Opinión

¿Ciertamente es “así de fácil”?

A propósito del reciente episodio en redes sociales sobre la hija de Evaluna Montaner y Camilo Echeverry, la columnista Carolina Jaimes Branger aborda el asunto de la crianza de niños "no binarios"

Publicidad
camilo

Leo en las redes sobre una “explosión” de ira del cantante colombiano Camilo Echeverry, casado con la actriz venezolana Evaluna Montaner, para más señas, hija de Ricardo Montaner. Tuvo que ver con su bebé, una niña que nació en abril del año pasado, a quien llamaron Índigo y que según declaraciones de los propios padres y que ahora desmienten -como alegan en muchos sitios web- decidieron criar como “no binaria”, es decir, que escogerá su género cuando pueda decidir por sí misma.

En un tuit que es tendencia mundial cuando escribo estas líneas, Camilo escribió: “Hace varios días, recibimos una bocanada de preguntas y de intensidad de los medios de comunicación acerca de una supuesta noticia que aseguraba que nosotros decidimos que nuestra hija sería reconocida como no binaria”, comenzó el cantante colombiano. Y siguió: “Respetamos profundamente a las personas que toman esta decisión, pero no es nuestro caso. Sacaron de contexto unos videos y entrevistas, donde nos referíamos a Índigo de manera neutral, porque hasta el día en que nació nunca supimos su sexo”. Algo tan simple como que no sabían si iba a ser niña o niño, porque decidieron no saberlo hasta el momento del nacimiento, se convirtió en una avalancha de comentarios, la mayoría destructores.

Me imagino lo difícil que debe ser para personas famosas como ellos ser perseguidos, escrutados, criticados y juzgados por las redes sociales. Ya no solo son los paparazzi de quienes tienen que huir, sino legiones de seguidores que viven sus vidas a través de quienes consideran “influencers”, para bien o para mal. El “influencer” deja de ser persona para ser objeto de los amores y los odios de sus seguidores.

Pero este tema de los no binarios, que aparentemente en el caso de los Echeverry Montaner no es tal, merece reflexión. En una reunión con amigas del colegio hace unos días, una de ellas comentó que a una pareja conocida suya les había nacido una nieta en Europa. Llegaron a conocerla, cargados de regalos, donde venía mucha ropita “de niña”. Quedaron atónitos cuando su hija se los devolvió y les dijo que ellos no querían “meterle en la cabeza la idea de que era una niña… que más tarde en su vida “elle misme” decidiría su género”.

Me parece que este tema está yendo demasiado lejos, sin tomar en cuenta las consecuencias. ¿Cuál es el problema de criar a alguien que ha nacido con los cromosomas XX como una mujer y a otro que haya nacido XY como un hombre? Creo que ya hemos avanzado lo suficiente como para no educar encasillando situaciones como que las niñas juegan con muñecas y los varones con pistolas. Que las niñas serán amas de casa y se ocuparán de sus hijos, como Susanita, y los varones serán los proveedores. Que las niñas son “de su hogar” y los varones “de la calle”. Estamos en un mundo donde hay mayor conciencia de muchas situaciones y los padres deben educar a sus hijos con amplitud y darles la seguridad de que cuentan con su amor y su apoyo en cualquier decisión de vida que decidan tomar. Pero eso no significa que, como sugieren los que se han ido al otro extremo, los niños sean criados, por ejemplo, sin saber si son hembras o varones.

Aunque no existen datos precisos sobre el tamaño de la población trans en el mundo, estimaciones recientes y confiables, como las de Reisner et al de 2014, sugieren una prevalencia de 0,3 a 0,5% de personas que se identifican como tales. Entiendo perfectamente los casos donde las personas se sienten atrapadas dentro de cuerpos que no perciben como suyos, con genitales que sienten que no les pertenecen. Estoy de acuerdo que, de ser así, se sometan al procedimiento de cambio de sexo. Conozco a varias personas que ya lo han hecho o están en vías de hacerlo y me imagino lo difícil que debe ser todo el proceso. Empatizo con ellos. Pero de allí al caso de que los niños no posean una identificación sexual hay un largo trecho. ¿No es acaso crearles una confusión, innecesaria por demás? Me parece mucho peor todavía operarlos para cambiarles el sexo antes de su despertar sexual, porque hay médicos que dicen “que es más fácil”. No dudo que sea “más fácil”. Pero, si cambian de opinión después, ¿hay vuelta para atrás? ¿Es que ciertamente es “así de fácil”?… Abro el debate.

En “El libro de la selva” el escritor Rudyard Kipling cuenta la historia de Mowgli, un niño criado por lobos en las selvas de la India. ¿Ficción? No. La historia de Dina Sinachar, el “niño lobo indio”, se ha contado una y otra vez y probablemente de ella tomó Kipling la idea para su obra.

En 1872, unos cazadores vagaban por la jungla del distrito de Bulandshahr en Uttar Pradesh cuando se encontraron con una manada de lobos. La manada era bastante peculiar porque tenía un miembro que no se parecía a los demás: era un niño que caminaba a cuatro patas. Entonces los cazadores siguieron a los lobos para rescatarlo de lo que pensaban era un peligro, por lo que prendieron fuego a su guarida. Para resumir, sacaron al niño de la naturaleza y lo llevaron a un orfanato en Agra.

En el momento del rescate el niño tenía unos seis años. No hablaba idioma alguno -solo emitía aullidos, como los lobos- y no sabía caminar como los demás seres humanos. Comía carne cruda y masticaba huesos para afilar los dientes. Tan pronto como llegó al Orfanato de la Misión Sikandra, se le dio un nombre: Dina Sinachar. Sin embargo, nunca pudo integrarse completamente a la sociedad: la comunicación siempre fue un problema. Sinachar aprendió a fumar de los misioneros en el orfanato y desarrolló una tuberculosis que lo mató cuando solo tenía 29 años.

Dina Sinachar era un ser humano, no era un lobo, pero se creyó lobo porque no tuvo alternativa. Si a un niño se le generan dudas desde que nace sobre su sexo y su género, lo más probable es que se le cree una terrible confusión, sobre todo porque la abrumadora mayoría de los seres humanos responden a su condición orgánica: son mujeres u hombres. Y ojo, no estoy hablando de homosexualidad, que es una preferencia sexual, no un sexo. Hay casos, como ya dije, de transexualidad, en los que las personas se sienten del sexo contrario. Mi humilde opinión es que a esas personas, adultas y conscientes del paso que van a dar, se les apoye en todo su proceso y se les respete su decisión. Pero a los niños, en estos tiempos con infancias cada vez más cortas, hay que dejarlos ser niños… Ya tendrán bastante tiempo para ser adultos y tomar sus decisiones basados en hechos reales y no en confusiones procesadas por sus mentes inmaduras, influenciables y sugestionables.

Publicidad
Publicidad