En Venezuela, no pocos dicen que la tarea central en este tiempo pasa por defender el voto. Votar está asociado intrínsecamente a la democracia, por lo que votar cuando no hay democracia parece un contrasentido.
A veces, sin embargo, se trata de remar contra la corriente. Y si no hay democracia, que es la situación actual en Venezuela ¿entonces no hacemos nada? Con la fotografía que tenemos, acaso no se podría ir a votar como un acto de rebeldía, como una manifestación de que una mayoría está inconforme pero que a su vez apuesta por una salida pacífica a esta crisis.
No es la primera vez que se está ante una encrucijada de esta naturaleza en Venezuela. A fines de 1957, la dictadura de Marcos Pérez Jiménez lucía sólida. No había señales de que el dictador huiría del país en las semanas siguientes.
Ese poder dictatorial convocó a un plebiscito en diciembre de 1957. Hubo un período de definiciones para los actores de oposición de entonces, ya que se estaba ante unas votaciones hechas a las medidas del régimen. No se trataba de unas elecciones ni libres ni justas ni limpias, pero aun así las fuerzas pro-democracia decidieron participar, a favor de participar estuvieron tanto los que estaban fuera, en el exilio, como los que seguían dentro de Venezuela.
Y a aquel plebiscito se acudió sabiendo que la dictadura manipularía los resultados. Si todo esto estaba pintado así, entonces por qué acudir, por qué llamar a votar en un proceso en el cual no se podía incidir ni en su organización ni en su transparencia.
Tras largos años de dictadura, sin señales de que ocurriría un cambio democrático, la posición de los dirigentes políticos de entonces fue apostar por movilizar a la gente así fuese por una breve rendija. Se pensó en que el plebiscito era un medio y no un fin. No se podían plantear como objetivo ganar algo que de antemano se sabía estaría amañado para beneficiar a Pérez Jiménez.
Sin embargo, se decidió participar. Al volver sobre aquel momento entiendo que se pensó en la movilización ciudadana, más que en un resultado. Comprendo hoy que se apostó a la activación de ciudadanos prodemocracia acudiendo a manifestar su voto de rechazo. Creo que en un espacio reducido de libertades, había que aprovechar como fuese lo que estaba abierto para reconectar a los dirigentes con la sociedad.
No soy experto en aquel período. Y acá hago una simplificación. Pero de lo que he leído hubo una conexión entre ir a votar, llamando a votar en contra de la continuidad de Pérez Jiménez, el acto de éste de desconocer la voluntad popular (se dijo que sólo 13 por ciento rechazaba la continuidad del gobierno autoritario), y la decisión posterior del sector castrense de retirarle el respaldo al dictador, dando paso a su huida y la restitución democrática de 1958.
En este 2021, tal como ocurrió en 2020, lo actores democráticos de Venezuela tienen ante sí el desafío de trazar una estrategia. Como señalamos en un artículo anterior, se trata de una tarea urgente y necesaria.
Desde inicios de 2020 el chavismo anunció que habría elecciones parlamentarias, contra viento y marea, y a lo largo de los meses se preparó para estas votaciones. Cuando veo el escenario de 1957 y éste del año pasado, creo que el liderazgo democrático se quedó atrapado en su propio discurso: pensar que habría una solución facilitada por un externo; y asumir que se va a unas elecciones a ganar y que el adversario respetará tal resultado.
Creo que es hora de que se piense, seriamente, en el voto como un medio. Un medio para movilizar a la gente de forma pacífica, un mecanismo para aglutinar el descontento, una forma de organizarse para ir a votar, defender el voto y denunciar la trampa.
Para que esto ocurra debemos tener dirigentes que hablen con sinceridad. El cambio no está ni a la vuelta de la esquina, ni el chavismo va a desaparecer por arte de magia. Para quienes hacen política de forma genuina, es hora de que reivindiquen que hacer política en un régimen autoritario, pasa por aprovechar cualquier espacio que esté abierto.
Y lo más importante, dejar claro que eso se hace por convicción, porque se cree que esa es la vía para la restitución democrática, entender que el voto no es un fin en sí mismo.