Venezuela

Invitación a llegar tarde

La Venezuela actual llega tarde a la invitación de hacerse una potencia agrícola, industrial o a desarrollar su sector de servicios.

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Leyendo el cuento “Invitación a llegar tarde” del libro ¿Hay Vida en la Tierra? del escritor mexicano, Juan Villoro, me encontré al final del mismo, con una frase que me activó inmediatamente una comparación “lapidaria” con Venezuela: “Vivimos en un país en donde todo lo que vale la pena se pospone”.

Se pospone el diálogo, la rectificación, la convivencia, el respeto, la concertación, la construcción de espacios, la exigencia de resultados concretos, la educación, la salud, la lucha contra flagelos que van desde el hampa y la corrupción, hasta la mediocridad, en fin, se pospone todo lo que no debe ser pospuesto.

Por esa obsesión, manía, costumbre, pauta cultural, sesgo o como queramos llamarla, mientras nuestros propios vecinos continentales avanzan rápidamente en sus indicadores económicos, sociales, culturales, tecnológicos, etc, y en sus calles la gente se esperanza en alcanzar el futuro rápidamente, nosotros miramos a todos lados, nerviosamente, buscando en donde encontrar una pequeña luz que nos ayude a salir de este  nuevo atolladero, no el primero, tampoco el último.

La Venezuela actual llega tarde a la invitación de hacerse una potencia agrícola, industrial o a desarrollar su sector de servicios. La invitación le fue cursada el siglo pasado cuando no había muchos invitados y por muchos años su Producto Interno Bruto (PIB) crecía sostenidamente, mientras que el de otros países cuyas economías, ni siquiera soñaban con ese crecimiento, lo hacen hoy sostenidamente.

Llegamos también tarde a otras invitaciones, a la de hacernos una potencia tecnológica o turística o cultural. Sobran los ejemplos de países que años atrás no soñaban ni siquiera con ser invitados y hoy son grandes anfitriones.  

Hoy el mundo es más complejo, producto del incremento de las interacciones que basadas en los rápidos desarrollos tecnológicos aplicados a las comunicaciones y el transporte, lo hacen un lugar cada vez más globalizado. Esa complejidad requiere ser interpretada y gerenciada para aprovecharla, para atenuarla.

Nunca es tarde para llegar a donde se debe llegar, con o sin invitación. Sin embargo, sin la unificación del esfuerzo, sostenido, comprometido y sincero, libre de ataduras ideológicas, pero esclavo del pragmatismo, concretado en la mejora de las condiciones y oportunidades, no de la entelequia de la masa o pueblo, sino de la realidad de cada uno de los ciudadanos, la única invitación disponible para Venezuela será para llegar tarde.

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