Venezuela

Gobierno no comprende naturaleza de la crisis

Venezuela atraviesa por una recesión estructural que requiere la aplicación de medidas que erradiquen las causas del problema. Pero las medidas anunciadas por el Ejecutivo Nacional no pasan de ser ajustes muy parciales en el precio de la gasolina, la tasa de cambio y los salarios. Por lo tanto, lucen insuficientes e inocuas. No atacan los problemas estructurales que explican la caída de la producción, escasez, acaparamiento, especulación e inflación. No cambian para nada la situación económica y, por la inercia que se mantiene, en lugar de solventar la crisis actual, probablemente la empeorarán.

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El aumento de la gasolina ni siquiera alcanza para cubrir los costos de refinación, transporte y comercialización. A 25 dólares el barril de 159 litros de petróleo y una tasa de cambio de 10 Bs/$, Pdvsa vende el litro de petróleo a solo Bs. 1,57. Si al costo de la materia prima para la gasolina sumamos los costos de refinación, transporte y comercialización –que según el último dato oficial de 2013 estaban en 3,10 Bs/litro-  al hacer el ajuste por las inflaciones de 56%, 68% y 181% de estos tres últimos años, el costo de la gasolina no baja de 9 Bs/litro. Por lo tanto, al venderlo a 1 y 6 Bs/litro de 91 octanos y de 95 octanos respectivamente, los nuevos precios ni siquiera alcanzan para cubrir los costos de producción, mucho menos para generar la prometida ganancia para alimentar el Fondo de Misiones Sociales.

Y con la insuficiente corrección de la enorme sobrevaluación que aún mantiene la tasa de cambio preferencial, la tasa de 10 Bs/$ es 100 veces más barata que lo que paga el mercado paralelo. Esta enorme brecha representa un incentivo perverso para los especuladores cambiarios y corruptos que ya saben cómo capturar los dólares baratos para después venderlos caros.

Aparte del ajuste al precio de la gasolina y el nuevo régimen cambiario, el resto de las medidas son de trámite: una tardía reestructuración de la distribución pública de alimentos que fue podrida por los incentivos perversos a la corrupción que ofrece los exagerados controles; un aumento del salario mínimo que pulverizará la subsiguiente inflación; una tarjeta para controlar la adquisición de alimentos y medicinas que se añade a las captahuellas y presentación de la cédula de identidad al comprar.

El año 2016 puede llegar a ser más duro que el 2015. La inflación tenderá al 300% anual y se puede quedar corta si los precios del petróleo no logran los 40 $/b previstos en el Presupuesto 2016. La recaudación de ISR en la zafra que concluye el 31 de marzo será baja debido a la contracción del PIB en 5,7 % en 2015.

Como reacción a unos salarios devorados por la inflación promedio de 180,9 % y 305 % en alimentos, crece el fenómeno de des-informalización de la economía a través de un creciente número de operaciones de compra-venta que se realizan sin reclamar la factura para ahorrase el pago del IVA. En este contexto, el déficit fiscal puede ser mayor al 20 % del PIB y si se sigue financiando con emisiones de dinero inorgánico por parte del BCV, el país puede entrar en una espiral hiperinflacionaria de la cual será muy difícil salir.
Se atacan los síntomas pero no se erradican las verdaderas causas
Se atribuye la causa de la crisis al colapso de los precios del petróleo, pero los propios datos del BCV reconocen que  la economía venezolana entró en recesión a partir del primer semestre de 2014, cuando todavía el petróleo promediaba 95 $/barril. Lo que realmente ha provocado esta grave crisis es la falta de previsión. Creer que los precios del petróleo seguirían subiendo llevó a crear fondos para gastar todo el ingreso petrolero, en lugar de alimentar el Fondo de Estabilización Macroeconómica para enfrentar los tiempos de escasez, tal como lo ordena el artículo 321 de la CRBV.

Sigue pendiente abordar la crisis en su justa dimensión, con medidas estructurales que ataquen y erradiquen sus verdaderas causas. Comenzando por la corrección de las distorsiones macroeconómicas, la inseguridad jurídica, la conflictividad laboral y los rígidos controles que ahorcan la producción y desincentivan la inversión.

Faltaron las medidas cambiarias, fiscales, monetarias y de precios para corregir las graves tormentas macroeconómicas que impiden el despegue de los motores productivos. Para reactivar la producción se requiere la flexibilización de los controles de precios, de tal forma que expresen el costo real y permitan obtener una ganancia razonable. De lo contrario continuará el cierre de más empresas.

Faltó una estrategia antiinflacionaria que defienda la capacidad adquisitiva de los salarios, no con ineficientes aumentos que se vuelven sal y agua, sino con medidas para estimular la productividad del trabajo y el volumen y variedad de la producción. La mejor manera eficaz de combatir la inflación es estimulando la inversión para que se multiplique el número de empresas que compitan entre sí, ofreciendo más y mejores productos al consumidor. Parar en seco la inflación pasa por modificar el modelo rentista importador por un nuevo modelo productivo exportador, complementado con una rigurosa disciplina fiscal que erradique el financiamiento del déficit con impresión de dinero inflacionario por parte del BCV.

Faltaron las medidas de política agrícola, industrial y tecnológica que estimulen la reactivación, reconversión y reindustrialización del aparato productivo nacional. Entre éstas, la titularización de la deuda en divisas que se mantiene con los proveedores del sector privado. Pero se insiste en medidas limitadas a la esfera de la distribución y comercialización cuando el problema radica en la falta de producción nacional y oferta importada.

Se reconoce la necesidad de compensar la caída del ingreso petrolero a través de la atracción de capitales extranjeros, pero no se toman acciones convincentes para generar un ambiente de confianza atractivo a la inversión extranjera o la repatriación de capitales. No pasan de ser buenos deseos, objetivos sin metas que carecen de la definición de los medios e instrumentos para lograrlos. La inversión extranjera  no vendrá al país mientras se sigan lanzando gritos de guerra contra la empresa privada, se les amenace con expropiaciones y prevalezca un clima de conflictividad laboral.

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