Chuo Torrealba, a quien uno de los negociadores del gobierno lo llama «mi nuevo mejor amigo», por el contacto frecuente que han tenido, hasta ahora cordial, asume la difícil tarea de dar la cara por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en una hora tan compleja .
Ese pequeño fuego que se ha encendido con el inicio del diálogo apadrinado por El Vaticano es una débil llama sometida a los ventarrones verbales y fácticos que durante años han atentado contra la posibilidad de un entendimiento a largo plazo entre gobierno y oposición, en torno a la constitución nacional y a un programa mínimo.
Aún es muy prematuro para hacer apuestas sobre el éxito o el fracaso de esta iniciativa. Estamos, si se quiere, en el prólogo, en las primeras de cambio, en un round de estudio de dos contrincantes que se conocen bien porque tienen años montados en el ring y que por eso no se tienen confianza sino todo lo contrario. Cada uno ha comenzado a colocar en la mesa el sencillo. Las moneditas que ha puesto el gobierno, la liberación de un pequeño grupo presos políticos. Las de la oposición, la suspensión de la marcha a Miraflores y la postergación del juicio político al presidente Nicolás Maduro.
Estas señales, atendiendo a pedidos específicos de El Vaticano, son necesarias pero no suficientes, sobre todo en un ambiente aún marcado por la acidez verbal. El compromiso de moderar las palabras, hacer la necesaria pausa entre el cerebro y la lengua, no se está respetando y ello puede ser un factor que pese negativamente. Súmese a ésto la difícil situación planteada con Voluntad Popular, al cual el presidente Maduro acaba de calificar de «grupo terrorista» y de advertir sobre posibles decisiones contra la organización naranja y algunos de sus dirigentes.
Para la Mesa de la Unidad Democrática en general, y en particular para los partidos que en la práctica la controlan, Acción Democrática, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo, Voluntad Popular se convierte en un verdadero dolor de cabeza, porque ha venido jugando a calentar la calle y ha boicoteado el diálogo.
No ha acompañado ninguna de las tres últimas decisiones de la MUD ( sentarse con el gobierno, suspender la marcha a Miraflores y postergar el juicio parlamentario al Presidente), y para colmo es objeto de la furia roja por sus posiciones nada proclives a la negociación política .
Imagínense que en medio del diálogo se concreten nuevas acciones contra VP o alguno de sus dirigentes .
Ello puede hacer explotar el diálogo y pondría a los partidos representados en las conversaciones ante la nada fácil disyuntiva de levantarse y ser solidarios con la tolda de Leopoldo López o seguir allí y dejar a su suerte a ese movimiento que está capitalizando hoy el escepticismo de importantes sectores frente a estas conversaciones.
VP apuesta al fracaso de ese diálogo porque va en contra de su política, y el gobierno juega peligrosamente a ahondar las divisiones en la Mesa. Esta pinza pone en aprietos a adecos, justicieros y «unetecos», ya de por sí complicados por el costo político que están pagando en los sectores más duros de la oposición por sentarse a conversar con el Psuv.
Un connotado dirigente opositor nos comentaba con gran preocupación la necesidad que tiene la MUD de mostrar logros significativos antes del 12 de noviembre.
La presión de la calle se les puede convertir en una verdadera amenaza si el diálogo se estanca o termina pareciéndose en materia de dinámicas y resultados a los otros fallidos intentos por encontrar soluciones nacidas de la negociación política. Según ese dirigente, parlamentario para más señas, si no hay resultados en materia electoral, por ejemplo, selección de un nuevo Consejo Nacional Electoral, total o parcialmente, adelanto de elecciones de gobernadores y alcaldes, e incluso de presidenciales, lo que se habrá logrado es postergar la locura, es decir, un escenario confrontacional donde la moderación será un producto altamente escaso.
Pesan mucho los presos políticos y no solo el Vaticano ha abogado por ellos. Familiares de algunos de los recién liberados han reconocido, por ejemplo, las insistentes gestiones de José Luis Rodríguez Zapatero por lograr estas y otras liberaciones que aún no se han concretado. Pero los presos, a pesar de lo que implica el tema, no es el factor principal en todo esto. Es la posibilidad real de que en un tiempo razonable se produzca alguna modalidad de consulta popular.
Cualquier otra cosa sin ese ingrediente no es salvoconducto para una Mesa asediada hoy por encolerizados usuarios de las redes sociales. Y uno de los defectos ¿o virtudes? que tienen algunos de sus dirigentes es que son hipersensibles a un masivo ataque en ese nuevo espacio de la política.
¿Habrá valido la pena que la Mesa esté pagando un alto costo por sentarse a dialogar? En tan solo días lo sabremos .