En mayo de 1970, se estrena la organización guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias Montoneros con el enjuiciamiento y ejecución del ex presidente Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958) líder de la Revolución Libertadora que había derrocado a Juan Domingo Perón en septiembre de 1955.
En sus primeros comunicados manifestó su adhesión a Perón quien para el momento continuaba exiliado en Madrid; llamando a llevar adelante una resistencia armada en contra de la dictadura y comunicó la disposición “a dar la vida” por su retorno y realización de una “patria justa, libre y soberana”. En Perón el proceso de Unidad Nacional había alcanzado su más genuina expresión. Desde el 17 de Octubre de 1945 – Día de la Lealtad – no existía lo nacional fuera del peronismo; ni el peronismo sin Perón. El regreso a la Argentina se convertía en una exigencia inmediata e incondicional como sostenían ideólogos de la izquierda peronista.
Ratificaron el objetivo de construir un grupo armado con otras organizaciones que desarrollarían la “guerra popular” para la toma del poder y puesta en marcha del “socialismo nacional” haciendo realidad sus tres banderas: Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía Política.
Destacarían posteriormente las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ejército Revolucionario del Pueblo. Perón insistiría en el anuario Las Bases –octubre de 1969- la guerra revolucionaria era un fenómeno mundial con que la juventud ha puesto en marcha la “revolución detenida”. Se planteaba si Perón en el poder sería capaz de detener la guerra cual simpatizaba y emprender la revolución.
Años de violencia política
El cronista Rodolfo J. Walsh sitúa el origen de la violencia cuando peronistas y otros jefes militares en junio de 1956, encabezados por el general Valle intentaron tomar el poder y derrocar al general Aramburu, quien ordenó la ejecución sin proceso de 34 personas: 18 militares y 9 civiles. Los peronistas denominaron “Revolución fusiladora” al gobierno de Aramburu. Desde ese entonces la violencia no cesó.
Perón aclaró que no creía que el asesinato de Aramburu pudiera estropear sus planes tácticos. Llegó a aseverar “Encomio todo lo actuado”. Avalaría la guerra de guerrillas como método pero sin derivar mecánicamente objetivos políticos y valoraba la intervención de Montoneros en términos de desgaste del enemigo que favorecía la posición de los que buscan una “salida electoral limpia y clara”.
En el anuario “Las bases” en 1969, aseveraba que para que un pueblo comparta la idea de la “guerra revolucionaria”, los recursos infinitos van desde el empleo de la fuerza cuando se está en ella, pasando por la desobediencia y la resistencia civil, hasta la acción individual y aislada. Alentó el accionar armado y pospuso la exposición pública de las diferencias ideológicas entre el proyecto socialista con el proyecto peronista.
Montoneros
Perón lograría comprometer a Montoneros en la campaña electoral del candidato justicialista Héctor Campora en 1973. Montoneros reivindicó que la Liberación Nacional significa liberarse del dominio imperialista y el socialismo la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y planificación de la económica de acuerdo a las particularidades de la estructura productiva nacional.
Proyectaba una imagen como vanguardia armada de un movimiento de liberación basado en el peronismo e insistía en el objetivo socialista.
Frente de izquierda popular
En el FIP destacó el intelectual Jorge Abelardo Ramos (1921-1994). Este frente se constituía enarbolando las banderas del 17 de Octubre de 1945 –Día de la Lealtad -, la defensa de la candidatura de Perón y el socialismo. Significando que su lucha era parte indisoluble de la movilización de las masas contra el sistema político y económico de la oligarquía. No juzgaban al peronismo por lo que ideológicamente piensa de sí mismo, sino por su práctica política concreta, por su papel en el proceso social argentino. Ese papel había sido “progresista”, porque encarnaba un primer paso en la toma de conciencia nacional y social, un primer proyecto de liberación frente a la oligarquía y el imperialismo.
Pero ese proyecto estaba condenado a la derrota (es decir, a su caída en septiembre de 1955) porque intentó una liberación nacional sin romper las barreras de la estructura capitalista interna, sin expropiar a la oligarquía y al conjunto de los monopolios extranjeros.
