Después del título alcanzado por Metropolitanos en el torneo 2022, el tiempo que resta para finalizar el año calendario y conectarlo con el inicio de la temporada 2023, deja un espacio lo suficientemente amplio como para debatir uno de los puntos que se ha puesto en la mesa luego de la final: el formato del torneo.
Si bien en los pasillos de la LIGAFUTVE parece ser un hecho el cambio del esquema de campeonato para 2023, yo quisiera analizar si realmente el que fue utilizado para esta campaña fue positivo o negativo, saber sus pros y sus contras. Lo cierto es que parece ser debut y despedida para este esquema, con un grupo de cuatro equipos que clasifican a Copa Libertadores tras quedar en los cuatro primeros lugares después de treinta fechas disputadas, y dos grupos que le dan a ocho equipos la posibilidad de disputar los cuatro cupos a Copa Sudamericana con un solo descenso a Segunda División.
En líneas generales, ese esquema no premia la regularidad, más allá de quien sea el que termine siendo campeón o tomando un cupo a la Sudamericana. El formato permite que todos los equipos luchen por un objetivo hasta la última fecha, en consecuencia, ningún club se descuelgue temprano en las posibilidades y sus directivos se desentiendan de algunas responsabilidades, como ha pasado con sabida experiencia en torneos anteriores, además que mantiene la emoción de todos los clubes y aficiones.
La final Metropolitanos – Monagas terminó siendo un reto porque al ser a único partido, en Caracas, donde Metropolitanos tiene escasa afición, reabrió el debate sobre la idoneidad de esta forma. Gente reclamando finales de ida y vuelta, algo parecido a lo que está sucediendo con la Copa Libertadores, prende la discusión sobre si las finales a partido único son viables en un fútbol como el criollo.
Y hay un “agravante” que terminó de algún modo afectando la programación logística de los equipos de Primera: la disputa de un muy costoso torneo de reservas. La realización de el campeonato de equipos B, con un formato casi igual al de Primera, exigió duramente a las arcas de los clubes.
Visto esto, creo que es necesario revisar el formato y me atrevo a proponer uno que sea más “justo”, que premie favorablemente a los más competitivos.
Si el tema es darle competitividad a todos los clubes, que puedan pelear por algo hasta el final, el formato de disputa de torneos Apertura y Clausura es el idóneo, porque si resbalaste en el primero, puedes acomodar la casa para competir en el segundo. 16 equipos con 15 fechas. Los ocho primeros clasifican (a la colombiana) a una fase final distribuida en dos grupos. Los dos primeros van a una semifinal para luego disputar una final que de un título de torneo corto.
La distribución de los cupos internacionales sería así: un cupo a fase de grupos de Libertadores para el líder de la tabla acumulada. El otro cupo surgirá de una final ida y vuelta entre los campeones del Apertura y el Clausura, el campeón del torneo. A las fases previas iría el perdedor de la gran final y el segundo lugar de la tabla acumulada. Los cupos a Copa Sudamericana se distribuyen en orden desde la tabla acumulada. Se jugaría un repechaje para el descenso entre el penúltimo de Primera y el Segundo de Segunda, con un descenso directo.
Más equitativo, con dos oportunidades para todos y premios a la regularidad mediante la tabla acumulada. Volver a formatos anteriores con revisión de cupos internacionales. Un break para rearmar y planificar. Es mi propuesta de formato para 2023.