Venezuela

1S y las ganas de futuro

Yo quiero despertarme un día, y ese día, aunque sea sólo ese día, dedicarme a tener una vida tranquila, sin temores.

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No sé, me resulta difícil escribir sobre la concentración. No soy analista político, incluso a veces me siento avergonzado de mis artículos. Quién sabe cuánta pistolada he dicho desde que tengo este espacio.

No soy analista ni profesional de la opinión. Eso sí, pienso en el primero de septiembre y debo confesar que descubro en mí un trasfondo de temor. Da miedo pensar en lo que puede pasar. Sabemos —por lo menos eso sabemos— de lo que som capaces la locura, la ambición, el egoísmo, la ceguera. De parte y parte.

Pero también, al pensar en la concentración, recuerdo que en estos días, alguien me contó que su madre había tenido que cerrar la guardería que tenía en el Paraíso porque, con el maravilloso aumento salarial, se le hizo imposible pagar a las maestras. Adiós negocio propio de una señora que no es multimillonaria ni tampoco enchufada.

También supe de una madre que va a vender su carro, su único carro (y no tiene para comprarse otro), con el fin de que su hijo pueda irse del país con un poco de dinero. El hijo, cabe decir, no se va a estudiar; es un muchacho joven que llegará allá buscando trabajo. No termina sus estudios acá, tampoco le alcanza el dinero para estudiar allá.

También supe de una amiga a la que le robaron el carro saliendo de una cena en la casa de unos amigos. El asalto fue pistola en mano, por supuesto. Eran apenas las ocho de la noche.

También recuerdo a la señora Paula, esa señora que trabajó para mi familia durante años y que hace poco se apareció por la casa de mi madre buscando algo de comida porque no había comido en dos días. La señora Paula, cabe decir, murió poco después. De un infarto, al parecer.

También pienso en el sobrino de una amiga que murió por falta de medicamentos.

En todos los que mueren a tiros en asaltos o en los barrios, por balas perdidas.

En unos conocidos a los que les secuestraron a los hijos. Fue una noche, le trancaron el paso a la camioneta. Iba la madre manejando, sólo ella con los hijos. La dejaron en medio de una avenida, sin carro, sin hijos.

Todo esto me ha venido a la mente mientras escribo. Sé que hay más, mucho más que debería poner acá. Y posiblemente alguno me criticará porque más de una de mis preocupaciones le parezcan demasiado burguesas, pequeño burguesas. Yo le diré, ¿por qué no? Yo quiero despertarme un día, y ese día, aunque sea sólo ese día, dedicarme a tener una vida tranquila, sin temores.

Una vida en la que yo ande sin sobresaltos, sin mirar para los lados temiéndole a todos, sin contar un bolívar sobre otro para comprar una cebolla, un día en que no piense en los políticos ni en la sombra omnipresente de cualquier Galáctico de turno. Y no quiero decir con esto que anhelo dedicarme a una vida alejada, frívola y desinteresada de los asuntos del país. No, lejos está tal cosa de mí. Pero no todo debería ser un estado de alteración gravísimo como el que vivimos. La gente tiene derecho a días de tranquilidad en su vida. La gente tiene derecho a vivir en un país de verdad.

Así que pienso en la concentración y me vienen estas imágenes, estos pensamientos. No es una gran reflexión, lo sé. Sólo siento tristeza y temor y en ocasiones un profundo cansancio, la necesidad de algún instante sosegado con un futuro generoso. Sí, por lo menos eso tengo: ganas de un futuro mejor. No sé cuándo vendrá, no sé si este país se arreglará algún día, sólo sé que iré a la concentración, sólo eso. Allí estaré el #1S, allí estaré.

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