Viciosidades

¿Lo peor en Venezuela ya pasó? ¿Estamos en el post-Apocalipsis?

Si 2016 fue un problemón con una buena lista de decesos de gente valiosa, avalanchas políticas nada deseables y demás desmadres, nadie contaba con que 2017 era el año de la pela de naturaleza. Aunque  en Venezuela, después de la tragedia en Vargas, no han vuelto a intervenir los desastres naturales, por el momento actual de crisis se entiende que un nuevo fenómeno de esa índole sería devastador. Todo el mundo lo sabe y se ha acostumbrado a vivir con ello.

imagen: "caracas sangrante" de nelson garrido
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Huracanes desapareciendo lo que encuentren en territorio caribeño y azotando el sur de los EUA. Matando y damnificando a gente. El terremoto repicando en México en la misma fecha 32 años después, como si fuera un acto deliberado de la geofísica o de la “Madre Tierra”. Un volcán en Bali a punto de quemar vivos a todos. Y todo el Pacífico esperando un Tsunami radical. Sin embargo, en Venezuela ya todo pasó y no pasó nada a la vez. Pero estamos donde estamos. Siempre a un paso del fin del mundo. ¿O quizá después?

Muchos opinan que las potencias divinas no lanzan desastres naturales o conmociones geológicas en territorio veneco, ya que los planes previstos desde hace casi dos décadas son suficientes y no tienen ningún parangón con cualquier ira celestial descrita en el Antiguo Testamento. Gente comiendo basura por todos lados, falta de medicinas y de alimentos, mujeres pariendo en el suelo y sin las incubadoras necesarias para lo neonatos, pestes erradicadas que resurgen y pare de contar. Y, como todos sabemos, sin terremotos, ni Guerras de Siria, ni realidades postnucleares, como en el juego de Fallout.

“Morir una, dos y tres veces de hambre» en Venezuela, reportaje de Clímax/El Estímulo, implica ver con asco siempre aquella excelente foto de Cristian Josué Hernández, que ganó premio en Brasil. Resulta muy fuerte que un medio tenga sus mejores logros mediante una situación pasmosa y en donde no hay una guerra – si cabe – o una tragedia súbita. Pero eso resume la situación de una Venezuela que, sin estar en ningún “cinturón de fuego” telúrico o en la que los huracanes apenas rozan a modo de tormenta, ya tiene asumido el desastre per sé.

Mientras el mundo colapsa, converso con Alejandro Cremades, fotógrafo de El Estímulo/UB, quien dice agarrar palco con ron en mano para ver el hundimiento del Pllaneta Tierra desde la desolación humana que hay en Venezuela. “Dios está bravo. A mí no me afecta tanto porque para mí la fiesta continúa. Venezuela te prepara para morir sin que pase nada salvo la marea roja que nos hunde desde 1998.». Se sirve otro palo y sigue la juerga. Sin embargo, luego se acuerda de que tiene que echar gasolina y hay un pequeño problema: la escasez de combustible en un país petrolero. Solo por poner un ejemplo.

Y así es como se prepara la gente: con súbito proceder ante las vicisitudes nacionales, tal como hacen los preppers en Estados Unidos, cierta «tribu» patológicamente preventiva que se aplica en recolectar todo lo posible para sobrevivir ante un cataclismo, o para algo que no se sabe que vaya a ocurrir y que acabe con la civilización de manera inminente. Ser un prepper en Venezuela es lo mismo que ser una Doña del Cafetal ante unas elecciones. Sin embargo la capacidad de abastecimiento no es compatible: los preppers de Norteamérica no sabrían que hacer ante el desabastecimiento y la poca capacidad que tiene alguien para adquirir semejante cantidad de insumos en Bolívares.

Es probable que muchos venezolanos que migraron a Florida en esta época y que vivieron los desmadres de Irma y de toda la locura preventiva en donde se agolpan para comprar insumos con las colas, con rumores, con malas profecías, pensaron «creo que esto ya lo había vivido”. De pronto surgió ese deja-vu de crisis, pero ante algo comprensible.

La lección podría funcionar para apropiarnos del término “postapocalipsis” en el mismo sentido en que Carlos Monsiváis, escritor mexicano, afirmó sobre la Ciudad de México en la postomodernidad: las condiciones de vida y las relaciones con este universo se centran en que el final ya pasó y que se vive en una posteridad donde «lo peor ya ocurrió». ¿Pero se puede decir eso en esta República Bolivariana donde siempre se puede cavar más hondo?

Bien sea en el desastre sostenido llamado Venezuela o en el resto del planeta, las cosas son como dijo un buen amigo biólogo: «Eramos muchos homínidos y parió la abuela Lucy.»

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