Burnt Hair, la chamusquina de Elon Musk
Con una rotunda X mandó a volar al pajarito de Twitter, y con esta broma en botella llamada Burnt Hair, el magnate sudafricano patea el olfato de propios y extraños ganados por la idea de olerle las bufonadas
Con una rotunda X mandó a volar al pajarito de Twitter, y con esta broma en botella llamada Burnt Hair, el magnate sudafricano patea el olfato de propios y extraños ganados por la idea de olerle las bufonadas
El 11 de octubre de 2022 Elon Musk anunció en su cuenta de Twitter “¡la mejor fragancia del mundo!”. Otra millonaria raya para un espécimen acostumbrado a rentabilizar las más bizarras ideas y esta no sería la excepción. Bautizado como Burnt Hair, en apenas horas el perfume hizo saltar la registradora de The Boring Company (empresa del potentado para proyectos de ingeniería, además de para comerciar algunos delirios suyos) con más de un millón de dólares en ventas. El producto logró la plusmarca sin saber nadie a qué olía: en el site solo se lee “la esencia de un deseo repugnante. Que empiece el fuego…”.
Quienes agotaron el limitado tiraje de 30 mil unidades a 100 dólares por unidad, pretendieron, quizá, hacerse con algo del rutilante tufo de Musk, líder de Tesla, Starlink y SpaceX, así como responsable ahora de poner Twitter patas arriba. La estampida de cazadores de oportunidades fue apoteósica, y en la carrera se anotaron no pocos fanáticos coleccionistas de aromas.
Yo me enteré de la fragante aventura por la resignada impaciencia de varios youtubers. Tras comprar a ciegas BH, la incumplida promesa de recibirlo a principios de este 2023 casi calcina la serenidad de los perfumeros; varios de ellos, sin embargo, hacían mea culpa excusándose en la mera curiosidad del aficionado.
Fue en julio pasado cuando comenzaron los unboxings, y las primeras impresiones dieron cuenta de una inquietud olfativa saciada, pero por sobre todo atónita. El atisbo de esperanza, la remota posibilidad de una bienoliente sorpresa se desvaneció apenas fueron esprayando los primeros frascos. Un breviario del desconcierto son las reacciones generadas por la millonaria travesura rostizada de Elon.
Lo de Víctor Alexis Díaz Holguín es la tecnología de alta gama, pero cómo se iba a perder semejante novedad. Se hizo con Burnt Hair a pesar de las críticas de sus seguidores en YouTube, mas no le habrían quedado muchas ganas de volver a meter las narices en asuntos no tecnológicos. “Es increíble, señores, cómo la fama de una persona puede hacer dinero tan fácil con una mierda como esta”, gruñe Víctor Alexis en su canal MarcianoTech.
Un colega suyo, Zack Nelson, del canal JerryRigEverything, también quiso pegarle la nariz al aroma de Elon. “Esto es raro. No huele tanto a pelo quemado; hiede más a un casino de Las Vegas con mucho humo de cigarro”. Enciende un yesquero, chamusca los vellos de su antebrazo, contrasta con el olor del envase y acaba convencido: para él un casino de Las Vegas y los vellos quemados huelen distinto, ergo… “Te diré que no me huele a pelo quemado. Mejor o peor aún, en definitiva, me recuerda a algo más que percibí tan pronto lo esprayé: huele como si alguien cerca de ti hubiera encendido un tazón de hierba… Hay un montón de fragancias que tienen la nota de cannabis, cáñamo, marihuana, como quieras llamarlo, pero ninguna como esta”.
Y entonces Ashton Kirkland de Gents Scents le encuentra sentido al epígrafe en el site de The Boring Company: Destaca entre la multitud! Hazte notar mientras caminas por el aeropuerto. Eso ocurriría si usas BH “en un aeropuerto, en tu trabajo, donde sea, porque la gente pensará que te acabas de drogar”, sentencia el youtuber sin mencionar el mal rato a pasar ante unos confundidos perros antidrogas. “¿Alguna vez querré usarlo? ¡Oh, dios, nunca! Nada bueno podría pasar”, zanja lapidario el contrariado Ash.
“¿Qué es esto? ¿Alguien me puede decir?”, clama el reseñador Michael Blanco desde Miami. “El opening es bastante invasivo, definitivamente huele como a combustión”, y de inmediato recuerda su Fiat 125 de cuando vivía en Cuba. “Yo mismo le hacía el cambio de bujías, le limpiaba el carburador, le hacía todo este tipo de trabajos a ese auto ya viejito de los 70, 80… Es un poco la memoria que me trae este perfume”, desgrana el nostálgico Michael en su canal Aeolus Fragrance, sin molestarse por los mililitros evaporados de su botella durante el trayecto del almacén a su puerta.
Sobre la ocurrencia perfumada del empresario, Elena Knezevic escribió: “Es indudablemente respetuoso con la Tierra, ya que permanecerá en el frasco sin usar para siempre”. Elena es cofundadora del site de reseñas de aromas Fragántica, y aprovecha para fustigar a Musk expresándole su ‘gratitud’ por ‘liberar’ Twitter.
“¿Por qué compré esto?”, pareciera lamentarse Steven Gavrielatos, quien apenas enterado del lanzamiento de Burnt Hair hasta consideró ordenar ¡2 unidades! Lo salvaría la providencia, pues apenas esprayarlo respinga: “Es absolutamente repugnante”. El creador tras Redolessence modera el tono y tercia desmontándolo con su experiencia de más de 3 mil perfumes en colección, pero hasta allí: para nada lo recomienda, sólo a quien sea súper fan de Elon o a coleccionistas ávidos de pestilentes rarezas.
Más de 2 millones de suscritos a su canal en YouTube, sin contar quienes lo siguen en otras redes, convierten en demoledora la primera impresión de Daniel Sredzinski, el célebre y quizá más poderoso influencer de la comunidad perfumera (re)conocido como Jeremy Fragrance. Con BH en mano se deslengua: “El envase es tan… como de 20 dólares. No huele nada bien… ¡Puaj! Huele tan desagradable. Creo que es la fragancia más desagradable que conozco”.
A todas estas, ¿me interesa oler Burnt Hair? Sólo si se me atraviesa en el camino, pues no haré el más mínimo esfuerzo por buscarlo. Para mí los perfumes entran por los ojos, pasan por el tacto, los oídos; sólo después los paladeamos con la nariz y, en los casos más afortunados, nos alborozan las emociones y el intelecto. No comulgo con eso de ‘lo importante es el líquido y su olor’. Me abstendría, entonces, ante una caja forrada de terciopelo negro -imán de polvo y pelusas- con el nombre del producto en cursivas metalizadas + el extravagante epíteto singed (chamuscado). Nada más ofrece el empaque, ni mililitros, concentración o número de lote. ¿De qué sirven esos datos si se trata de una chanza concebida apenas para multiplicar por cien su costo real? Ni pensar en un desglose oficial de notas; en BH las omiten, pero no por razones como las de Alessandro Gualtieri, sino porque el (des)propósito del equipo de EM fue bromear y facturar.
Y lo de adentro no puede ser más cónsono con lo de afuera: un pequeño frasco carmesí con tapa plástica “imitación de una joya que recuerda a una fragancia de Britney Spears”, remata Ashton Kirkland. Y letra a letra, suscribo su descripción.