Como lo había comentado Oscar Medina, con su estilo ácido y certero, al cumplirse un año de la desaparición pública de Tareck El Aissami, el otrora hombre de poder del chavismo, que se había codeado con jefes de Estado aliados, autócratas y caudillos en Rusia, Irán, Siria y Turquía, éste sencillamente había pasado a ser Lord Voldemort.
Como el personaje de la serie de novelas de Harry Potter llevadas al cine, El Aissami había sido durante un año «el que no debe ser nombrado». 385 días después de su último mensaje en Twitter, la pantalla de VTV lo mostró este 9 de abril, sin el overol naranja que le pusieron a sus allegados, pero ya condenado con el discurso de su tocayo, el fiscal general Tarek William Saab.
“Este sujeto El Aissami”, le llamó el fiscal que designó una extinta asamblea nacional constituyente, y quien permanece al frente de la fiscalía precisamente por esa falta de acuerdos que se vive puertas adentro del chavismo.
El Aissami es traidor a la patria, proxeneta, conspirador, corrupto, pran, entre otros tantos señalamientos de un Saab que durante un año olímpicamente evadió mencionar al ex vicepresidente, ex ministro y ex gobernador, pese a que todo el círculo íntimo de éste era mostrado y denunciado por el gran desfalco a la nación, cuando justamente más se necesitaban fondos para atender a la crisis humanitaria que generaron las sanciones, según reza ya la narrativa del chavismo.
Este sujeto El Aissami fue soltado a los leones de una plaza pública, como sucedía en la antigua Roma, para ser devorado en este caso simbólicamente. ¿Por qué ahora? ¿Qué se está tramando? han sido preguntas recurrentes en unas redes sociales en las que de nuevo el chavismo parece controlar o guiar la narrativa. La inhabilitación de María Corina Machado, los obstáculos para que Corina Yoris se inscribiera, el saco de gatos que es hoy la variopinta oposición venezolana, hasta las burlas a Manuel Rosales pasaron a un segundo plano. Así vamos.
Mediáticamente, como en otros casos de la fiscalía afín al chavismo, El Aissami ya fue sentenciado por el discurso de Saab que lo responsabilizó de haber lanzando “100 bombas atómicas” contra la economía de Venezuela cuando justamente el gobierno de Maduro hacía frente a las sanciones de Estados Unidos y las finanzas públicas estaban en su peor momento.
Este es el epílogo de El Aissami, sin duda. Es la caída de El Aissami y posiblemente la decisión del chavismo de cruzar el Rubicón. Una vez que se monta una acción de este tipo, que incluyeron tener “guardado” por más de un año a un ex alto funcionario (uno de los suyos, de esos que gravitaron de un puesto a otro en las altas esferas del poder) y presentarlo al público, en un escenario y momento elegido cuidadosamente, literalmente lanzarlo al coliseo, con fines no precisamente de hacer justicia, difícilmente se podrá volver atrás.
«En virtud de las investigaciones que se han iniciado sobre graves hechos de corrupción en PDVSA, he tomado la decisión de presentar mi renuncia como ministro de Petróleo, con el propósito de apoyar, acompañar y respaldar totalmente este proceso», fue el último mensaje de El Aissami en Twitter, el 20 de marzo de 2023. Fue su despedida pública.
La periodista especializada en seguridad y defensa, Sebastiana Bárraez, confirmó este martes que El Aissami permanecía en una casa de seguridad dentro de las instalaciones militares de Fuerte Tiuna, al sur de Caracas. ¿Estuvo incomunicado? ¿Ha podido escoger a sus abogados? ¿Por qué nadie dentro del chavismo se atrevía a preguntar por él -públicamente- en todo este tiempo?
Con la confirmación de que El Aissami será enjuiciado, y pocos dudan de que terminara siendo sentenciado, se pone punto final a una suerte de suspenso que se mantenía en torno a esta trama de corrupción.
Ha sido una decisión política, como todas las que se toman en el chavismo y más en este 2024 en el que se juegan su permanencia, larga como aspiran, controlando el poder en Venezuela. El Aissami es, posiblemente, una pieza de peso, una suerte de alfil, pero sacrificado al fin y al cabo en una partida de ajedrez en la que se está jugando el porvenir venezolano.