Venezuela

¡Esto es agotador!

Al diálogo vamos con condiciones. Claras y contundentes. Y si nuestras condiciones no se dan, pues nos retiramos. Lo reiteró Henrique Capriles. 

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Foto: Tuki Jencquel

Y agotarnos, justamente, es lo que quiere el régimen. Con declaraciones, con rumores, con cadenas, con amenazas, con colas, con colectivos, con lo que sea. Y “lo que sea” es “lo que sea”. Porque ellos no se paran ante nada.

La cúpula roja sabe que no tiene salida y huye hacia delante. Si usted tiene miedo, le aseguro que ellos tienen mil veces más miedo que usted. Porque los esperan tribunales de jueces dignos y justos en otros países, no como los compinches de aquí. Y el tiempo corre en su contra. Desearían poder hacer como Fidel Castro, poner a un gentío frente a un paredón para que el otro gentío salga corriendo. Ya la inseguridad ha sacado a un millón y pico de compatriotas altamente calificados y hoy me hablaron de un estudio reciente donde la cifra se acerca a los dos millones. Pero el paredón les terminaría de quitar la ínfima legitimidad que les queda. Por eso lo sustituyen con cárcel e inseguridad. Porque la inseguridad es política del gobierno.

Tienen al siquiatra que sabe cómo enloquecer a cualquiera. Con su risita irónica y el tonito de voz desagradable. Al del mazo que ya no sabe cómo amenazar para desesperanzar. Al encapuchado con su letanía de hipocresías. Al maestro que amenaza. Al de la partida de nacimiento “hecha en el TSJ” que desespera con sus cadenas. Y a todos los demás cómplices y sigüíes que siguen el libreto preparado por el G2 cubano. Ese libreto está probado que funciona: sí, porque los opositores caen en él todo el tiempo y se convierten en sus peores enemigos.

Lo último es el asunto del diálogo. ¡Hay tanta gente enfurecida! ¡Justamente lo que quiere el régimen! ¿Y es que acaso los enemigos no se sientan a hablar para llegar a acuerdos? ¿No es mejor llegar a un acuerdo y evitar una masacre? ¡Yo agotaría todos los recursos antes de ir a un enfrentamiento fratricida! Y si no, pregúntenle a un español las heridas que deja una guerra civil. La de ellos, que terminó en 1939, hace casi 80 años, aún tiene heridas abiertas. Así que no es tontería. Y a veces requiere mucho más valor rechazar una pelea que engancharse en ella.

Al diálogo vamos con condiciones. Claras y contundentes. Y si nuestras condiciones no se dan, pues nos retiramos. Lo reiteró Henrique Capriles. Mientras, hay una agenda de calle que no cesará. Ahora que somos mayoría tenemos que comportarnos como mayoría. El gobierno se sentó en ese pre-diálogo porque está débil. Si se sintiera fuerte, no hubiera aceptado. La reunión con el Papa la pidió Maduro, no fue que el Papa lo invitó. De hecho, ahí no hubo ni recibimiento oficial, ni foto protocolar… quizás sí un tremendo jalón de orejas.

Sé que cuando uno está desesperado, lo peor que le pueden pedir es paciencia. Que cuando uno no cree en nadie, es casi imposible pedirle confianza. Pero hoy escribo para pedir paciencia y confianza. Paciencia porque salir de esto quizás no será para mañana, pero de que salimos, salimos. Del apuro sólo queda el cansancio. Y confianza en que nuestros líderes están haciendo lo mejor para que esa salida sea lo más pacífica posible. Alguien tiene que conducir al pueblo opositor y tomar las decisiones. ¿Quién quiere poner los muertos?

Es agotador, es verdad. Pero no nos convirtamos en factores de apoyo a un régimen que está moribundo. Lo apoyamos con cada crítica infundada, con cada rumor que pasamos. Ya habrá tiempo para criticar, cuando tengamos una democracia verdadera. El tiempo de hoy es de respirar profundo y resistir. De esperanzarnos en un país posible. De darnos permiso para soñar con él.

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