El 5 de noviembre de este año salió a la luz pública un documento del departamento de cirugía del Hospital Universitario de Caracas (HUC) firmado por el subdirector del recinto, Pablo Castillo, que rechazó un lote de insumos donados por parte de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) al departamento de cirugías.
Los médicos no estaban enterados de la negativa y mucho menos del lote de medicamentos que habían sido enviados. La información les llegó a través de los medios de comunicación que comenzaron a circular el pronunciamiento.
Luego de que la noticia corriera, y ante la indignación general, la directiva decidió hacer un segundo llamado donde responsabilizó de la negativa al Ministerio de Salud, alegando que MSF no cuenta con el registro sanitario para ingresar al país. Planteó que Venezuela es “víctima de la guerra económica”, del “bloqueo” y que al mismo tiempo “posee los recursos suficientes para la adquisición de todos los medicamentos que el pueblo necesita”.
A pesar del comunicado de las autoridades del centro de salud, Sara* no puede atender su diarrea en El Clínico. Según el doctor Luis Acacias*, se necesitaría un tensiómetro o un estetoscopio para medir signos vitales, pero en el hospital solo los médicos que han comprado sus propios equipos podrían hacerlo.
Luego se le tendría que examinar en una camilla, pero en los cuartos que aún están abiertos, las camillas están oxidadas, rotas, sucias y a veces sin colchoneta. “Y cuando hay están llenas de sangre, secreciones, heces, orina de otro paciente que capaz murió hace 10 minutos, le pasan un pañito arriba y ahí se acuesta al siguiente”.
Para examinar su sangre no hay yelcos, ni adhesivos, ni guantes. Tendría que tomar la muestra de heces en un baño sin agua compartido por otros 50 pacientes en emergencia, muchas veces utilizando un tobo para bajar la poceta.
Finalmente el bioanalista tampoco cuenta con agua y no podría procesar la muestra.
“Supongamos que logré hacerle el diagnóstico de la bacteria. No hay antibiótico ni antiparasitarios ¿qué le pongo?” se pregunta Acacias.
La situación sanitaria venezolana llegó hace meses a oídos internacionales. En un informe del pasado 9 de febrero, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnur) hizo un llamado urgente al gobierno venezolano “a que tome medidas para enfrentar la crisis, y a la comunidad internacional de apoyar para evitar una tragedia de grandes proporciones”.
“La población en Venezuela está sufriendo múltiples violaciones a sus derechos humanos. Muchas personas están sufriendo desnutrición, y la situación de salud ha alcanzado niveles intolerables, especialmente para las personas que sufren de enfermedades crónicas y terminales, tales como diabetes, deficiencia renal y cáncer”, agrega el comisionado.
El gobierno se niega a reconocer la existencia de una crisis sanitaria en el país, pero la página del HCU reseñó en sus titulares del 13 de noviembre que llegaron 22 toneladas de insumos a través de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que beneficiarían a 500.000 pacientes en 18 hospitales.
Al día siguiente, la misma página comunicó que el Ejecutivo pidió auxilio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) para mediar ante el “bloqueo estadounidense”.
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En un mismo día en el Clínico pueden convivir pacientes con malaria, tuberculosis y paludismo. Parecido al nivel más bajo del infierno, la falta de aire acondicionado acalora a los internados, pero genera un ambiente cómodo para las moscas y mosquitos que los circundan.
Aún con una sonrisa, Acacias atiende todas las consultas de sus pacientes.
– ¿Ya habías tenido Paludismo antes?, le pregunta a la mujer sentada en una silla que tiene en frente.
Sí, con esta serían nueve veces.
– ¿Y a la novena te das cuenta de que no puedes seguir yendo a El Callao?, dice entre risas
Es que si voy de nuevo me muero, sentenció la paciente
Según la profesora de Parasitología de la Escuela Vargas de medicina, Lorena Pocaterra, aunque los mosquitos que son capaces de contagiar paludismo o malaria no son típicos en Caracas, lo ideal sería que estos pacientes estuvieran cubiertos por mosquiteros.
En otros pisos, hay pacientes con difteria sin aviso de cuarentena.