La revolución argentina
El 26 de marzo de 1971, el general Alejandro Lanusse asumió la presidencia (1971-1973) en un clima político totalmente desfavorable y de ingobernabilidad, con violencia guerrillera y descontento popular. Perón y el justicialismo hacían difícil de sostener la continuidad del gobierno militar que inauguró la Revolución Argentina (1966-1973).
Lanusse evaluó que la solución a los conflictos pasaba por terminar con 18 años de proscripción del peronismo y decretar una apertura política. Hizo entrega del cadáver de Eva Duarte al general Perón; fijó fecha para las elecciones y prometía un gabinete de “unidad y conciliación nacional” para aplacar la agitación y protestas en su país.
Entre los argumentos de peso de los militares que se oponían al retorno de Perón, es que se negó a condenar a los grupos armados cuya actividad se consideraba efectiva. En menos de tres años de lucha armada había dado muerte al menos un centenar de jefes militares, policías, soldados, hombres de negocios y abogados relacionados a la Revolución Libertadora que incluyo a su líder el general Aramburu.
La transición
En su estrategia, el peronismo aceptó el diálogo ofrecido por el presidente Lanusse, adicionalmente actúa como partido político, recurriendo a todas las reglas de juego todavía limitadas para el momento como promover la acción de masas como manifestaciones y huelgas con tomas de calle y recurre a la acción armada.
Se sabía que Perón desde el exilio no tuvo control sobre los grupos armados guerrilleros. Inclusive se aseveraba si se les pidiera un “alto al fuego” una vez llegado el entendimiento con el gobierno no le obedecerían. Por tal razón no se asomaba condenada alguna a la vía armada ni orden de “alto al fuego”.
A pesar de haber falta de cohesión en el movimiento peronista entre el sector sindical de la poderosísima CGT – Confederación General de Trabajadores- identificado con José Rucci (colaboracionistas) y la izquierda de Montoneros (activistas) en vez de restar fuerzas diversificaba la acción política.
Estrategia peronista
Los medios peronistas anunciaron el continuo debilitamiento, aislamiento y acorralamiento del gobierno proponiéndose por objetivos la desintegración del frente interno del equipo del general Lanusse y distanciamiento entre sus partidarios y sectores de las fuerzas armadas. El gobierno se enfrentaba a una deuda externa de más de 5 mil millones de dólares, el alza del costo de la vida, la tasa de inflación más alta del mundo para la época según el Fondo Monetario Internacional y creciente desocupación.
La Confederación General de Trabajadores (CGT) declaraba la huelga general pese a todas las advertencias del gobierno. Lanusse ordenaba congelar los depósitos bancarios de los sindicatos y los inmovilizaría en una nueva ocasión. Aumentó la tasa de fondos del Estado en momentos en que la situación económica era grave; se llegaba al nivel más bajo de reservas internacionales para la década. Decretó severas restricciones a las importaciones pero no pudo aplicarlo debido a que resultaba indispensables.
José Rucci (1924-1973) secretario de la CGT manifestaba que mientras más agresivas fuera la respuesta de Lanusse mas rápido se “precipitarían las cosas”. Los trabajadores se declaraban en huelga de 24 horas como protesta del fracaso de la política económica, alza constante del costo de la vida que hacían prácticamente nulos los salarios y el poder adquisitivo.
En las elecciones de mayo de 1973, el Frente de Liberación Justicialista, expresión peronismo gana las elecciones siendo elegido Héctor Campora presidente de la nación argentina.
Masacre de Ezeiza
El presidente Cámpora viajó en visita oficial a España para acompañar a Perón en su retorno definitivo al país. La “masacre de Ezeiza”; episodio ocurrido al regreso y recibimiento de Perón, tras un exilio de 18 años, en el aeropuerto de Ezeiza (Buenos Aires), el 20 de junio de 1973, se produjo en una movilización multitudinaria, donde participaron aproximadamente un millón de personas. En esta manifestación se suscitó un enfrentamiento con disparos de armas largas entre facciones de extrema derecha e izquierda del peronismo. Fueron reportados 13 muertes. Se consideró un momento fundacional para la izquierda peronista en su enfrentamiento con sectores de derecha del peronismo.
