Opinión

La caotización de la vida cotidiana

La vida cotidiana para millones de venezolanos transcurre entre planear qué se puede comer, con qué se va a cocinar, administrar el agua que se ha guardado y ver de qué manera la basura no les genera problemas de salud, y eso solo beneficia, en términos políticos, al régimen de Nicolás Maduro

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La caotización de la vida cotidiana

El gobierno de Nicolás Maduro se empeña en asegurar que vivimos una etapa de bienestar. Nada más lejos de la realidad. Venezuela está atravesada por problemas de diverso calibre que afectan seriamente la vida cotidiana. Más allá de las cifras macroeconómicas, que tampoco muestran una mejoría de la vida económica, los servicios públicos se han hecho un verdadero caos.

Como parte de mis labores periodísticas conduzco un programa de radio diario por la red nacional de emisoras de Fe y Alegría. Una sección del programa la hacemos con periodistas y comunicadores de las distintas emisoras, la red tiene presencia en 13 estados del país, que acuden a las comunidades populares para poner el micrófono al servicio de la gente.

Esta sección inicialmente le llamamos «Las comunidades en este país» con el fin de vincular estos contenidos con el nombre del programa de radio. Luego nuestro colega, Héctor Escandell, subdirector de la red, bautizó acertadamente a estos contenidos como «Voces de la emergencia».

Estos reportes en el programa de radio, cuando se miran en su conjunto, nos muestran un país en el que hace años dejó de hacerse inversiones, en el cual la política de mantenimiento es no tener política. La rotura de tubos de aguas, blancas o negras; la falta de gas doméstico; los apagones cotidianos, o también los bajones recurrentes; las vías públicas en mal estado; la no recolección de la basura; junto al deterioro o hasta abandono de las edificaciones educativas o sanitarias.

Hay más. Sectores amplios que han estado y siguen estando sin internet o servicio de telefonía básica por largo tiempo, años o meses.

No se trata solamente de lo que reportan los colegas de la red radial de Fe y Alegría. El pasado 23 de septiembre, por ejemplo, al leer titulares de otros medios, los encabezados noticiosos eran de este tenor: un mes sin agua potable en Clarines (Anzóategui); el 89 de los laboratorios clínicos en centros de salud del Estado están inoperativos; en la urbanización Sucre (Barquisimeto) se cocina con leña dentro de los apartamentos tras siete meses sin gas doméstico.

Son estampas de un país destruido. Venezuela no ha registrado una guerra ni una catástrofe natural de envergadura en los últimos años, pero vivimos una especia de tierra arrasada como si hubiese ocurrido un fenómeno catastrófico.

Ni en la época de bonanza, ni ahora en los años de vacas flacas, el chavismo ha tenido una política de mantenimiento de los servicios públicos. En los años de oro, con Hugo Chávez en el poder, lo que hizo fue estatizarse todo. Empresas privadas que funcionaban bien, siendo privadas, como la Electricidad de Caracas o CANTV, fueron absorbidas por el Estado. Igual pasó con el manejo del gas doméstico.

En estos años de crisis, en tanto, no hay voluntad de reprivatizar en serio tales empresas de servicios públicos, tampoco un programa de inversión pública para recuperarlas. La política oficial en esta materia parece resumirse a esto: que los venezolanos resuelvan como puedan. Y así estamos.

La vida cotidiana para millones de venezolanos transcurre entre planear qué se puede comer, con qué se va a cocinar, administrar el agua que se ha guardado y ver de qué manera la basura no les genera problemas de salud. En muchos lugares las dinámicas domésticas se organizan según haya o no energía eléctrica. A esto se suma la crisis de gasolina y gasoil que es generalizada en el país que va más allá de Caracas.

Mientras millones de venezolanos emplean su energía vital principalmente en ver cómo sobreviven o cómo sortean las dificultades, no están ni estarán enfocados en una agenda para el cambio democrático en Venezuela. No es su prioridad, su prioridad es literalmente una lucha existencial.

La caotización que se vive en la vida venezolana es una situación que, en términos políticos, beneficia al régimen de Nicolás Maduro. Y esto es la fotografía de este momento, dado que en política nada es permanente, ciertamente.

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