Sudaderas, gorras y zapatos de goma, las cholas plásticas de Adidas (con medias), los pantalones de mono, las chaquetas cortas con cierre al frente y los blazers talla XL son los protagonistas absolutos de las pasarelas, los editoriales de moda y las campañas de última generación. Sin duda, el nuevo estilo ha convertido a algunas prendas deportivas en objetos de culto, firmadas, en varios casos, por las marcas de lujo más tradicionales. Lejos quedaron las cadenas con diamantes enormes y las gorras volteadas de los exponentes del rap, la logomanía y a Pharrel Willliams con chaquetas de Chanel. Hoy lo que manda es más auténtico, más viril, más ordinario. La mezcla de conceptos del buen y del mal gusto domina el panorama de lo exclusivo, ahora no basta ser global hay que distinguirse, ser único y tener carácter. Según los expertos corren tiempos de cambio en la moda y nuestra indumentaria debe reflejarlos. Para comprenderlo mejor hay también que descubrir a sus célebres creadores: Raf Simons, el intelectual; el misterioso Dries Van Notten, el extravagante Alessandro Michele o el atrevido Jeremy Scott, entre otros, todos parte de los talentos que contribuyen a revolucionar las normas del aspecto masculino.
¿Por qué ahora?
La moda suele extenderse de arriba abajo, imitando las tendencias que proponen las grandes marcas. Pero también se dan momentos excepcionales en los que la pirámide se invierte y son estas firmas las que se apropian de los estilos que emergen en rincones menos visibles y fotogénicos de la ciudad. Tanto en su versión low cost como en las propuestas de Balenciaga, Givenchy, Prada o Louis Vuitton el estilo ganster de luxe encuentra eco en muchas de las declinaciones de ropa y accesorios disponibles en el mercado.
Cadenas de oro sobre chaquetas de trajes, relojes grandes y varios anillos en cada mano, pulseras sin discreción, pantalones de entrenamiento con zapatos de goma de ultra lujo, bermudas de tiro alto con botines de cuero… las versiones de esta onda son muchas y muy variadas. Para los buscadores de tendencias y los expertos en mercadeo no solo se trata de una moda pasajera sino de un signo de los tiempos que corren, un reflejo de las nuevas y necesarias relaciones de las marcas de lujo con la cultura urbana, con los potenciales clientes, con los que tienen ahora el poder de compra.
Sin embargo, el romance entre ropa callejera y la sofisticación de lo exclusivo no es nueva, desde hace varios años los más adelantados de la industria probaron suerte con esa particular mezcla de espíritu masivo y lujo: Lanvin y Pitbull, Karl Lagerfeld y Snoop Dogg, Ricardo Tisci y Kanye West, fueron expresiones, cada una a su manera, de una especie de maximalismo con ecos de barrio que cautivó a muchos, fue el comienzo de la era de las gorras con carteras de firma, pieles con neopreno y sombrero vaquero, smoking con zapatos de goma.
Sólo para intrépidos
Para muchos no existe ningun problema en combinar una camisa a la medida de una maison francesa con un gorro de lana en el que puede leerse I Love NY, se trata de expresión individual, de carácter, de prestigio. Las nuevas marcas de culto vienen del mundo de los patineteros y los deportistas extremos: Palace, Supreme, Outlow Moscow, Open Ceremony y Hood by Air son apenas las más referenciales, pero el mercado crece cada día. La clave está en la combinación de firmas pequeñas con etiquetas globales como Nike y Adidas, y si a eso agregamos la dosis justa de prendas de Prada, Gucci, Fendi o Valentino, el resultado está garantizado. Una imagen que se resume en estampados recargados, materiales de ultima generación, logos y bling, nueva masculinidad en estado puro.
¿Cómo es el oso?
En tiempos donde el concepto de género cada vez muta más, se busca una renovada masculinidad, un aspecto extremadamente viril, barbas, bigotes, tatuajes, ropa que hable por ti y características personales que la complementen y fortalezcan el mensaje, ahora resulta más fácil y accesible crear este tipo de looks, tan particulares y extravagantes o, según el criterio, carentes de gusto. Es gracias a esta espontaneidad y ausencia de códigos únicos que este tipo de tendencias se convierten en fuente de inspiración para muchos.
El mono deportivo, por ejemplo, ha recorrido un largo camino desde los clósets de jóvenes desadaptados y de aficionados al fútbol hasta conquistar estatus de básico de la moda. Son, justamente estas piezas, el denominador común de combinaciones que responden a esa reciente necesidad contemporánea por lo auténtico, una reacción ante el uniforme global. Lo que la gente quiere es tener identidad, distinguirse, diferenciarse, una reacción muy humana ante lo multicultural, un escape frente a la crísis económica y política. Los más jóvenes buscan como referentes a personajes emocionantes y creíibles, ese otro que es distinto, más libre, de alguna manera más exótico.
Si hacemos memoria nos daremos cuenta que han pasado los yuppies y sus trajes impecables, el estilo “niño bueno” de los universitarios norteamericanos, los atrevidos y coloristas italianos con sus trajes entallados y sus pantalones rojos, los dandys y los nuevos hippies. Ahora le llegó el turno a la ropa de los héroes más improbables, esos jóvenes de clase baja y carácter agresivo de las zonas suburbanas, reconocidos y etiquetados, según sociológos e investigadores, como gopniks para los rusos, chavs para los británicos, dizelasi para los serbios, rocailles para los franceses, cani para los españoles. Hoy el look se reinventa, es una especie de reivindicación de la ropa deportiva, de las imitaciones producidas en China y de esas frenéticas combinaciones que sirvieron de punto de partida para el instantáneo flechazo de la moda.
De todas maneras, hoy vale todo, los recursos y las herramientas están servidas y dependerá de nosotros reinventarnos o seguir siendo los mismos.