Benjamín Espinoza vota en La Parroquia El Cafetal, una de las tres que forman parte del Municipio Baruta. Esperaba estas votaciones como Miguel Cabrera a una recta. “Desde las elecciones presidenciales me he sentido impotente”, cuenta el estudiante de la Universidad Católica Andrés Bello. “Para mí, estas legislativas eran muy importantes porque puedo formar parte de un gran cambio”, añade.
Así resume Espinoza el ingreso al cuartico privado: “Al principio estaba nervioso, pensé que el proceso podía ser complicado, pero fue al contrario. Me sentí cómodo. Entonces pasé de nervioso a satisfecho. Me sorprendió que en menos de cinco minutos ya hubiera terminado”.
Cuando se le pregunta si sabía exactamente por quién votaba, el joven no dudó: “Conocía a los candidatos, sabía cuáles eran mis opciones”. Y si triunfan, este sería su mensaje para ellos: “Primero que nos agradezcan a los que optamos por ellos y luego, que asuman su responsabilidad. Tienen que hacer algo positivo con el poder que les dimos”.
Esteban Suárez y Benjamín no se conocen, no obstante, comparten la casa de estudios. El próximo comunicador social del país, que vota en los Altos Mirandinos, no veía la hora de vestir el meñique de morado: “Me entusiasma formar parte de la sociedad activa. Nadie debe eludir esta responsabilidad. Todos somos responsables de lo que pasa en el país. Tendemos a creer que a veces un voto más o un voto menos no hace diferencia y no es así”.
Como había estudiado el proceso, no se sorprendió al ver el tarjetón electoral. “No se presta a ninguna confusión. La mecánica es sumamente sencilla. Cuando llegué a casa me dijeron que la participación era numerosa y si es así, me siento feliz porque votar es mucho más que un acto individual, es un proceso que sucede en tu conciencia”. La madurez con la que responde el estudiante de periodismo al pensar en el futuro sorprende: “Si mi opción gana, espero que no sea extremista. Hay que entender que en el país hay 70% de pobreza. Necesitamos líderes como Nelson Mandela. Él no segregó al rival, lo sumó”.
Miguel Ángel Cruz y Pablo Díaz son amigos. El primero estudia ilustración y animación 2D y el segundo Gerencia Financiera y trabaja como operador de atención al cliente en Directv. Ambos votaron en el Bloque 5 de las Lomas de Urdaneta. Coinciden al elogiar lo amigable que resultó el sistema. Aunque no conocían a los candidatos que les representarían en caso de ser relegidos, sí habían memorizado la opción política.
“Esto es un pequeño paso. Los cambios en Venezuela sucederán a largo plazo, pero es importante saber que uno forma parte de eso”, cuenta Miguel. “Es como dice él”, refrenda Pablo. “En mi caso hubo fallas en la máquina capta huellas y tuvimos que esperar 45 minutos, pero luego todo fluyó rápidamente”, explica el aspirante a gerente.
“Si mi opción resulta electa, espero que haga todo de manera diferente a lo que han hecho los actuales diputados. Que mejoren el país”, responde el ilustrador. “Yo quisiera que encontraran otras opciones para generar ingresos en el país, que no se dependiera tanto del petróleo”, cierra Díaz.
Prepararse para vencer el miedo
A Diana Contreras nadie la llama por su nombre. “Me dicen Dianita porque parezco de 16 aunque ya tengo 19”, cuenta muerta de la risa. Le tocó sufragar en el Municipio Santiago Mariño, en el Estado Aragua. “Me informé del proceso con mi familia y amigos. Participé en un simulacro e investigaba. Estaba muy nerviosa porque temía que mi voto resultara nulo”, relata.
Bailarina graduada y profesora de Ballet, Dianita realmente llevaba años preparándose para este momento: “Esperaba desde quinto grado esto”, suelta. “Fueron las elecciones entre (Manuel) Rosales y Hugo Chávez Frías las que me marcaron. Todos hablaban de eso, entonces jugábamos a votar. Tendría 10 años, entonces. Creo que mi generación está muy marcada por la política”.
Dianita conocía los rostros de los nombres que escogería: “Sabía quiénes eran. Si ganaran y pudiera decirles algo, les pediría que cumplan lo que prometen; que avancen en sacar el país adelante. Sobre todo espero que sean civilizados para que no se armen esas peleaderas en la Asamblea Nacional”.
