Venezuela

¡Yo estoy bien! – Y la Pleitesía a Edmundo Chirinos

Sería ideal que todos pudiéramos ver las intenciones mas allá de las sonrisas, las miradas, y el juego seductor de las palabras sobre todo cuando éstas se refieren a nuestros anhelos, a todo lo que queremos ver y escuchar, pero lamentablemente no es así y a unos corresponde “proteger” a otros, evitando que este tipo de sujetos logren mas notoriedad de la que merecen.

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Foto: Noticias 24

En estos días tuve la oportunidad de ver la puesta en escena del monólogo del actor y director de teatro venezolano, Héctor Manrique, basado en el libro Sangre en el Diván de la periodista Ybéyise Pacheco, que retrata el delirio de Edmundo Chirinos. Más allá de su magnífica y convincente actuación, y de su extraordinario talento, Manrique cumple con el objetivo, no solo de retratar a un personaje encumbrado y desquiciado y transmitir su carga emocional, sino también sembrar algunas semillas para la reflexión posterior.

¡Yo estoy bien! Con esa frase el personaje inicia el monólogo y comienza a incorporar al público en la obra. No es una pregunta, es una afirmación. La puede hacer desde un loco, hasta una persona en sus cabales, pero con connotaciones muy distintas, que van desde el cuerdo soy yo y los locos ustedes, aunque sea al revés, hasta me siento bien conmigo mismo a pesar de toda esta locura. En fin, la semilla que germinó en mi después de culminada la función, es la del mal que nos ha hecho como sociedad rendirle pleitesía a quien no la merece.

Por supuesto que eso no solo sucede en Venezuela, sino en cualquier parte del mundo, en todas las épocas y circunstancias. Allí entran desde dictadores, dictadorzuelos, corruptos y malandros, hasta “personalidades”  con cierta notoriedad pública, de distintos áreas, sin principios y conductas harto reprobables, que oscilan entre lo cómico y dramático.  

Edmundo Chirinos, no solo fue un “profesional exitoso”, sino también rector de la principal casa de estudios de Venezuela, la Universidad Central de Venezuela, fundador del Colegio de Psicólogos de Venezuela, candidato presidencial, y mucho más preocupante, terapeuta de los expresidentes Caldera, Lusinchi y Chávez.

Cuando ocurrieron los hechos que lo llevaron a ser juzgado y condenado, fue una sorpresa para algunos, pero no para otros muchos, que no solo tenían años escuchando al rio, sino viendo las piedras y rocas que traía. Sin embargo, mientras tanto, algunos ponían la amistad y la solidaridad por encima de otras consideraciones, no sé si llamarlas morales.

Este y otros sujetos no solo perturban el desarrollo de las sociedades sino que sirven de modelo para algunas personas que caen ante su juego seductor que no tiene lugar en las apariencias, sino en profundidades mucho mayores. Como lo señala Robert Greene “La seducción es un juego de psicología, no de belleza”

Sería ideal que todos pudiéramos ver las intenciones mas allá de las sonrisas, las miradas, y el juego seductor de las palabras sobre todo cuando éstas se refieren a nuestros anhelos, a todo lo que queremos ver y escuchar, pero lamentablemente no es así y a unos corresponde “proteger” a otros, evitando que este tipo de sujetos logren mas notoriedad de la que merecen.

No me he encontrado con una descripción mejor de este tipo de personalidad que en una Oración Fúnebre para la reina Enriqueta de Francia de Jacob Benigno Bossuet, clérigo y predicador francés del siglo XVII que haciendo referencia a Oliver Cromwell, sin nombrarlo dijo:“un hombre de increíble profundidad de ánimo, hipócrita refinado tanto como hábil político, capaz de toda empresa y de todo disimulo, igualmente activo en la paz y en la guerra, que nada dejaba al azar en tanto pudiese contar con la previsión y el consejo; y por lo demás tan vigilante y pronto a todo, que jamás desatendió las ocasiones que se le presentaron de secundar a la fortuna; en fin, uno de esos hombres inquietos y audaces que parecen nacidos para trastornar el mundo”

Al final de cuentas una sociedad que encumbra y rinde pleitesía a este y otros tipos de personajes “No está bien”, aunque se autoafirme lo contrario.

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