Opinión

La templanza de Táchira: el brasileño fue el aurinegro

En su columna 400, Carlos Domingues analiza la clasificación del equipo venezolano a los cuartos de final de la Copa Sudamericana. Así lo vivió

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AFP

Esta es la columna de opinión número 400 que escribo para El Estímulo. Es un número redondo, significativo, por lo que estaba pensando desde la semana pasada, el tema que iba a abordar aquí.

Suelo entregar los jueves la columna para que sea publicada los viernes. Jován Pulgarín es el buen editor que se encarga de recibirla, mejorarla en sus formas y publicarla. Hoy le pido que la publique el jueves, por favor, cuando leas esto, Jován.

Lo cierto es que cuando estaba considerando sobre qué escribir para la columna 400, vi que Táchira jugaba el miércoles 6 de julio en la noche. Quería que la columna fuera especial y pensé: ¿y si logran la hazaña de eliminar a Santos en Octavos? Difícil. Difícil porque la historia, las estadísticas, el nivel, todo estaba en contra. Además, el rival es un brasileño y nadie hasta ahora había sacado a un brasileño de alguna competencia continental en el “mata – mata” en este 2022.

Arriesgué en dejar el contenido para después del partido. Para quien escribe columna de opinión no hay nada peor que sentarse a entregar el material sin saber sobre qué vas a escribir. Decidí arriesgar, así como Alexandre Pallarés decidió arriesgar desde el comienzo en Vila Belmiro. Y aquí me quiero centrar porque ahí estuvo la clave de la clasificación.

Sí, Cristopher Varela se erigió como el héroe al detener dos cobros en la definición desde el punto penal y los cuatro que no fallaron su turno (Farías, Simisterra, Arace y Marlon) tuvieron el temple y la sangre helada para marcar la diferencia, pero la clave de todo estuvo en cómo Táchira encaró el comienzo: fue a buscar a Santos en su casa, en Vila Belmiro, donde brillaron Pelé, Neymar o Soteldo.

Varela fue clave para el pase del aurinegro (Paulo Pinto / AFP)

El gran primer tiempo del aurinegro tuvo en Robert Hernández su máximo exponente. Recuperado, el extremo es vital cuando quiere. Cova lanzando, Flores metiendo pierna en el medio, Chacón y sus carreras al contragolpe, la precisión de Garcés, la potencia de Uribe. Los de Pallarés anularon a Santos en el primer tiempo y solo vio peligro con algunos destellos del local después del atropellado 0-1 de Uribe, un gol de factura tropezada, diferente a la delicadeza con la que Táchira asumió encarar el partido.

La expulsión en Santos permitía soñar. Contra diez todo un segundo tiempo y el 0-1 a favor, el optimismo era gigante, sobre todo por lo que había enseñado Táchira en los primeros 45. No se debía cambiar nada: arriesgar, ir a buscar al rival, había sido una jugada magistral. ¿Por qué cambiar?

Había algo: Santos despertó en la eliminatoria. El tricampeón de Libertadores se mosqueó en el camerino y, sin temores, con diez futbolistas, fue fiel a su legendaria historia y logró empatar el partido. Deja vú de Pueblo Nuevo, donde Táchira bordó el fútbol y se tuvo que quedar con el 1-1 en el marcador.

Sin Robert Hernández, el mejor del partido, Táchira perdió precisión en ataque y velocidad en la reacción contragolpeadora, pero Simisterra suplió a Uribe y se vio más incisivo que el guaireño. Aún quedaba algo como para inclinar la balanza pero el mérito en el fútbol volvió a quedar en deuda y el destino, maldito destino, mandó a Táchira a definir todo desde el punto penal.

Y ahí, Táchira fue el brasileño. Decidió todo sin nervios, con una templanza impropia de un club venezolano. Sin miedo. No falló en absolutamente nada, pero tan importante como la precisión en todo, era el rostro de los ejecutantes y del propio Varela, quien se redimió (si era necesario hacerlo) en el mejor escenario posible. Eso es novedoso en nuestro fútbol, eso forma parte de algo nuevo, algo no habitual.

Quiero darle el merecido reconocimiento de tal logro, que no tuvo tintes de hazaña justo por la actitud con la que asumió la eliminatoria Táchira, a su técnico, Alex Pallarés y a su arquero, Christopher Varela: el fútbol les devolvió sus méritos de estar donde están. A ellos, que se han “bancado” las críticas con silencio y sí mucho trabajo, vaya ésta clasificación.

Gracias, Táchira. La columna 400 tenía que ser especial y nada más especial de lo que ustedes lograron.

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