Venezuela

Plagas bíblicas atormentan a la Venezuela del siglo 21

Por estos días en que buena parte de los católicos ejercitan su fe en la Semana Mayor, vale enumerar el balance de una era en la que todo esto ha estado a cargo de reyes severos, intransigentes, afectos al pensamiento único y a métodos hoy día políticamente incorrectos para hacer cumplir sus designios. La principal herencia parece ser una sarta de plagas bíblicas que atormentan a todos los que habitan en esta Venezuela del siglo XXI.

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Foto: Carlos Hernández

El olor de la sangre

Primero se afincó –y sería la más duradera– una plaga de sangre, sangre real, no agua pintada. No sólo las orillas del Orinoco y del Guaire se tiñeron del rojo de la hemoglobina derramada por primogénitos y benjamines. También lo hicieron las calles, canales y veredas, hasta llevar la espantosa cifra anual de hijos y no hijos del Jehová criollo aniquilados a una de las más altas tasas del mundo en tiempos de paz.

“El Corazón del Faraón se ha endurecido, y rehúsa dejar ir al pueblo”, había concluido Yaahvé en un momento, después de transformar sus garrotes en serpientes.

El agua

Ya se había puesto difícil, por cierto, beber agua limpia. Sin necesidad de que la sangre llegara a los ríos, ya el agua salía por las cisternas, pozos y llaves del chorro con un olor medio raro, un sabor a metales pesados, como los de las espadas de los filisteos (¿ya habían entrado en escena los filisteos?). No todos los peces se habían muerto, pero igual escaseaban: ni vendiendo ovejas y camellos se podría pagar el pargo fresco.

He aquí que entonces se mezclaron todas las demás plagas en el libreto para hacerlo más corto. Cómo la mayoría del pueblo no se quería ir a ninguna parte y además los pasajes estaban caros y en dólares, comenzaron a buscar formas de quedarse. Lo hicieron pese al miedo: todas las plagas parecían juntarse en muchos montones y la tierra apestaba, pues nadie recogía la basura, no había repuestos para los camiones.

Zancudos

“Castigaré todo tu territorio con una plaga de ranas”, exclamó el dios. Después accedió a eliminarlas a ver si los otros cedían, pero parece que provocó un desastre ecológico porque lo que proliferó entonces fue un ejército de zancudos que al igual que los anfibios “subirán y entrarán en tu casa y en tu dormitorio, y sobre tu cama. Entrarán en las casas de tus servidores y de tu pueblo. Entrarán en tus hornos y en tus artesas de amasar”.

Pese al calorón, las mujeres tuvieron que dejar de usar faldas en casas y oficinas y los hombres optaron por ropa manga larga porque los mosquitos estos traían epidemias de dengue, zika y chikungunya. En las tiendas del desierto y los oasis no había ni plaquitas, ni baygón, ni espirales, de modo ante el olvido del responsable, crecieron y se multiplicaron las enfermedades mientras los habitantes de esa tierra exclamaban al cielo o llamaban a María. Casi que extrañaban las ranas que se alimentaban de los zancudos.

Acaeció entonces que las plagas de piojos y moscas se juntaron en una sola. En escuelas y liceos abundaban los primeros mientras que las densas nubes de moscas se abatían sobre las casas y comercios de todos. Entraban por las ventanas y puertas, mientras las alcaldías argumentaban que la basura era un castigo de Yahvé por haberse opuesto a sus mandatos en elecciones previas.

El ganado

¡Ajá! No hay que olvidar la plaga del ganado. Desde hacía tiempo la carne era más cara que un banquete de recibimiento y para colmo vino una terrible peste de expropiaciones, importaciones, precios controlados a puerta de corral y enfermedades no tratadas que diezmaron los rebaños en todas las comarcas y entre tribus y clanes. Hasta un barco con 5.000 reses terminó hundido en un río de un país vecino, antes de lograr llegar al matadero venezolano de su destino.

Escasez

Con sus designios implacables Yahvé volvió a la carga y ordenó que se esparciera sobre el pueblo una plaga de úlceras y de paso incluyera fiebres tropicales, hipertensiones, diabetes, convulsiones, cánceres y otras dolencias. “¡Eso sí!”, masculló, “asegúrate de que no lleguen a tiempo los remedios” a ninguna de las farmacias.

Petróleo

Otro azote sobrevenido hizo que se desplomara el precio del maná que brota de la tierra. De esta forma colapsaron las arcas del reino, ha perdido 70% de sus ingresos en sólo un año. Afuera, caravanas de cobradores desfilan pidiendo unos dineros que ya no existen.

Langostas

“Cubrieron la superficie de toda la tierra, de modo que la tierra se oscureció. Devoraron toda la hierba y todo el fruto de los árboles. No quedó nada verde [sobre todo si eso verde tenía la cara de George Washington], ni en los árboles, ni en la hierba del campo”.

Las langostas lograron acabar con las reservas de grano y oro, de repuestos y remedios, de maquinarias para las bombas de agua y con los dólares preferenciales, para los proyectos que quedaron a media asta.

Las arcas estaban vacías desde la época de las vacas gordas de Faraón, de modo que ahora que se entraba a la etapa de las vacas flacas y los prados estaban mustios, ya hacía tiempo estaban agotadas las reservas de arroz, cebada, trigo y caraotas negras.

Oscuridad

Alguien, había extendido la mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas por toda la tierra. Pero se le olvido subir el interruptor de las inversiones en generación y distribución de la electricidad, para dedicarse a otros asuntos, entre ellos fomentar la palabra divina del Plan de la Patria, unas leyes escritas en piedras desde los tiempos en que el ungido era verbo y no se había convertido en espíritu.

De modo pues, que la oscuridad se extendió por mucho más de tres días, tomó calles y autopistas, ciudades y aldeas, tiendas y fábricas. Comenzaron apagones diarios, especialmente en ciudades lejanas a palacio. En medio del calorón, no había como refrescar las campamentos ni casas. La gente se recogía temprano por miedo a la primera plaga que reina por encima de todas las otras, y porque después de las 6:00 pm, las tinieblas asustan como las llagas. Ni siquiera los elegidos tenían claridad en sus moradas.

Máquinas y equipos se dañaban, junto con los bastimentos en las neveras, los bazares y comercios se paralizaban, la economía solo se movía al mismo ritmo de la luz del sol.

Sequía

En esta versión moderna, la sequía se extendió por toda la comarca, empeorando el racionamiento, las hidro solo ponían el agua dos o tres veces por semana y por algunas horas; si las bombas de edificios y colinas se dañaban no había como repararlas por falta de repuestos y de dólares para comprarlos. Necesario era pues bañarse sólo durante tres minutos y con totumas, como había prescrito Yahvé un día en su paso por la tierra.

Los reservorios en los oasis comenzaron a mermar de modo que en la conjunción con otra de las plagas de la lista habrá de faltar más luz porque los chorritos de agua no bastarán para mover turbinas.

De modo pues, que la oscuridad se ha cernido sobre este reino y amenaza con perpetuarse, junto con las discusiones en la Asamblea Nacional y en los debates en las comisiones de notables llamados por el Faraón para espantar las plagas que él mismo creo, heredó, o propició.

(Este artículo fue publicado originalmente el 30 de enero de 2016)

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