Opinión

La estúpida y prejuiciosa idea de 33 hombres teniendo sexo

Que 33 individuos se reúnan para tener sexo solo puede estar en la mente de un ignorante o de un extorsionador. Si estamos en Venezuela, ya sabemos cuál es la probabilidad mayor

Ilustración Fernando Pinilla
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A estas alturas, al menos que vivas bajo la piedra del río de la casa de Heidi, debes conocer «El caso de los 33«. Treinta y tres hombres, según la policía, tenían sexo en un sauna. El caso, por las «pruebas», unos condones y unos celulares, es tan absurdo como el testimonio de David Grusch sobre la presencia de extraterrestres en nuestra tierra. Pero claro, si el gobierno de Estados Unidos está dispuesto a escuchar esto, ¿por qué deberíamos descartar la acusación del respetable funcionario que «cuida» las cuadras de Venezuela a cambio de pedir pal fresco?.

No voy a entrar en las contradicciones del caso pues ya han sido explicadas en El Estímulo. Lo que llama la atención de esta supuesta «orgía», más allá del deseo de vigilar el comportamiento sexual de los venezolanos, es la razón de fondo que mueve a tal denuncia: la homosexualidad. Eso sí, no cualquiera homosexualidad, sino entre hombres. No es casual que en un país en el que se ha detallado por parte de ONGs las violaciones (penetraciones) con objetos para torturar a los detenidos, se demonice a esta práctica. La idea es esta: toda penetración es sinónimo de suciedad, vejación, aniquilamiento del ser, en el sentido filosófico de tener derecho a existir.

De acuerdo a lo sucedido, toda actividad que involucra a un ano masculino y a un pene debe ser sancionada porque…. lo «natural» es que el órgano sexual masculino ingrese en una vagina. El resto es aberración. Y las aberraciones, según la práctica de esta detención, son cometidas por hombres corruptos; individuos que solo buscan su desahogo personal, lo que atenta no solo con el desarrollo de la familia católica, evangélica o cristiana, sino contra la integridad de los menores de edad. En esta línea de pensamiento, ya sea por arte de Gokú, Barbie, Oppenheimer, Gregorio, Chiabe y el Negro Felipe, los homosexuales no solo quieren colonizar la heterosexualidad criolla sino corromper a los niños.

Teorías conspirativas aparte. Lo que queda en evidencia con la detención de «Los 33» es que ese tombo que buscaba los mil dolaritos para llevar agua y comida a la casa -lo que el Estado no le proporciona- nunca ha estado en un trío. Quien ha compartido una pareja conoce la complejidad para moverse en un espacio destinado para dos. Quiero decir, al menos que seas Hugh Hefner y tengas la cama acondicionada, es poco probable que vayas a un sauna buscando ser penetrado por un hombre mientras 32 siguen en la fila y alguno te muerde una rodilla.

En la vida, según las estadísticas, son muy pocas las personas que llegan a cumplir con la fantasía de estar en un trío. Ahora, detengámonos a pensar en la idea de 33 hombres penetrándose, manoseándose o tocándose al menos una uña. No solo es cuestión de espacio, sino de química. Lo que evidencia todo esto pues, es un enorme prejuicio. ¿Por qué? Porque según la moralidad que hoy impera en el gobierno de Maduro los penes y los anos masculinos no deben juntarse.

¿Habría pasado lo mismo si fueran 33 mujeres? Me atrevo a decir que no. Porque las lesbianas pueden ser objeto de mofa para el Estado, sin embargo el sexo entre féminas es y ha sido lo más buscado en las páginas pornográficas, incluso por las propias heterosexuales. De manera que en toda esta historia, lo que realmente ha terminado triunfando es un prejuicio religioso. En las búsquedas del celular del funcionario que desató esta inverosímil situación (o su jefe) no vas a encontrar «mecánico ayuda a fisicoculturista», pero sí muchas tijeritas.

O tal vez sí veas gays en acción y esta detención no sea más que la represión de deseos. Vaya usted a saber cómo cada quien lleva el oscuro objeto del deseo.

En todo caso, quiero volver al hecho concreto: la posibilidad de que 33 personas se pongan de acuerdo para tener sexo en un mismo espacio, hipótesis que desató la violación de derechos humanos y que incide en la permanencia de 3 de los 33 en una cárcel. Una orgía no solo requiere de una gran organización sino también de una imposible certeza: que todos los convocados se sientan atraídos los unos por los otros. Y luego, superado eso, que el pene, la boca y resto de órganos están aptos para ser acariciados, penetrados y lamidos.

Salvo que los 33 hayan ingerido Viagra, y que hayan pasado 10 años detenidos sin ningún contacto humano, lo anterior es imposible. O tal vez sí lo es en la imaginación de un funcionario -o su jefe- que busca cómo subsistir en una economía en la que los ciudadanos somos -por opinar y coger- la principal fuente de ingresos.

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