Viraje privatizador de Maduro se calienta con el culto a los bolcheviques
Nicolás Maduro desempolva en el chavismo un agrio debate ideológico que se inició en 1903 entre fracciones del entonces Partido Socialista Obrero de Rusia. Mientras, el mundo marcha velozmente alentado por las tecnologías y el pragmatismo en los programas económicos.
Mientras la humanidad avanza hacia un mundo manejado por la inteligencia artificial el chavismo de Maduro nos devuelve a principios del siglo XX y desentierra el debate entre “bolcheviques y mencheviques”, que protagonizó la generación de líderes de la Rusia de 1900 e implantó el primer estado comunista.
Nicolás Maduro y la cúpula que lo rodea han conducido a Venezuela a niveles de principios del sigo XX, tal como lo muestran, con cifras, destacados economistas, analistas, sociólogos y politólogos de las diferentes corrientes de pensamiento.
De allí que no es de extrañar que el debate público que aborda el llamado madurismo tenga como referentes pugnas que se protagonizaron a principios del siglo pasado, cuando se abrían paso en Rusia las nuevas corrientes políticas que promovían la salida del zarismo.
El pasado 4 de febrero, en un evento para celebrar el fallido golpe de Estado que lideró Hugo Chávez en 1992, y lo llevó más tarde al poder, condujo a Venezuela a ser el país más inflacionario del planeta y a ocupar los últimos lugares de pobreza en el mundo, Maduro lanzó un ataque sorpresivo en contra de supuestos enemigos internos del chavismo y la revolución.
Los acusó de “mencheviques”. Este es un término que hace más de medio siglo quedó en desuso y que la izquierda radical utilizaba para identificar a quienes se apartaban del marxismo ortodoxo.
Mencheviques traidores
Maduro alertó a sus seguidores de que existen “traidores y divisionistas” dentro de las filas de la revolución. También respaldó la exaltada descalificación que propinó al dirigente del Partido Comunista de Venezuela (PCV), Oscar Figuera, en el Parlamento madurista, Jorge Rodríguez, uno de los principales actores de la cúpula gobernante.
Figuera, desde el socialismo ortodoxo, había cuestionado la lealtad ideológica del madurismo, señalando que este gobierno había dejado de ser socialista. En su discurso Maduro acusó estos “divisionistas” de tratar de destruir la revolución y los identificó como grupos “mencheviques”.
De manera que el chavismo desempolva un debate que se inició en 1903 entre fracciones del entonces Partido Socialista Obrero de Rusia.
Mientras tanto, países de economías avanzadas, de regímenes autoritarios o demócratas, están compitiendo por el dominio tecnológico, en un mundo que estará regido por las comunicaciones 5G.
Además, el mundo se encamina a suprimir los hidrocarburos como la principal fuente de energía; la inteligencia artificial programará parte de la vida cotidiana, y hasta en el mundo asiático se construyen ciudades inteligentes y los Emiratos Árabes envían su primera misión a Marte con un proyecto de colonización.
De regreso a 1900
Gracias a Maduro y al gobierno chavista, el enfrentamiento entre bolcheviques y mencheviques, que ocupó la atención del debate político durante los primeros años de la revolución soviética y la izquierda mundial, ahora revive con el régimen chavista que mira para un lado frente al atraso social y económico que sufre el país.
Esta disertación ideológica permite distraer realidades de una sociedad en la que sus jefes políticos suelen hablar de la “Venezuela potencia”, pero que han permitido que se destruyan las universidades, los centros de investigación, se quemen las bibliotecas y emigren las nuevas generaciones que lograron formarse y prepararse en carreras científicas y sociales en los últimos 20 años, antes de la destrucción de la educación superior.
¿Somos mencheviques o bolcheviques?
Es de precisar que el término menchevique (minoría) se utilizó para identificar a una fracción del Partido Obrero Socialista de Rusia, que desde comienzos de siglo luchaba contra el poder zarista en Rusia. Ya desde 1903 se enfrentaban dos fracciones internas: una más radical, liderada por Vladimir Lenin, denominada bolcheviques (mayoría) que una vez derrotado el zarismo proponía que había que implantar el comunismo; y la otra, los mencheviques, liderada por Yuli Mártov, que se identificaba como corriente socialdemócrata, sostenía la necesidad de formar una República con las diferentes corrientes de pensamiento inspirada en la socialdemocracia alemana.
Esta corriente socialdemócrata jugó un rol fundamental en el derrocamiento del zarismo, sus miembros participaron en la formación de los “soviet” (asambleas populares) y presidieron los dos más importantes. Igualmente desempeñó un rol fundamental en el gobierno de transición liderado por Aleksandr Kerensky tras la caída del zarismo.
