Opinión

Homenaje a Luli: un ángel caído del cielo

Luli fue diagnosticada con parálisis cerebral con microcefalia y lisencefalia. El pronóstico inicial era que sobreviviría máximo dos años, pero regaló casi 20 de alegrías y dejó muchas enseñanzas. A pesar de la tristeza por su partida, su tío Ricardo Adrianza habla de esta particular y dadivosa vida

Publicidad
Cortesía de la familia Adrianza

Cuando mi hermano Juan Carlos me concedió el honor de escribir el prólogo de su libro “Mi vida contigo”, sentí mucha emoción pues me permitía ser parte de un relato de vida maravilloso que se inició con un diagnóstico aplastante de vida para su recién nacida hija Luli.

Mi vida contigo, escrito en 2019 por Juan Carlos Adrianza, padre de Luli

Maria Victoria, Luli como cariñosamente la llamaban, fue diagnosticada con parálisis cerebral con microcefalia y lisencefalia, que se traducía en incapacidad para ver y escuchar. En general, una enfermedad que la condenaba a no disfrutar de una vida normal por el resto de su vida.

Los pronósticos iniciales daban un máximo de vida de dos años. Sin embargo, Luli se empeñó en demostrar que estos pronósticos estaban equivocados y regaló a mi hermano y familia, casi veinte años de anécdotas y lecciones de vida maravillosas, donde el amor incondicional fue uno de sus principales protagonistas.

Terminó el primer viaje

Mi sobrina Luli murió hace pocos días y muy a pesar del profundo dolor que hoy siente mi hermano, su esposa y sobrinos, y que sentimos en toda la familia, no puedo dejar de compartir en mi artículo las palabras escritas por Juan Carlos, que son una obra maestra de emociones y agradecimiento.

Estoy seguro de que, al leerlas, podrán adentrarse en esta historia y en este homenaje a la vida de un ángel que llegó a la familia prestada del cielo y así entender y conocer la pureza de un Ser a quienes “muchos supieron quién fue, pero pocos conocieron de verdad”.

“¡Terminó este primer viaje! Decidiste partir y en esa hora menguada fuiste sublime y poderosa como siempre. Te fuiste en paz, como tratando de que no nos diéramos cuenta de que te quisiste apagar de repente. Nos duele mucho. Estamos rotos en millones de pedazos mi Princesa. Estas horas han sido un huracán de emociones donde mis lágrimas superan por mucho a las sonrisas que me generan los innumerables recuerdos que durante casi 20 años tejimos juntos.

Intentar entender

No podemos intentar comprender qué sucede dentro de nosotros, porque no existe razonamiento alguno ante tanto dolor. Y, aunque desde el primer día esta era la probabilidad más alta en tu vida, hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para evitar que llegara. No tenemos consuelo, no podemos buscarlo.

Hoy solo quiero ser egoísta y pensar en que si paso por tu cuarto me llames papá, en que disfrutemos la música que tanto te gustaba mientras nos bañábamos juntos y en disfrutar el eterno ritual de morder con fuerza mis hombros cuando te cargaba en cualquier circunstancia, seguido de una larga carcajada cómplice porque sabías que papi lo disfrutaba.

Su pronóstico de vida era de dos años

¡Extraño todo de ti mi Pirichi! Como me dijo tu tío Rubén ayer, ¡siempre fuiste un ángel, solo que ahora tienes alas de verdad!

A buscar otro Universo

Recibimos incontables testimonios de como tu vida ha impactado en personas que ni siquiera te llegaron a conocer, y muchos más de las que tuvieron el privilegio de ver tu extraordinaria sonrisa.

Hace 20 años el mundo nos cambió por completo y ante tanta incertidumbre, miedo y angustia, aprendimos a vivir por y para ti. Adaptamos nuestros universos y los complementamos a ese Sistema Solar llamado Luli.

Luli rodeada de toda su familia. Vivió casi 20 años

Hoy tenemos que aprender a vivir sin ti, a desprendernos de esa órbita y buscar un nuevo Universo al cual aferrarnos, pero siempre con la promesa eterna de que tu enseñanza, tu alegría, tu sonrisa y todo tu amor nos va a acompañar y darnos la fuerzas que nos permitan volver a sonreír.

A pesar de mi dolor, me pongo de pie para rendirte este pequeño homenaje mi princesa valiente. Papi te promete que va a honrar tu memoria por el resto de sus días. ¡Nos volveremos a encontrar en el próximo viaje!”

La grandeza de Luli

Hermoso, ¿no?

Agregar algo más a esta sublime descripción de la vida de un ángel sería mezquino, pues la profundidad y el amor que se desborda de cada letra es apabullante.

Si citar las palabras de mi hermano Rubén, que rescataba la grandeza de “Luli” cuando comentó que “no tuvo que dar un paso para admirarla, no tuvo que hablar para comunicar hermosas lecciones a todos. Aún más, no necesitó un Play 5 para divertirse y convirtió el sacrificio de sus padres en una alegría diaria, en un gusto que les llenó la vida”.

¡Poco que decir y mucho que admirar!

Simplemente, me uno a cada uno de estos testimonios y reafirmo mi admiración eterna por mi hermano Juan Carlos, mi cuñada Vicmar y mis sobrinos, Juan Andrés y Juan Diego.

Juan Diego, Juan Andrés y Luli

He sido testigo de la entrega, el cuido abnegado y el amor incondicional que cada uno proveyó a Luli para brindarle las mejores condiciones de vida y voltear ese pronóstico inicial que predecía no disfrutar de una vida normal. Nada más lejos de la realidad. ¡Que maravillosa vida tuvo!

Hoy –a pesar del dolor que embarga a toda la familia– esa entrega ha tenido su recompensa, pues “Luli” a pesar de sus limitaciones, nos regaló profundas lecciones de vida que enfatizan en que los momentos más hermosos de la existencia se construyen día a día con lo que tenemos.

Me enseñan –una vez más– que nuestro paso por la vida significa algo más que poder ver y escuchar y que la vida es un viaje del alma. Y, de alma, ¡Luli tenía de sobra!

Publicidad
Publicidad