Júnior González, de un año, murió a causa de una bronconeumonía bilateral, con desnutrición severa y deshidratación aguda, según su indica acta de defunción. Para momento de su fallecimiento vivía con su madre Julia Rodríguez, de 38 años, y sus cuatro hermanos en el barrio Mario Urdaneta, en el kilómetro 20 de la vía a la Concepción. “El médico me dijo que él era un niño sano, que lo mató el hambre”.
A 12 cuadras de la avenida principal, al final de una trilla de arena, está una troja donde ella y sus pequeños “pasan las buenas y malas”. La mujer fue abandonada por su marido cuando la cesárea por la que nació Júnior se complicó. Ella aún llora desconsolada la muerte de su bebé. “Mi hijo tenía un año y murió de hambre porque no tenía nada que darle. Yo le pedía a la gente para los alimentos”.
Desde su nacimiento el pequeño presentó hipoxia cerebral, sin embargo la falta de una adecuada alimentación complicó su estado a los nueve meses de nacido. “Los médicos me dijeron que tenía que alimentarlo bien porque él no agarró la teta, no tenía fuerza para chupar”. Julia trabajó como empleada doméstica y con eso mantuvo sus hijos, pero “los cobres no me alcanzaban”.
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