Venezuela

Vida y Muerte de la Imagen Despótica

El dictador inventó la selfie, el story de Instagram y el reality show como medios de propaganda, para exacerbar su culto a la personalidad. Antes de la fabricación de la cámara de cine, los tiranos y Emperadores cincelaron estatuas de bronce, con el mismo fin. El marco se repite, una y otra vez, a lo largo de la historia más allá del soporte.

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POR: SERGIO MONSALVE

La pintura quiso inmortalizar a Napoleones ególatras de Venezuela. Se buscó imprimir la leyenda en lugar de la realidad. La muerte trajo consigo la única verdad absoluta: todo se extingue, todo se apaga, todo está condenado a difuminarse en el cementerio de la banalidad. Así pasa en la brillante The Death of Louis XIV, anatomía de los últimos días, de la inevitable fallecimiento del Rey Sol.
En el cine, el biopic glorificador termina hundiendo al Hitler de turno. La manía ombliguista apenas funciona en una determinada coyuntura política. “El Triunfo de la Voluntad” incentiva un odio efímero. Pierde vigencia con la caída del Fhurer e involuntariamente queda como testimonio de su ignominia.
Es el destino de cualquier material grabado o filmado por un verdugo, por un carnicero enquistado en el poder.
Juan Vicente Gómez gastó una inmensa fortuna en registrar sus celebraciones y tiempos íntimos, cual patriarca de una Familia Kardashian asediado por cámaras las 24 horas. Posteriormente, su footage sirve para denunciarlo en un documental dirigido por Manuel De Pedro.
Ocurre lo propio con el torpe y terco déspota de Rumania, Nicolae Ceaușescu, obcecado por la plasmación de su imagen. A la postre, el narciso acaba por ahogarse en su reflejo de tomas en viajes, vacaciones, fiestas y agasajos. Finalmente, ruedan su ejecución sin su consentimiento, alrededor de masas sedientas de venganza y justicia.
De tal manera se despiden de la pantalla, Hussein y Gadafi. El guion no sufre alteraciones en la actualidad. La pregunta es: ¿cómo concluirá la lealtad indestructible de Maduro? Seguramente precedida por un cúmulo de videos personales de él haciendo el tonto, jugando a la pelota, tirándoselas de santo, bueno y querendón.
Por tanto, el kitsch del fin de la revolución sí es y será transmitido.
Conscientes del estado de su autoagresión, los déspotas afilan cuchillo para su garganta, conspiran contra sí mismos, escenifican su crucifixión en modo suicida.]]>

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