Sin embargo, los bolcheviques, tras la toma del poder por la fuerza en noviembre de 1917, en Petrogrado, impusieron el comunismo y depusieron al gobierno provisional. Kerensky salió al exilio y en 1921 fue proscrito el partido socialdemócrata de los mencheviques, algunos de cuyos dirigentes terminaron en el exilio, en las cárceles del nuevo régimen o sentenciados a muerte.
Marxismo con libre mercado
El origen del debate que encendió Oscar Figuera en la Asamblea (congreso) madurista responde -desde la ortodoxia marxista- al intento de Maduro de sacar a flote la naufragada economía venezolana entregando las industrias destruidas por el chavismo a los aliados rusos, chinos e iraníes.
Al mismo tiempo critican el acercamiento al gremio empresarial Fedecámaras propiciado por Maduro para invitar a empresarios venezolanos a se incorporen en algunas áreas a esta nueva “apertura”, con la condición de que no se metan en política.
Desde el punto de vista de la izquierda ortodoxa, eso sería un viraje hacia la economía de mercado (la derecha), tal como lo hicieron hace muchos años China, Vietnam, Camboya, Laos, entre otros regímenes marxistas, cuyos modelos sucumbieron en economías cerradas e improductivas e iniciaron el largo camino de regreso al capitalismo; pero, con autocracia.
De manera que cuando Maduro acusa de “mencheviques” a quien lo cuestionan desde sus propias filas, lo que hace es ocultar su intento de viraje ubicándose él y su cúpula como bolcheviques ortodoxos frente a quienes lo cuestionan. Al igual que lo hicieron los líderes de los países comunistas, no reconocen el fracaso de sus modelos autocráticos y estatistas y cuando hacen cambios los promueven como un avance y una nueva etapa de la revolución socialista.
Ramírez entra al debate
Entre quienes se atribuyen la condición de “bolcheviques ortodoxos” que dicen seguir la línea implantada por Hugo Chávez y se incorporan al debate de principios de siglo, apareció Rafael Ramírez.
Este antiguo zar petrolero de Chávez desde su refugio en Roma salió en defensa de Figuera y del PCV. Afirmó que “Maduro sacó a relucir uno de esos términos aprendidos en los manuales de lectura rápida “mencheviques”.
Ramírez resalta que Maduro desempolva esa clasificación, “la cual desde luego obviamente no entiende para nada, para así colarse en el uso de la terminología revolucionaria y desde allí, atacar a la “izquierda trasnochada”.
“Pensarán los maduristas antes de la reunión con Fedecámaras, “si ellos son mencheviques, entonces nosotros somos bolcheviques, ¡qué pastel tienen en la cabeza!” destaca Ramírez agregando más golosinas a ese coctel ideológico que es el chavismo.
Magnates del socialismo
Lo cierto es que el chavismo y el madurismo han puesto en aprietos a la izquierda mundial por el fracaso económico y la corrupción extendida. El viraje hacia el libre mercado ha tocado también a los dirigentes y promotores de los Foros de Sao Paulo y Puebla y los ha obligado a ofrecer a sus pueblos proyectos socialistas en los que se promueve el libre mercado.
Mientras, como lo recomendó Pablo Iglesias a los comunistas españoles, es mejor esconder eso de “dictadura del proletariado”. Al mismo tiempo los de Podemos afirman que su modelo es distinto al implantado por Chávez en Venezuela y los hermanos Castro en Cuba.
De allí el enredo ideológico de Maduro y la izquierda chavista, que siguen autoproclamándose bolcheviques, usan las franelas con los ojos de Chávez, las boinas del Che Guevara. Pero a la vez quieren abrazar al libre mercado que imponen China, Rusia y siguieron los países comunistas asiáticos.
En esa confusión, dirigentes y aliados se mudan a las mansiones del Este de Caracas protegidos con escoltas, camionetas blindadas y murallas provistas de garitas de vigilancia, acorde con los nuevos tiempos y la nueva izquierda mundial. Y el héroe del momento, a quien salen a vitorear las caravanas chavistas, ya no es un guerrillero de los años sesenta con fusil al hombro y mirada en el horizonte, sino Alex Saab, el magnate colombiano de los CLAP, experto en lavado de dinero, perseguido por la justicia internacional.
Los CLAP, ya se sabe, son el fracasado programa de importación masiva de alimentos, para racionarlos a precios subsidiados entre ese 90% de familias venezolanas lanzadas a la pobreza por el chavismo.
Intervenidos a través del Tribunal Supremo de Justicia, los antiguos aliados del chavismo hoy comienzan a probar la misma medicina que hasta hace poco le recetaban solo a la oposición. Desde esta nueva posición de minusvalía se quejan y acusan al partido hegemónico de ser corrupto, burgués y fracasado
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