Porque el chavismo durante veintiún años en el poder destrozó el sistema refinador de Venezuela. Los presidentes López Contreras, Medina Angarita y Betancourt, como parte de la política petrolera nacional le exigieron a las compañías concesionarias del petróleo, específicamente a la Creole y a la Shell, que debían construir refinerías en el país porque esas empresas exportaban el petróleo venezolano que luego era refinado para obtener combustibles y aceites, en Aruba, Curazao y New Jersey, en la costa este de Estados Unidos. Como resultado de ello, Venezuela, que producía petróleo tenía que importar gasolina.
Esa política de exigir la construcción de refinarían en el territorio venezolano tomó más fuerza con la finalización de la Segunda Guerra Mundial y los acuerdos alcanzados entonces para la edificación de dos refinerías en el estado Falcón para refinar el petróleo proveniente del estado Zulia, principalmente. De allí surgieron las refinerías de Amuay y Cardón que confirman el Centro Refinador Paraguaná con la refinería de Bajo Grande en el Zulia. Posteriormente se construyeron las refinerías de El Palito en el estado Carabobo y la de Puerto La Cruz en Anzoátegui. Había una pequeña refinería, en Caripito, estado Mongas, pero fue cerrada.
Lo cierto fue que Venezuela construyó un establecimiento refinador capaz de procesar 1.300.000 barriles diarios de petróleo equivalentes a casi 4.000.000 de litros diarios de los cuales se obtenía gasolina para automóviles y aviones, gasoil, querosene, grasas lubricantes, entre otros productos. Se estimaba que Venezuela tenía una de las mayores capacidades de refinación del mundo. Eso ya no existe, literalmente hablando. Cuando Chávez tomó el poder en 1999 recibió unas refinerías en óptimas condiciones produciendo a plena capacidad para satisfacer la demanda interna, estimada en unos 300.000 barriles diarios y con saldos exportables abundantes.
Años de desidia, mala gerencia, corrupción y politiquería en el manejo del asunto petrolero llevaron gradual pero sostenidamente a la destrucción del sistema de refinación en Venezuela. Empezaron a suceder accidentes unos tras otros y siempre había una excusa para explicarlos: el sabotaje. Luego el 25 de agosto de 2012 ocurrió un incendio en la refinería de Amuay que dejó un saldo de 55 muertos y 156 heridos y una destrucción masiva en las instalaciones. Obviamente, el régimen recurrió al mismo ritornelo de siempre, el sabotaje, especie de muletilla para tratar de justificar lo injustificable.
Pero eso no fue todo. La política que adoptó Chávez de regalar la gasolina hizo financieramente inviable la actividad refinadora en Venezuela con lo cual el déficit financiero de Pdvsa se fue agrandando y aún con precios elevados del petróleo la empresa no podía generar ganancias. El resultado fue el endeudamiento externo de Pdvsa para mantener un sistema absurdo de subsidios.
Esa política fue seguida al pie de la letra por Nicolás Maduro desde 2013. Por eso Venezuela no tiene gasolina.