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La falta de acceso a los servicios públicos ha restringido el ingreso de muchos pacientes al HCU. El hospital tiene cinco departamentos: medicina, cirugía, obstetricia, pediatría y emergencia. Solo en el servicio de hospitalización hay 45 de 150 camas cerradas porque sus baños no están disponibles. La razón se evidencia en los carteles de papel y marcador sobre sus puertas: “no hay agua”.
Esto constituye un riesgo a la salud de los pacientes, que además de lidiar con la enfermedad, por verse expuestos al contagio de bacterias sin la posibilidad de lavar sus manos e imposibilita, además, la toma de muestras de heces dentro del hospital ya que no hay garantías de su limpieza.
Sin embargo, no solo los ingresados adolecen de una crítica situación sanitaria en el recinto. Entre los problemas que el hospital ha tenido con las cañerías, sus trabajadores padecieron la explosión de una tubería que derramó agua contaminada con desechos sobre el pasillo del piso 3 de Medicina 1 a principios de este año.
Otro episodio de aguas tóxicas ocurrió en la morgue ubicada en el sótano. En contra de lo establecido por la reglamentación sanitaria, dentro se acumulan hasta tres difuntos en cavas con la capacidad de uno. En octubre una se dañó y causó el desborde de líquidos de los cuerpos descompuestos.
El comienzo: Desesperando en emergencias
Los pacientes de emergencias esperan tirados junto a sus bolsos en el suelo del pasillo para ser atendidos. La lista de espera puede durar meses hasta que se desocupe una cama para hospitalizarlos o lleguen los medicamentos que necesitan para ingresarlos.
En ese caso, tienden a referirlos a otros centros de salud, pero normalmente les niegan la entrada por las mismas carencias a nivel de insumos o por ya haber sido tratados en el Clínico.
Si un familiar no sale y busca los medicamentos en farmacias cercanas, el paciente queda a la suerte del almacén general del hospital. Un cuarto en donde se guardan los insumos que llegan, pero funciona más bien como una caja fuerte: pocos saben la clave para abrirla.
Lo que hay dentro es desconocido incluso para los médicos que necesitan los materiales para su trabajo. Quienes saben a ciencia cierta lo que contiene son los directivos y los cuidadores del almacén, para los demás es un misterio. Al pasar frente a una puerta negra hay dos sillas a cada lado que ocupan un dúo de seguridad encargado de no permitir la entrada a nadie que no tenga un carnet con cinta roja guindando en el cuello. Son esos los altos mandos de la institución.
“El problema con eso es que uno no sabe con qué puede trabajar el día que llega. Uno se entera cuando llega y pregunta ese mismo día. A medida que nosotros los médicos vamos necesitando materiales, los pedimos a farmacia, ellos hacen el pedido, sacan el medicamento del depósito y se lo entregan al paciente pero nosotros nunca sabemos qué hay porque no hay auditoría de qué entra o qué sale”, dijo Acacias.
La incógnita es tanta que afecta a los pacientes, pues los médicos han tenido que lidiar con lotes de medicinas vencidas que salen del almacén. El médico recordó que hace un año llegó una gran cantidad del antibiótico Meropenem, pero la alegría le duró poco al detallar que todos los paquetes estaban vencidos.
“¿Cómo uno entiende que un medicamento de tanto valor pase guardado tanto tiempo y que cuando llega esté vencido?”. En ese momento, el Instituto Nacional de Higiene tuvo que realizar una inspección del medicamento, “se lo llevaron y les hicieron una prueba química que tarda tiempo. En ese caso pudimos usarlo luego de los resultados, pero durante lo que se tardaron las pruebas, no podíamos atender a los pacientes”.
A los que sí atienden, pese a la falta de insumos, es a los dolientes que son enviados directamente por la directiva del hospital, según Acacias. “Tienden a ser sus familiares, conocidos o personas que los fastidian tanto en la dirección que terminan dándoles lo que necesitan. Lo que uno se pregunta es ‘¿cómo sí hay medicinas para unos pero para otros no?’”, sentenció.
*Nombres cambiados por seguridad de la fuente]]>