Opinión

“¡Esa jueza es una bandida!”

La fecha del 4 de febrero se le hace propicia a Carolina Jaimes Branger para volver a llamar la atención sobre las múltiples injusticias cometidas contra la jueza María Lourdes Afiuni. "Para quienes seguimos empeñados en restaurar la democracia en Venezuela está prohibido olvidar", dice la articulista

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Afiuni

Hoy es 4 de febrero, el primer día de la desgracia que cayó sobre Venezuela. Hoy es un día de luto. Hoy es un día de tristeza. Hoy es un día para recordar lo que no se nos puede olvidar, para que jamás se repita.

Y quiero recordar uno de los casos más trágicos, truculentos y atroces de la justicia chavista en Venezuela: el de la juez María Lourdes Afiuni Mora. El tortuoso camino de una juez que hizo lo que tenía que hacer y fue presa por ello, ha demostrado al mundo que en Venezuela no hay separación de poderes y que Hugo Chávez actuaba como el dueño del país, porque lo era.

Desde la detención de la doctora Afiuni, todo fue un rosario de irregularidades. Empezando por su supuesto “delito”: el banquero Eligio Cedeño había estado en prisión preventiva por dos años y ocho meses. No lo imputaron, no fue sometido a juicio y, por lo tanto, tampoco hubo sentencia. Uno de los artículos del Código Orgánico Procesal Penal vigente en aquel momento rezaba que nadie podía estar más de dos años preso sin ser imputado y juzgado. Aquella tarde, los representantes del Ministerio Público no comparecieron por segunda vez a la convocatoria del tribunal. Les recuerdo que la Fiscal General era Luisa Ortega Díaz, quien ahora se horroriza por “cosillas” de mucha menor importancia, trascendencia y envergadura de las que ella realizó mientras ejerció como Fiscal.

El hecho es que Afiuni firmó la boleta de excarcelación de Cedeño. La doctora Sonia Sgambatti, en un informe sobre el caso que publicó el 2 de febrero de 2021, dice: “La Juez Afiuni basó su decisión en aplicación de la ley procesal venezolana que establece que nadie puede estar detenido por más de 2 años sin sentencia, así como en una recomendación del Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de Naciones Unidas, organismo que había solicitado su procesamiento en libertad”.

Sin embargo, la Fiscalía de Luisa Ortega encontró “irregularidades” en el proceso, como que “no había boleta de excarcelación, que la juez había sacado a Cedeño por la puerta de atrás de la sala de audiencias y lo había metido en el ascensor privado de los jueces”. Nada era verdad. Según explicó el abogado de la doctora Afiuni, José Amalio Graterol, “en el Palacio de Justicia ni hay puerta de atrás, ni hay ascensor privado”. Y la boleta de excarcelación también apareció.

A pesar de que Cedeño tenía prohibición de salida del país y régimen de presentación cada 15 días, salió del país por los caminos verdes esa misma noche. Y eso encendió la ira de Chávez.

No conozco la razón del odio de Chávez hacia Cedeño. Hay especulaciones, cuentos de pasillo, que no me constan.

Lo que sí me consta, le consta al país y le consta al mundo, gracias al informe de Michelle Bachelet, es que el odio de Chávez hacia la jueza Afiuni fue infinito. Dos días después de su detención, en un “Aló, presidente”, Chávez dijo a su audiencia:

«Yo exijo dureza contra esa jueza (…) Habrá que meterle pena máxima. ¡30 años de prisión pido yo a nombre de la dignidad de un país!». Y luego agregó: “ya lo hablé con la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estela Morales (…) un juez que libere a un bandido debe condenarse a 30 años de cárcel”.

Por cierto, en aquella audiencia estaba Luisa Ortega Díaz, quien no dijo ni “ñe” acerca de la grosera injerencia del Ejecutivo en los demás poderes, ni siquiera “por la dignidad del país”. Por supuesto, ningún juez rojo iba a contradecir a Chávez. Es más, la jueza que ordenó la aprehensión de Leopoldo López declaró más tarde que lo había hecho para no terminar como la doctora Afiuni.

Cito de nuevo a la doctora Sgambatti:

“De acuerdo con la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, los hechos ocurrieron no porque Afiuni recibiera algún pago, sino porque al otorgar la libertad a Eligio Cedeño, le generó satisfacción personal, lo que se calificó como “corrupción espiritual”.

En ninguna fase del proceso se produjeron las pruebas necesarias para sustanciar sus alegatos contra la procesada. La Fiscalía reconoció que no existía evidencia tangible de soborno alguno en relación a la acusación por el delito de corrupción propia que se le había imputado, pero, argumentó que el beneficio que había obtenido Afiuni era la libertad del prisionero. A pesar de todo ello, el tribunal admitió los cargos en su contra y ordenó la continuación del proceso y de su detención”.

La historia es harto conocida: la jueza fue detenida junto a muchas de las mujeres a quienes había mandado a poner presas. Fue torturada. Fue violada. Todavía sufre de una necrosis de seno por las patadas que le dieron militares con sus botas. Tuvo cáncer. Le extirparon el útero. Le reventaron la vejiga, la vagina y el ano. Le negaron atención médica, odontológica y psicológica. Ahora tiene cáncer en la boca. Lleva presa diez años, un mes y siguen corriendo los días por haber actuado con independencia, algo imprescindible en una democracia, pero impensable para un individuo como Chávez.

El informe Bachelet poco a poco va logrando su cometido. Nadie puede devolverle a María Lourdes Afiuni los años que injustamente le han quitado a su vida, ni su salud. Pero su caso ha encendido alarmas y las seguirá encendiendo. Para quienes seguimos empeñados en restaurar la democracia en Venezuela está prohibido olvidar. Nunca se borrarán de mi memoria las palabras de Chávez “¡Esa jueza es una bandida!”.

“Bandida” por haberse atrevido a desafiar a un Estado totalitario. “Bandida” por haber actuado apegada a la ley. “Bandida” por haber liberado a un preso político, porque la prisión de Cedeño no era por estafa. Si hubiera sido así, lo habrían imputado, juzgado y sentenciado.

Si los “bandidos” son como la doctora Afiuni, en Venezuela necesitamos por lo menos tres mil de ellos. Estoy segura de que el país sería otro.

Hoy conmemoramos el funesto día cuando se terminó de joder Venezuela.

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