Los representantes de los sindicatos peronistas sentían que los jóvenes de izquierda dentro del movimiento peronista estaban ensuciando la esencia del justicialismo. Para los sectores de izquierda (Montoneros) significó un acto de violencia directa de la derecha del movimiento. Las diferencias se harían irreconciliables y desde entonces comenzarían a operar los intereses de manera independiente como si se tratara de dos movimientos distintos y antagónicos.
Se sostiene que la masacre fue premeditada para desplazar a Héctor Cámpora del poder quien era apoyado por sectores de extrema izquierda precipitando su renuncia. José Ignacio Rucci, el presidente de la CGT activo promotor del regreso de Perón a Argentina y suscriptor del Pacto Social firmado entre el gobierno justicialista de Héctor Campora, la CGT y los empresarios sostenían que estaban «contra los imperialismos de izquierda»,.
Asesinato de Rucci
El 25 de septiembre de 1973, Rucci es asesinado en Buenos Aires de varios disparos; siendo interpretado como un abierto desafío a Perón. En un primer momento no se coincidió en la identidad de sus autores. Algunos apuntaban a Montoneros; otros, al Ejército Revolucionario del Pueblo. También se señaló a la Agencia Central de Inteligencia de EE UU presente en el golpe de Estado contra Salvador Allende hacía apenas dos semanas antes. Otros sospechaban del secretario López Rega o del ministro de Economía, José Ber Gelbard.
Perón destacaría “la lealtad de Rucci” y alabó al sindicalismo, calificándolo como “la columna vertebral del movimiento”. Aseveró estar al tanto de que se tenían “enemigos afuera” del justicialismo, que respondían a otros intereses. Sabía que existían sectores que se proclamaban “justicialistas”, pero que nada tenían que ver con el justicialismo. “Nosotros sabemos bien lo que somos; somos decididamente antimarxistas y estamos contra los dos imperialismos que quieren repartirse el mundo”.
Reacción a la izquierda
Sostenían que los únicos beneficiarios del crimen eran los enemigos de la clase obrera y del pueblo, pues reforzaban el aparato represivo del Estado y tendían a limitar las conquistas populares y sus derechos políticos.
En cuanto a los ataques sobre movimientos infiltrados pretendidamente marxistas; parece haber influido el aporte electoral de estos grupos a la elección de Perón, por los votos de grandes sectores de trabajadores. Eran votantes de la izquierda independientes, que quisieron reafirmar su voluntad revolucionaria sin dejar de ser peronistas y constituir una fuerza interna capaz de presionar al gobierno y obligarlo a adoptar medidas que excedían los criterios adoptados por Perón para su incipiente nueva gestión.
Tras el triunfo electoral de Perón en septiembre, Montoneros dejaría de denominarse Fuerzas Armadas Revolucionarias y se fusionaría con las Fuerzas Armadas Revolucionarias Argentinas el 12 de octubre de 1973; día de la asunción al poder. El objetivo expresado fue el de contribuir al proceso de reorganización y democratización del Movimiento Peronista para lograr la “participación orgánica” de la clase trabajadora para hacer efectivo los objetivos de Liberación Nacional y Justicia Social hacia la construcción del Socialismo Nacional y Unidad Latinoamericana, no siendo claro la renuncia al aparato armado y violencia revolucionaria.
Carta a Fidel Castro
En carta fechada en febrero de 1974, de Juan Domingo Perón a Fidel Castro manifiesta:
“Tanto usted amigo Fidel, como yo, llevamos muchos años de permanente lucha revolucionaria. Ello otorga una experiencia invalorable que es preciso transmitir a la juventud, para evitarle atrasos que se pagan siempre con dolor y sangre, inútilmente. La pujanza viril de la vida joven, para rendir verdaderos frutos a la Patria, debe ir acompañada de la cuota de sabiduría que otorga la experiencia.»
