Venezuela

Marco Trejo y la eterna Noche de Brujas en el Sebin

Hace unos cuarenta días, durante un forzado asueto que me tomé de las redes -referido a unos desnudos eróticos que no le gustaron al algoritmo de Facebook–, llegó a mis oídos otro hecho de censura sin sentido, que siendo mucho más grave que mi inpass con Zuckerberg, hoy pasa a los archivos de nuestra renovada dictadura. Extrañamente me incluye de una manera tangencial y que me llena de orgullo y alegría, siempre dentro del marco trágico que es la libertad de expresión en nuestro país.

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Marco Trejo, es un productor audiovisual hoy célebre por haber sido encarcelado tras haber dirigido el comercial aquel del militar (PNB o GN), que mientras reprimía una manifestación pacífica, su hija le pedía por SMS que recapacitara sobre hacer daño a gente que reclamaba por las misma cosas que ellos estaban sufriendo como familia -por la falta de medicamentos de mamá, la escasez de alimentos o alguna de esas cosas que nos arrugan el corazón a los que aún tenemos acceso a ellas y el estómago a los que ya no lo tienen– ¿Lo recuerdan?. Este mensaje firmado por Primero Justicia, le valió a Marco y a tres de sus compañeros de trabajo -a los que no nombraré simplemente porque no haber nunca hablado con ellos– un injusto encarcelamiento, que comenzó en el área de población común -es decir, con las lacritas– en la Sede del Sebin.

El Helicoide es uno de nuestros más grandes elefantes blancos y que hoy es símbolo no sólo de la gran Venezuela que no fue y sí del desastre que hoy es. Nada más de pensar en él se me revuelven las tripas. El sitio al que llevaron a Marco tenía ya significado para mi antes de los últimos embates de esta dictadura. En mi juventud jugué allí a una especie de rally del terror -de manera ilegal, de noche y dentro de las abandonadas instalaciones­– (esto se los cuento en otra ocasión), y hace algún tiempo, llamaron allí a declarar la que fuera mi esposa -relacionándola de manera injusta con la manufacturar de unos “miguelitos” de los usados en las manifestaciones de 2014–, se podrán imaginar el susto.

En fin, no es agradable para mi la mención del lugar, pero increíblemente es allí donde sucede la única parte bonita del cuento. Entre las peticiones y encomiendas para «el preso» -que hoy se están haciendo tan comunes entre los venezolanos–, Alejandro, el hermano menor de Marco, en una de las limitadas y cortas visitas, le llevo a su hermano franelas y jeans limpios, jabón, aspirinas, dos pollos en brasa con hallaquitas y una torta casera con una sierra dentro -¡Ja!–, además de libros y revistas varias. Entre el material de lectura estaba mi novela I Love Zombies.

Me contó Alejandro hace unas semanas que el texto -que debo admitir peca de ligero como yo–, le agradó mucho a Marco y luego de haber llenado algunas horas de su cautiverio, le sirvió como mecanismo de intercambio con los otros detenidos en población común, que con el peso de las horas tras las rejas habían descubierto las letras como medio de escape y sosiego. Además parece que cierto verbatim, que no viene al caso,de mi personaje principal, pasó a ser parte de la jerga entre los presos –¡Punto para El Perrote!

Haciendo valer la cuña para mi libro cierro este cuento personal con dos reflexiones. Una sobre la vida en general y otra sobre la situación terrible que nos aqueja como país. La general es que, si por al menos por unos minutos mitigas de alguna forma el sufrimiento de alguien con tu trabajo, independiente de su éxito comercial o su permanencia en el tiempo, debes sentirte satisfecho. Emitiste el mensaje y llegó cuando alguien lo necesitaba. La otra, sobre esta situación: En la noche de ayer Marco y sus compañeros fueron excarcelados. Siendo yo mismo un humilde, pero público, adversario -de un buen pedazo– de la MUD, además de enemigo acérrimo del diálogo con el gobierno –Y ni hablar de la Iglesia Católica–, debo admitir que este somero resultado de las negociaciones propiciadas por el Vaticano en la noche de Halloween me reconforta hondamente. Y es que por un momento y por casualidad estuve en contacto con la humanidad de ese ente etéreo que es el “preso político” y con el calor de la persona real que sufre y padece al luchar por nuestros derechos.

A Marco, a sus compañeros de celda y trabajo, a Alejandro y a su familia, gracias por el sacrificio. A los dialogantes y mediadores aún les ofrezco mi más férreo escepticismo –como corresponde–, y a todos les deseo que muy pronto acabemos de una vez por todas con esta eterna Noches de Brujas.

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