La elección primaria nacional para escoger la candidatura presidencial unitaria de la oposición avanza. Los detalles organizativos y logísticos nunca son mera “carpintería”, como solemos decir los venezolanos, equivocadamente, para expresar que la tarea por hacer es poca o menos importante.
Por un lado, sabemos que “el diablo está en los detalles”. Por el otro, nunca podemos olvidar, ni siquiera por un instante, que el contexto de este proceso es agresivamente antidemocrático, pues el poder lo detenta una minoría que no quiere aflojarlo, así que la responsabilidad del liderazgo alternativo a este grupo y su modo de mandar es enorme, porque se trata de garantizar a la mayoría nacional la oportunidad de decidir en la ventana constitucional que se abre en 2024.
Definidos los centros de votación y las mesas en todas las parroquias del país, en formación los equipos humanos de miembros de mesa y testigos de los candidatos y en producción el material electoral, el proceso en sí está en buenas manos. Hay una comisión nacional a la altura por su solvencia y respetabilidad, a su lado profesionales y técnicos del mejor nivel en nuestro país, con conocimientos y experiencia. También Juntas Regionales trabajando con dedicación y competencia, integradas por personas reconocidas que generan confianza en su circunscripción. Comisión y juntas funcionan basadas en el voluntariado, sacando el jugo a recursos escasos para que rindan al máximo. Tienen, justo es reconocerlo, el apoyo de los partidos, cuyo conocimiento del terreno ayuda mucho a tomar las decisiones y más allá de naturales divergencias en tal o cual aspecto, de solución más lenta o más pronta, van demostrando capacidad para ponerse de acuerdo y cooperar a que siga el desarrollo de una operación de considerable complejidad.
Los y las aspirantes a la candidatura se movilizan por el país. Varios de ellos han sido objeto de actos de violencia que deberían tener una condena categórica de las autoridades, aparte de las actuaciones policiales y judiciales pertinentes. Eso no ocurre. Alguno dirá que es natural, que qué otra cosa se puede esperar de esta gente. Yo no estoy de acuerdo. Si se combina el silencio ante hechos francamente delictivos con el discurso que los promueve o justifica, el resultado es un arma letal contra la democracia y la paz. Esa paz, por cierto, que con justicia todos queremos en la hermana y vecina Colombia, pero contrasta la buena disposición gubernamental a contribuir a ella, con la altanera hostilidad que profesan hacia sus conciudadanos.
Por otra parte, la conducta exigible a los funcionarios es la dictada por la Constitución que ellos y ellas han jurado cumplir y hacer cumplir. No tenemos los ciudadanos por qué conformarnos con menos.
“Votaré por X, si hay Primaria” es frase que hemos escuchado más de una vez. El lugar común es que la Primaria está amenazada. Una propaganda socarrona sugiere que la amenaza es dual, es decir extra e intra-opositora. Es la misma que hace taxonomías interesadas del campo democrático. Otra visión, no necesariamente propagandística, parte de la base real del interés del poder en que se minimicen o se desordenen. De allí vendrán empujones, zancadillas y bloqueos.
Recordémoslo. Al efecto, la mejor alerta es la que sea tan concertada como discreta.
Hay que salvar la Primaria por lo mismo que preservar la ruta electoral, de donde el oficialismo querrá sacarnos, mediante la división o el desaliento. Estemos claros en nuestra responsabilidad principal: que el ochenta por ciento de los venezolanos que quiere cambio pueda decidir en 2024.