Incidente con Monteros
El 1° de mayo de 1974, la Plaza de Mayo de Buenos Aires fue escenario de la ruptura definitiva entre Perón y Montoneros; quienes se habían convertido en “infiltrados que trabajan adentro y que, traidoramente, son más peligrosos que los que trabajan desde afuera”, expresó Perón. Los gremios sindicales gritaron consignas: “¡Ni yanquis ni marxistas, peronistas!” y ¡Perón, Evita, la patria peronista!”.
Reivindicaría a la clase trabajadora argentina, como “columna vertebral del movimiento” y llevaría adelante los estandartes de la lucha. Las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y “hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años” refiriéndose Perón a Montoneros.
Teoría del cerco
Se formuló la denominada “teoría del cerco” ideada por algunos dirigentes de la izquierda peronista desde los acontecimientos de Ezeiza, sosteniendo que las intenciones de Perón seguían siendo revolucionarias, pero “el entorno” no le permitía informarse acerca de la real situación que atravesaba “el pueblo” y, por ende, tomaba decisiones erráticas.
La teoría permitiría salvar la imagen simbólica de Perón de sus prácticas concretas, siendo un intento de explicar las acciones del General, contrarias a sus expectativas, responsabilizando a las figuras que estaban rodeando al líder y entendiendo que este círculo le filtraba la información y tergiversaba los hechos.
Fernando Nadra
En un editorial sobre lo acontecido en Plaza de Mayo en “Nuestra Palabra” el 08 de mayo, Nadra dirigente del Partido Comunista Argentino título: “El Partido Comunista y lo de Plaza de Mayo”. Se mencionaba en cuanto al Presidente Perón, aunque se pueda hablar de “un rapto emocional o de una improvisación” provocada por la acción de los Montoneros; debemos decirle al Presidente que en nada ayuda al proceso revolucionario y, por el contrario, alienta a los verdaderos conspiradores de derecha, el duro ataque lanzado contra la juventud peronista.
Agregaba Nadra que nadie puede ignorar la juventud peronista y sus “aguerridos Montoneros” que constituyen el sector más combativo y más avanzado del peronismo, los más fieles a las pautas programáticas de liberación, y los que han dado, desde sus filas, la mayor cuota de sangre y de sacrificio en la lucha contra la dictadura.
El discurso y la actitud de Plaza de Mayo de Perón constituía un error evidente, que deberá corregirse de inmediato, para bien de la juventud peronista, para bien del país y para el buen éxito de la lucha contra el golpe de Estado y el neocolonialismo.
Reunión con Pinochet
Alegando una escala técnica de vuelo, se produjo el encuentro entre el general Augusto Pinochet y Perón, en mayo de 1974. Ocurrió en la base aérea de Morón, Argentina. Se condecoró a Pinochet con la Gran Cruz de la Orden de Mayo al Mérito Militar, otorgada por la delegación argentina, encabezada por el ministro de Defensa, Adolfo M. Savino. Perón había decretado tres días de duelo por la muerte de Allende por el golpe del 13 de septiembre y, al mismo tiempo, incluso antes de que lo hiciese EE UU, Argentina reconoció al régimen de Pinochet.
Se interpretó esta acción como un esfuerzo diplomático de llevar tranquilidad a las exigencias de la derecha. Perón había comprendido que la estabilidad de su gobierno estaba resentida en virtud que la violencia se había apoderado de la vida política Argentina forzándose a vincularse a grupos políticos de la derecha. Esperaba profundizar la relación con el Perú de Juan Velazco Alvarado; gobierno identificado de militares progresistas.
El 1 de julio fallecería el General, dando comienzo a un nuevo periodo de inestabilidad y represión de la historia Argentina. Asumiría el poder la vicepresidente y esposa de Perón, Isabel Martínez.