La regla del juvenil se despide del fútbol venezolano generando un debate atípico en la comunidad balompédica de Venezuela: los interesados han expuesto sus posturas respecto a tal decisión con argumentos y con educación, algo a lo que no estamos acostumbrados quienes formamos parte de este micromundo conocido como FUTVE.
El fútbol venezolano ha tenido un crecimiento sostenido y la regla del juvenil aceleró este proceso de forma exponencial. Yo formo parte de las primeras generaciones de futbolistas que se vieron beneficiados por esta regla de forma directa; nos permitió no solo debutar, sino jugar continuamente en primera división a pesar de —al menos en mi caso y el de muchos otros— no tener el nivel suficiente para iniciarnos en el profesionalismo para el momento en que lo hicimos.
Lo anterior nos permitió tener un roce competitivo temprano, que terminó por catapultarnos a ligas de mejor nivel, creando así un ciclo virtuoso para nuestro fútbol porque esas transferencias dejan dinero a los clubes de origen, abren puertas a otros jugadores venezolanos y teóricamente mejoran al futbolista. Todo esto confluye en un valor mayor: la Selección Nacional puede disponer de más y mejores elementos.
Ese efecto positivo es muy evidente. Sin embargo, el gran logro de la regla fue que obligó de forma indirecta a que los clubes venezolanos se estructuraran a nivel de sus categorías inferiores. Empecé a jugar Serie Nacional sub-17 el mismo año en que se instauró la regla del juvenil en el país (2007). Esa temporada, con el Caracas FC, jugamos cuartos de final contra el colegio caraqueño San Agustín del Paraíso, semifinales contra Portuguesa y la final contra Lotería del Táchira.
La mayoría de los clubes de primera división no tenían categorías inferiores competitivas y la prueba de ello es que escuelas de fútbol como Lotería del Táchira o Academia Emeritense formaban muchos más jugadores que los equipos profesionales de sus respectivas ciudades. A partir de la regla eso cambió, en gran parte porque los clubes debían disponer de al menos cuatro o cinco jugadores juveniles que hicieran parte de su primer equipo.
Hoy en día, casi todos los clubes de Venezuela cuentan con unas categorías inferiores estructuradas y la inversión en esta área ocupa un lugar en los presupuestos de los clubes que antes no tenía.
Por supuesto que no todas las consecuencias de la regla fueron positivas. En los primeros años, muchos entrenadores realizaban el doble cambio del juvenil, causando graves problemas psicológicos en los jugadores involucrados. También hubo muchachos que no estaban preparados mentalmente para la presión que conlleva jugar en el fútbol profesional y fueron forzados a hacerlo.
Otro argumento que se ha leído mucho estos días y que tiene bastante sentido, es que se cortaron procesos de formación, incluso modificando la posición en el campo de algunos jugadores para que “estorbaran” lo menos posible en las alineaciones de sus equipos. También es cierto que si los equipos no cuentan con jugadores aptos para la competencia, el nivel de ésta inevitablemente va a ser menor al esperado.
La nueva propuesta del torneo de reservas suena muy interesante. Pienso que sería bueno que haya incentivos externos con los que se busque asegurar que los clubes de primera se tomen este torneo con la seriedad y compromiso que se espera, más allá de que el sentido común nos invite a pensar que así será, principalmente porque desde hace varios años la venta de jugadores jóvenes al extranjero se ha convertido en una importante fuente de ingreso de los equipos. Sin embargo, el sentido común y el fútbol venezolano sabemos que no siempre caminan de la mano.
La regla del juvenil fue un gran acierto. Ojalá su eliminación también lo sea. Los tiempos son cambiantes y las necesidades de ayer son diferentes a las de hoy. Solo el tiempo nos permitirá hacer un juicio de valor sobre esta decisión, pero yo hoy, escojo creer que es lo mejor para nuestro fútbol.