A kilómetros de distancia, Oriana Spadanecchia comparte con Diana la conciencia política que le ha contagiado el entorno: “Desde niña siempre he acompañado a mi padre y a mi madre a las votaciones, y desde hace un buen tiempo colaboro con mi abuela que ya es mayor. Por lo tanto, conocía cómo era todo y me fue muy fácil votar”.
Estudiante de Comunicación Social en la UCAB de Montalbán, votó en el Municipio Los Salias. Confiesa que está consciente de la política nacional “desde que (Elías) Jaua y Henrique Capriles Radonski se enfrentaron por la Gobernación (de Miranda, en 2013). Eso explica los apuntes que había tomado para decidir en las actuales elecciones legislativas. “Si mis candidatos vencen, espero que luchen por cada uno de los venezolanos, sin dividir a la sociedad. Muchos de ellos cuando ganan se olvidan de los votantes y solo responden a las exigencias del Partido. Aquí lo importante es Venezuela”, concluye.
El caso de Isabel Páez Pumar es diferente. Aunque sabía porque opción política sufragaría, se enteró de los nombres que la representaban al ver en vivo y directo el tarjetón. Estudiante de Ingeniería en la Universidad Metropolitana de Caracas, ejerció su derecho en La Boyera. “Para mí era súper importante votar. Me hacía sentir relevante, porque a pesar de que es apenas un voto, cada grano de arena cuenta. Me atemorizaba que la papeleta saliera nula, sin embargo mi familia me había explicado el procedimiento”, relata. “Me gustaría pensar que los candidatos por los que voté realmente realizarán los cambios que se necesitan en el país”, reflexiona.
“No dan ganas de votar más”.
A diferencia de todos los anteriores, la primera vez de Daniela Salazar Páez fue traumática. En Barcelona (Puerto La Cruz), estaba inscrita en la zona de Portugal Abajo. “Fue terrorífico. La cola, el calor y el proceso no fue nada sencillo. Adentro, donde votábamos, no había aire acondicionado. Además, la persona que debía orientarnos simplemente decía que si no sabíamos cómo era, no jodíamos”, cuenta a la velocidad del rayo. “¡Imagínate que empecé a hacer la fila a las diez y media de la mañana y salí a las cinco de la tarde!”, narra la estudiante de odontología.
Si bien Salazar asegura que todo el proceso fue degastante, al punto de “perder las ganas de votar”, recuerda que repasó muchas veces la tarea antes de protagonizarla: “¡Muchacho, como 20 veces revisé el tarjetón! Desde que me registré en el Consejo Nacional Electoral sabía por quién iba a votar. Aunque acepto que tenía mucho miedo porque el último proceso de elecciones traumatizó a nuestra familia. Después de inscribirme, dije ‘ok, pero no voto’. Luego todo se fue agravando en el país y supe que debía responder a mi responsabilidad. Sin embargo a medida que se acercaba el domingo quería procrastinar. Deseaba que fuera viernes eternamente. Supongo que fue por la derrota de Capriles ante Maduro. Te paraliza saber que puedes perder tu voto”.
En un país en el que todos se preocupan por el futuro de los jóvenes, la visión de Salazar es diferente: “Yo no me preocupo por los chamos, porque uno puede viajar, hacerse una vida en otro lado, ¿pero los mayores qué? ¿Los viejos que merecen morir en un país con paz? Necesitamos un cambio que nos saque de este hueco. Los que ganen deben recapacitar sobre el futuro de todos aquellos que no tienen la opción de salir del país”.
Valeria Baggio se debate entre quedarse o marcharse de ese país que nombra Daniela. Pero la emoción de votar por primera vez el domingo era su mayor preocupación. “Tenía loca a mi mamá”, dice. “Estaba muy emocionada desde mi inscripción”, asegura la estudiante de Gerencia en la Unitec, en Maracay. Ella sí tuvo una mano que le recordó paso a paso el proceso para que su voto no se perdiera. “Me facilitó mucho que la familia y mis amigos estuvieran muy presentes de todo, porque me sirvió de información complementaria. Ahora me siento útil, que estoy ayudando a Venezuela”.