Venezuela y esas ganas de formar parte de todo
Las celebraciones en diferentes plazas de Venezuela, tras el triunfo de Argentina en el Mundial, abren el debate. ¿Falta de identidad? ¿"Pastelerismo"? O tal vez: el venezolano es así y ya
Las celebraciones en diferentes plazas de Venezuela, tras el triunfo de Argentina en el Mundial, abren el debate. ¿Falta de identidad? ¿"Pastelerismo"? O tal vez: el venezolano es así y ya
«Al venezolano más que el deporte en sí, le gusta la fiesta alrededor del propio juego». La primera vez que le escuché esta frase a una persona muy exitosa en el mercadeo deportivo, me indigné. Comenzaba a dar mis primeros pasos en el periodismo, le había dedicado una tesis al fútbol venezolano, tratando de entender por qué las personas no iban a los partidos locales y por qué los canales preferían pasar enlatados de resúmenes de fútbol italiano, español y portugués antes que cubrir el campeonato nacional.
Con el ímpetu de la inexperiencia, mi conclusión era realmente básica: si se mejoraban las transmisiones, si se invertía en publicidad, si se elaboraba un plan a largo plazo, el fútbol venezolano podría penetrar en las zonas populares donde regularmente reinaban el béisbol y el baloncesto. Luego sucedieron algunos hechos interesantes. Hubo un boom Vinotinto con Richard Páez, una Copa América que impulsó el promedio de asistencia en los recintos locales y finalmente, Rafael Esquivel fue sentenciado por lo que muchos habíamos denunciado: corrupción. ¿Redundó todo esto en un verdadero apoyo al fútbol criollo y en la mayor competitividad de la selección nacional? No.
Pasaron unos cuantos años entre mi tesis y la oportunidad de trabajar y luego dirigir un medio deportivo, Líder. De nuevo la ingenuidad: la teoría decía que si hacíamos todo lo diferente a lo que Meridiano, el periódico por lejos más leídos del país, captaríamos a esa audiencia abandonada. Se le dio un despliegue único al fútbol venezolano. Hasta 15 páginas para cubrir el campeonato y a la selección. ¿El resultado? Negativo. Si existía un público hambriento de información futbolera, no parecía interesado en acompañarnos.
Desde que estuve en Líder, entre 2007 y 2014 (primero como coordinador de la selección de fútbol y los últimos dos años como director), presencié y luego coordiné directamente el presupuesto para seguir tanto a la selección como a los propios equipos, incluso fuera del país. Se contrataron a los mejores periodistas, y se establecieron conexiones con jugadores y técnicos para tener regularmente exclusivas. El propio medio me había enviado a España, en un convenio con Marca, para ver qué se podía copiar del seguimiento a la Liga y extrapolarlo al país. También en El Tiempo de Bogotá.
Cuando hubo cambio de dirección en el periódico, precisamente por las pocas ventas, quienes asumimos el control (el fallecido Antonio Guerra era la otra persona al mando), decidimos invertir en estudios para intentar comprender al consumidor de noticias deportivas. Así, planificamos varios talleres. Uno con lectores de Meridiano y otros de Líder. Lo que conseguimos nos sorprendió: realmente del 100% de compradores del primero, solo el 30% estaba realmente interesado en deportes como béisbol, fútbol o baloncesto. El 70%, lo adquiría para estar al tanto de los datos o resultados de lotería e hipismo, farándula y horóscopo.
En cuanto a los compradores de Líder, eran más fieles al deporte, pero no deseaban que el periódico le diera tanto protagonismo al balompié. Ahí comenzó el giro y la recuperación en las ventas. En efecto, con un seguimiento diario de las portadas, pudimos constatar que Líder se vendía más cuando aparecía en la primera plana una imagen de los Leones, Magallanes o un pelotero renombrado. Habían excepciones, claro. Por ejemplo, cuando Caracas FC ganaba algo importante o la Vinotinto estaba en buena racha.
Con el tiempo, siguiendo siempre estudios estadísticos, se le tomó el pulso a la audiencia. Sin embargo, cada vez era más obvio lo obvio: el público que realmente sigue el deporte en el país es muy reducido. A diferencia de la creencia popular, el venezolano tiene otros intereses por encima de ir al estadio y si el béisbol ha logrado mantener cierto liderazgo en el promedio de asistencia, es precisamente por lo que dijo la persona que cité al inicio: porque la pelota es lo más parecido a una rumba (entre cada inning se puede comprar cerveza, o joder con el compañero de asiento).
Y para el venezolano, la mayor de las fiestas es el Mundial. Que sea Brasil, Argentina o Francia da igual, el jodedor quiere estar allí, formando parte de ese algo que le es ajeno ya que la Vinotinto no ha conseguido dar el paso de calidad que se requiere para esta en un Mundial. La realidad es que la afinidad por la Albiceleste, vistas las celebraciones en el país, no responden al «buen trato de los emigrantes». Esta forma de ser, que algunos llaman despectivamente «pastelerismo», es una forma de vivir el Mundial del criollo promedio desde hace décadas.
He estado en casi toda Sudamerica y en algunos países europeos; vi torneos, competiciones y celebraciones, y en ningún otro lugar he presenciado que grandes agrupaciones festejen como propios los triunfos de otros equipos y selecciones. En Venezuela, históricamente, es un plan. El énfasis, esta vez, podría ser que estaba involucrado uno de los mejores o el mejor jugador de la historia, Messi. Hay allí una conexión que viene desde el Barcelona y entra aquí de nuevo otro elemento: la influencia del fútbol español en el país.
En los estudios mencionados, cuando se le preguntaba a un fanático promedio, rápidamente y sin darle opciones, sobre los equipos preferidos, los encuestados solían responder Real Madrid o Barcelona . Era lo primero que les venía a la cabeza. Solo cuando limitabas la interrogante, por ejemplo, «del torneo local», señalaban a Caracas, Táchira o cualquier otro. Otro tanto sucedía en el béisbol: Yanquis y Boston eran los preferidos. Hay pues, una indudable tendencia a sobreponer lo foráneo por lo propio.
¿Está mal que un venezolano se ponga la camisa de Argentina o Brasil? Para nada. Defiendo que cada ser humano puede hacer con su vida lo que quiere siempre y cuando no dañe al otro. No obstante, está muy claro que hay un reto muy grande para la Federación Venezolana de Fútbol, medios de comunicación y dueños de equipos, si quieren conseguir ese sentido de pertenencia que es tan necesario para alcanzar objetivos grandes. Después de todo, ¿no es precisamente ese amor que «nadie entiende» de los argentinos por su camiseta lo que hoy tanto se elogia?