, 28 de julio, cuando escribo este artículo, supimos que ha sido nominada para los World Happiness Awards. Irene no es solo la única venezolana del grupo de nominados: es también la única mujer. Me encantaría que la apoyaran votando por ella y su proyecto. Ojalá que algún día se pueda implementar en Venezuela, donde necesitamos tanta educación, tanto amor y sanar tantas heridas.
Para votar solo deben entrar al enlace. Pueden votar hasta diez veces al día, pero deben abrir, votar, cerrar el navegador y volver a abrirlo para votar de nuevo.
También comparto con ustedes, queridos lectores, la entrevista que le hice para mi programa Rompecabezas por EVTV Miami, en tres segmentos. Ahí podrán conocer más del proyecto.
Sí, soy una mamá feliz y orgullosa por los logros de mi hija. Eso se debe al amor que recibió en casa, y por eso puede dar amor. ¡Conviértanse ustedes en “lovescapers” también!… Así derrotaremos el odio (y sus consecuencias) que se ha apoderado de tantas instancias de nuestras vidas. Y lograremos que el amor siga siendo la gran fuerza que mueve al mundo… ¡Como debe ser!
Algunos colegios iniciaron sus actividades escolares esta semana. Las clases, en la mayoría de los casos, eran para niños de primaria y de adaptación para los que comenzaron la educación inicial o preescolar
Desde 2016 el Ministerio de Educación no presenta su memoria y cuenta, pero el estado de la educación en el país es algo que no se puede ocultar como las cifras: en buena medida está a la vista. ¿Cómo cambiamos esto?