Venezuela

Esperando desesperadamente a Nicolás Maduro

Desde tempranas horas de la mañana los venezolanos llenaron las aceras de la avenida Sucre en el oeste de Caracas sin reparar en el sol de Catia. Mientras quienes esperaban para sufragar en la Escuela Normal Miguel Antonio Caro daban la vuelta a la manzana en una multitudinaria cola, el liceo de mismo nombre prestaba sus instalaciones a cerca de 50 electores para mediados de la mañana del 6 de diciembre. 

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TEXTO: ANDREA TOSTA @ANDRETOSTAM Y ANDREA HERNÁNDEZ | FOTOS: ANDREA HERNÁNDEZ @ANDRERNANDEZ

las afueras del centro, en la entrada del Parque Oeste «Alí Primera», aproximadamente otras 70 personas,  repartidas entre prensa nacional e internacional, esperaban ingresar. La fila estaba compuesta por camarógrafos y fotógrafos  de los equipos audiovisual de medios tradicionales y digitales y reporteros. Todos tenían sus acreditaciones plastificadas, emitidas por el Consejo Nacional Electoral (CNE).

Alrededor de las 10:30 am, habitantes del complejo habitacional Ciudad Caribia rompieron con la tranquilidad de la jornada de votación en la estación de autobuses Gato Negro. El taxista César Cabrera presenció cómo un aproximado de 90 personas denunciaron la falta de transporte privado para volver a sus hogares en las adyacencias de la autopista Caracas-La Guaira, luego de haber sufragado en Catia, según el conductor.

“Hubo un colapso y se sentía la tensión. La gente trancó la calle (Avenida Sucre) como por 15 minutos hasta que les trajeron unos autobuses de esos Encava, de los piratas, y los bajaron”, contó. La calma duró pocas horas. A las 3 pm, las personas seguían sin contar con transportes con los que trasladarse de vuelta a aquella obra producto de la Gran Misión Vivienda Venezuela. Dijo que:

“Ahí sí se escucharon quejas contra el Gobierno. Que nada funciona, que para qué estaban votando, que esto era una dictadura. La Guardia de Honor de la Casa Militar tuvo que resolver con más autobuses”.

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Personalidades del chavismo asistieron a mojar su meñique entre aplausos de sus afectos e indiferencia de los votantes en cola. Pocos se inmutaron cuando a las 9:30 am llegó el candidato a la Asamblea Nacional, Ernesto Villegas, a pesar de la samba al ritmo de los tambores que cuatro hombres tocaban bajo un toldo rojo a menos de 50 metros del centro. No faltaron mujeres que estrechaban su mano y le gritaban “Viva Chávez, viva la revolución bolivariana”.

El también candidato Freddy Bernal, una vez dentro del liceo, fue prácticamente orquestado por 10 minutos para que su entrada al pasillo donde está su mesa de votación se viese natural y casual en la pantalla chica. Venezolana de Televisión se encargó captar los mejores perfiles del ex alcalde del municipio Libertador. Y a pesar de incitar a votar “por la patria, por Venezuela, por el amor, por los niños”, nadie fuera del salón del liceo le demostró afecto alguno luego de sufragar a las 11:30 am.

El embajador de Venezuela ante las Naciones Unidas, Rafael Ramírez, no fue la excepción. “Hago un llamado al voto consciente, revolucionario, a favor de la continuidad y estabilidad de nuestro país”, dijo a los medios de comunicación luego de votar casi a la 1 pm, así como apuntó que el proceso de votación nacional se reafirma como “democrático y revolucionario”. “Hay hambre, ¿oyó?”, le gritó una señora de alrededor de 60 años y de camisa roja que pasa detrás del embajador, causando una traba casi imperceptible en el discurso del entrevistado. “Nos estamos quejando de tanta trampa y tanto abuso. Mucho abuso en toda Venezuela. Al ladrón aquí lo están entrevistado”, remata y huye fuera del alcance de periodistas.

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La prensa estuvo de pie, aguardando en la sala de votación del presidente Nicolás Maduro, por cinco horas. «El plantón es normal», se quejó un fotógrafo. El equipo de logística del Ministerio de Comunicación e Información (MinCi) negociaba con la Guardia de Honor para que los periodistas, fotógrafos y camarógrafos tuviesen más espacio en el sitio. Agradecieron que la cinta se corriera cada vez un poquito más hacia la máquina de Smartmatic. Fuera de la mesa 6 donde votaría el Presidente, periodistas aguardaban en una tarima improvisada para la ocasión, donde el toldo blanco no cumplía su función ante el sol que caracterizó la jornada.

Las colas mermaban a medida que pasaban las horas. El pico de la votación se registró a las 10 a.m., cuando aproximadamente 600 personas de los 4.338 inscritos habían votado, de acuerdo con la integrante de la Oficina Regional Capital del CNE, Karina Gutiérrez. Desde una esquina los lentes seguían a las pocas personas que sufragan ahí. Sacaban fotos y grababan clips de apoyo como por hacer algo y distraerse del hambre, la sed y el dolor de espalda. Incluso practicaron varias veces la entrada del presidente para no taparse la toma entre sí.

Mientras los testigos de mesa se memorizaban para siempre las caras de los trabajadores de la prensa, y viceversa, la Guardia de Honor y los funcionarios del Consejo Nacional Electoral (CNE) paseaban por el salón de clases transformado en sala de votación a sus anchas. Eran los únicos con ese tipo de libertad. Entraban y salían cada minuto. Observaban a los extraños. No sonrieron ni con los chistes de los camarógrafos sobre la espera.

El horario dice: Presidente Nicolás Maduro 9:30 am, aunque llegó al Liceo Miguel Antonio Caro casi terminadas las 2 pm en una camioneta negra Toyota, vestido de chaqueta roja y ostentoso reloj plateado de cadena, rodeado de la muchedumbre curiosa y expectante que gritaba “Viva Chávez” antes que “Viva Maduro”. Votó a las 3 y dio una rueda de prensa que duró media hora más, acompañado de figuras políticas como su “primera combatiente” Cilia Flores, Bernal, Villegas, el vicepresidente Jorge Arreaza y el alcalde del municipio Libertador, Jorge Rodríguez. Cuando los fotógrafos y camarógrafos tomaron la última imagen de la cabellera canosa – solo desde cerca – del primer mandatario, se alegraron y agradecieron ver la puerta de la camioneta cerrada.

Una vez fuera, las personas, más curiosas que reales fanáticos del Gobierno, miraban cómo las demás camionetas negras Toyota, similares a la que transportaba al Presidente, hacían un cuello de botella que dificultaba el paso. Una tarima con un grupo de salsa vestidos de rojo animaba a pocos. Desaparecidas las camionetas, los mirones se dispersaron lentamente.

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