Venezuela

La falta de límites

La corrupción, la violencia, la destructividad, el deterioro, todo lo que sucede parece no tener fronteras ni puntos de llegada. La suma de estragos y calamidades aumenta sin techo.

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Foto: AP

Hay algo particularmente incómodo en la situación venezolana: la falta de límites. Podemos pasar del más extremo dispendio a la más restrictiva escasez con asombrosa aquiescencia. El gobierno acude sin tapujos al más absurdo e insensato argumento y hay espacios y medios que de él hacen eco. El país está siendo literalmente arrasado y no hay nada que lo contenga.

La corrupción, la violencia, la destructividad, el deterioro, todo lo que sucede parece no tener fronteras ni puntos de llegada. La suma de estragos y calamidades aumenta sin techo. Dentro del fárrago de noticias que ya no sorprenden a nadie, es posible que tomemos como una delación cualquiera las declaraciones de los dos ex ministros de la revolución, los fieles seguidores de Chávez, Giordani y Navarro, quienes denunciaron la malversación de unos 300.000 millones de dólares a través del sistema de control de cambio.

Pero si a ese monto le sumamos todos los demás casos de corrupción denunciados a lo largo de 17 años, estamos hablando de un monto escalofriante, de la corrupción administrativa más exorbitante de todas las naciones, del mayor saqueo de las arcas públicas del que se tenga registro en la historia de la corrupción. El gran escándalo de corrupción que azota a Brasil, el Lava Jato, el esquema de corruptela y sobornos en la empresa petrolera Petrobras, llega tan solo a 3.500 millones de dólares.

El problema, sin embargo, no es la magnitud -aunque el exceso cuantitativo denota de por sí una deformidad cualitativa- sino que el saqueo más formidable del mundo haya sido respaldado por el pueblo que hoy lo sufre mientras hubo ingresos suficientes para mantener la red clientelar. Lo de Venezuela fue un robo colectivo en el que lo público se convirtió en finca privada de apropiación y reparto.

¿Hasta dónde podemos llegar? PDVSA está deshecha, la CVG destruida, el Guri desmantelado, las empresas mixtas y los activos mineros vendidos, las reservas de oro entregadas a mineras canadienses, el oro del BCV despachado a Suiza. Lo que está ocurriendo es, literalmente, un acelerado raspado de olla, el desmantelamiento de las últimas tiendas del campamento llamado Venezuela.

La voracidad y la falta de límites son consubstanciales con el componente psicopático que domina desde del poder. Y en la prolongada lucha entre una oposición que se ha impuesto a sí misma parámetros morales y límites democráticos y constitucionales para actuar y un gobierno sin límites ni cortapisas que lo contengan, de Venezuela sólo quedarán ruinas y tierra arrasada.

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