Venezuela

El CNE y el pináculo de la crisis política

Nuevamente, como el 1 de septiembre, pienso que toda la sociedad democrática debe pronunciarse y acompañar las demandas de la Unidad en la calle. 

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Foto: CRISTIAN HERNÁNDEZ (EFE)

Las disposiciones del Consejo Nacional Electoral colocan a la crisis política venezolana muy cerca de su pináculo existencial. Tibisay Lucena, Socorro Hernández, Sandra Oblitas y Tania D´ Amelio, instrumentos de poder del PSUV, se conjuraron para consumir el año entero emitiendo señales equívocas y fraudulentas en torno a una demanda con una nitidez y una antelación tan obvios que no precisan de mayores comentarios. El referéndum revocatorio es un grito nacional.

Ha sido una maniobra miserable que desconoce la crisis social y la matriz de las responsabilidades políticas de la grave crisis venezolana. El CNE es un organismo administrativo obligado a interpretar el entorno político que tiene frente a sí. El Poder Electoral está prestando su concurso para garantizar la impunidad y el mandato de un tropel de dirigentes y funcionarios públicos deshonestos, nepóticos y despilfarradores del erario nacional en el poder.

Queda vaciado de contenido el concepto de la democracia protagónica, uno de los panfletos del chavismo fundacional. La maniobra del PSUV le coloca a la MUD un reto de una enorme complejidad. Es cierto que habrá nuevas disposiciones impuestas, nauseabundamente inconstitucionales, como la que ahora estamos presenciando. Siendo una minoría clara y desprestigiada, chavismo parece decidido a imponerle al país por la fuerza el veneno del cual vive.

Tendrá la alianza política de la oposición que hacer un esfuerzo muy especial para respetar su fuero y presentarle costos políticos a la arremetida dictatorial chavista. Eso demandará asumir riesgos de mayor gravedad. En Venezuela hay un golpe de estado en trayecto. En 2016 el chavismo no ha permitido promulgar una sola ley al Parlamento venezolano recién electo por voluntad mayoritaria de los venezolanos; y ahora se ha conjurado con el CNE para consumir los meses en curso especulando todo lo posible con las circunstancias, burlándose del sentir mayoritario del país.

¿Puede la MUD asumir la logística de la movilización nacional, aún con los poderosos filtros colocados por en CNE? ¿Transitará el país de forma masiva un llamado a revocar a Nicolás Maduro, o creeremos que ya no valdrá la pena? Por supuesto que el poderío el sentimiento opositor en Venezuela es tal que podría aprobar, si se organiza, la compleja demanda de la movilización para firmar. ¿Estará la gente motivada? ¿Seguiremos en el “yo sabía, yo te lo dije”? ¿Puede la MUD, con el pueblo venezolano atrás, presentarle al chavismo una respuesta política que tenga una escala similar a la actual? Es cierto, ya no basta decir que el gobierno «lo hace por miedo». Hay escenarios abiertos, nacionales e internacionales.

Nuevamente, como el 1 de septiembre, pienso que toda la sociedad democrática debe pronunciarse y acompañar las demandas de la Unidad en la calle. Lo que el país pide está claro: elecciones, juego limpio, reglas claras.  Respeto a la Constitución Nacional, a su carácter consultivo y popular.   No hay encuesta que no lo afirme: la clase política chavista es en este momento tiene un enorme desprestigio; las leyendas de corrupción han permeado en la sabiduría popular; los poderes públicos chavistas son vistos con desconfianza y recelo por el 75 por ciento de los venezolanos.

Es comprensible que exista cansancio en las filas. Llevamos demasiados años en esto. Aquel que haya faltado a marchas en el pasado o reciente gozará de la comprensión de todo su entorno. En este momento, sin embargo, en los tres o cuatro meses que se aproximan, la movilización nacional pacífica, en demanda de elecciones oportunas, justas y libres, podría significar la diferencia entre lo que puede y lo que no puede pasar. Nunca antes como ahora.

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