Venezuela

Peligro: Calle Ciega

Los desordenes asociados a la escasez vienen aumentando. Son la lógica consecuencia de la combinación explosiva de la impaciencia social que aumenta, la declinante oferta de bienes necesarios y la inoperancia de los CLAP.

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Por Ramón Guillermo Aveledo @Aveledounidad Foto: Cristian Hernández Fortune

Las informaciones que a uno le llegan de los saqueos en Cumaná apuntan a una rara coincidencia. La alcaldía y los colectivos con la mano metida, perplejidad de la gobernación y todo desemboca en dependencia de lo que distribuye la FANB.

¿Otra idea “genial” para someter a la gente en vez de encarar la realidad? La insistencia gubernamental en buscar soluciones político-partidistas a la gravísima situación que sus decisiones equivocadas han creado, solo consigue empeorar las cosas.
El ambiente en las colas, más largas, es cada día más pesado y más tenso. Es menos lo que se consigue en los anaqueles. Y los precios en el mercado paralelo del bachaqueo suben, en la misma medida en que los productos son más difíciles de encontrar. Buen negocio para especuladores y mayor seducción para la tentación corruptora de sacar tajada a la oportunidad antes que se acabe.

La impaciencia de la gente crece. Más en las mujeres, a quienes toca la peor parte al compartir trabajo, labores domésticas y colas para comprar. Las declaraciones de los funcionarios gubernamentales y jerarcas políticos del oficialismo, lejos de ayudar, perjudican. Se les ve tan lejanos de la realidad, tan ajenos a la cotidianidad de los venezolanos comunes, tan indiferentes al drama diario de las familias.

Cada vez hay menos variedad y menos marcas. La gente se muda de consumos y pronto los precios suben, y aquello que empezó a comprar para sustituir lo que ya no encuentra, empieza a escasear también y a ponerse más caro.

Los CLAP, copia tardía de las JAP chilenas de 1972 sin aprender del desenlace de aquella experiencia, hacen evidente a todos que toda la responsabilidad de escasez y precios está en el gobierno y su partido. Esparcen abajo los venenosos ingredientes de corrupción, sectarismo y favoritismo, cuyo potencial irritante es enorme.

En un cuadro así, cuando hasta la basura de supermercados es botín en la céntrica parroquia caraqueña de La Candelaria, nada de raro tienen mujeres que cruzan la frontera en Ureña por comida y medicinas, protestas en Tucupita, El Tigre, Carapita, El Junquito, y en Cumaná por las bolsas insuficientes, robo de camión en Barcelona, saqueo en Sabaneta de Barinas, el cierre de vías en Marigüitar, Vargas y la intercomunal Guarenas-Guatire.

La decisión de huir hacia una calle ciega no tiene porvenir.

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