Venezuela

ANÁLISIS | La calle ¿última carta opositora?

La cuerda se tensa en Venezuela. La oposición ha decidido retomar la calle con la intención de mostrar fuerza ante un gobierno que ha logrado hasta ahora imponer el ritmo de la confrontación política, que ha perdido buena parte de la calle pero que sigue manejando casi que a su antojo otros factores de poder de mucho peso.

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FOTOGRAFÍA: ANDREA HERNÁNDEZ

Salvo prueba en contrario, el gobierno controla la Fuerza Armada Nacional e incide de manera determinante en las decisiones de los otros poderes públicos, salvo la Asamblea Nacional.

Pero la oposición tiene su fortaleza en la calle y es el elemento al cual está apelando para tratar de lograr su objetivo político central, la conquista del gobierno. No le queda otro recurso porque el espacio de lucha institucional ha quedado reducido a lo meramente declarativo. Es lo que puede hacer en la Asamblea Nacional.

Toma decisiones inaplicables, aprueba leyes que se quedan en el papel, cita funcionarios que no asisten a las convocatorias, y seguramente lo mismo va a ocurrir con la declaratoria de abandono del cargo por parte del Presidente de la República. La Mesa de la Unidad Democrática depende hoy como nunca de la calle para validarse.

La demostración de fuerza dada este miércoles 26 de octubre en la «Toma de Venezuela» ratifica que en la calle priva el mismo espíritu del 1 de septiembre: el descontento es el desencadenante de la movilización, sobre todo cuando ésta reviste carácter pacífico y no implica riesgos mayores de violencia, confrontación e incluso represión.

¿Tendrá el mismo resultado y la misma fuerza la convocatoria a Miraflores prevista para el 3 de noviembre? ¿Cuánto pesará en esa convocatoria el fantasma del 11 de abril de 2002? ¿Tendrá las mismas dimensiones , el mismo objetivo y, ¡ojo!,  el mismo resultado en términos concretos?

¿Es una opción segura para la oposición jugarse a Rosalinda con una marcha a Miraflores? ¿Hasta dónde los dejarán llegar? ¿Es parte de una estrategia para sentarse con el gobierno enseñando músculo o realmente ya se ha desechado para siempre la vía del diálogo y hay plena unanimidad en lo que hay que buscar en Miraflores y en no dejar las calles hasta encontrarlo?

Todas estas preguntas dejan abierto un largo espacio para especulaciones, subjetividades y posibles escenarios que seguramente están siendo sopesados por los dirigentes opositores. ¿Es realmente firme e irreversible la disposición a jugar duro en los innings que están por venir? Otra pregunta, por si las de arriba no son suficientes, es dónde quedará en toda esta nueva etapa de la política venezolana la iniciativa de diálogo anunciada por el enviado especial de Su Santidad el papa Francisco.

El diálogo ha sido estigmatizado por la manera como el gobierno se ha valido de este instrumento esencial de la política para ganar tiempo, correr la arruga y «marear» tanto al adversario como a los facilitadores o mediadores. La oposición ha dado tumbos frente a esta nueva propuesta, nacida, paradójicamente, de su viejo reclamo en el sentido de que los ex presidentes Martín Torrijos, José Luis Rodríguez Zapatero y Leonel Fernández no son suficiente garantía de una mediación imparcial y ajena a cualquier presión o manipulación de la administración Maduro.

Darle la espalda, más que al diálogo en sí, a la iniciativa papal parece un riesgo muy grande para una oposición que no ha salido bien de las coyunturas en las cuales se ve involucrada la mediación de fuerzas en la calle. Al menos así ha sido la historia de los últimos años. ¿Será este el momento de cambiar la suerte e ir a un proceso exitoso de conquista del poder por la vía de la fuerza de las masas en la calle? ¿Ese es el objetivo que hoy unifica a todas las variopintas corrientes opositoras venezolanas? ¿O puede ocurrir que a mitad de camino comiencen a florecer diferencias que precisamente hacen su entrada en la MUD en tiempos decisivos?

No es difícil prever, a la luz de lo ocurrido en los últimos días, que la unidad de la MUD comience a atravesar pruebas difíciles, asociadas a la forma en que cada uno de sus factores cree que hay que enfrentar al gobierno de Nicolás Maduro.

Pero la prueba fundamental que tiene ante sí es mantener y quizás ampliar el espacio conquistado en la calle. Cualquier error o desliz, cualquier señal de que no hay claridad en el rumbo de la cualidad opositora, la coloca en serio peligro ante un gobierno que sabe sacarle provecho a esas diferencias existentes en el seno de la Mesa.

No sé por qué, pero algo me dice que en la Mesa de la Unidad Democrática ni todo se ha dicho ni todo se ha discutido con respecto a esa decisión de acercarse a Miraflores para «pasarle la carta de despido» al primer empleado público del país, el presidente Nicolás Maduro.

¿Hay un trabajo serio dentro de la MUD para reducir al mínimo los disensos que de cuando en cuando entraban su accionar, sobre todo en situaciones cruciales?

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