Nelson Gómez tiene 31 años de edad y desde que nació vive en el sector San Miguel de la Cota 905, una zona popular ubicada en la parroquia caraqueña de El Paraíso que suele ser víctima de la violencia criminal.
Pero este sábado 18 de noviembre, día además de La Chinita, no era el momento para hablar de homicidios, robos ni secuestros. Por el contrario, la ONG Caracas Mi Convive realizó su fiesta de Navidad y organizó, por segundo año consecutivo, un encuentro de convivencia donde los niños beneficiarios de los comedores escolares que impulsan en La Vega, Antímano, Chapellín, Las Mayas, Mecedores y la Cota 905, tuvieron la oportunidad de jugar, cantar, bailar, correr y compartir con líderes deportivos como Nelson, para así celebrar la vida y reír un poco.
“No queremos ser la ciudad más violenta del mundo, queremos ser la más visitada. Por eso les pido que se acerquen a aquella tela que está al fondo, donde pueden leer la frase Instinto de Vida, una campaña que busca reducir los índices de homicidios en la ciudad”, decía por micrófono uno de los chicos animadores del encuentro, realizado en la Hacienda La Vega.
“No es lo mismo que yo te lo cuente a ti, a que tú lo vivas. Cuando llega la policía allá, al barrio, te lanza al piso, te apunta y te maltrata”, cuenta Nelson Gómez, quien prefirió enseñar baloncesto a los niños y a los jóvenes de su comunidad para que así tuvieran “la mente ocupada”. Resolución que tomó después de que varios de sus amigos fueran confundidos con delincuentes y ajusticiados ilegalmente por una incursión de la Operación de Liberación del Pueblo (OLP), la serie de redadas indiscriminaas llevadas a cabo por policías y militares para cazar supuestos delincuentes.
Según la ONG Observatorio Venezolano de la Violencia esta modalidad, en teoría creada por el Gobierno para detener a bandas criminales en sectores pobres y barriadas, cometió 44 masacres y violaciones sistemáticas de derechos humanos durante su aplicación.
Según datos de esta campaña latinoamericana, en la región y el Caribe se cometen cuatro homicidios cada 15 minutos, lo que significa 400 muertes al día y un promedio de 144 mil personas asesinadas al año. De las 50 ciudades con más muertes en todo el planeta, 43 están en América Latina, y de cada cuatro personas asesinadas en el mundo, una es brasileña y otra es colombiana o venezolana.
Frente a esta realidad, Caracas Mi Convive se planteó hace cuatro años formar a líderes comunitarios en algunas zonas populares del municipio Libertador para que entre todos desarrollaran actividades artísticas y deportivas y evitaran el auge de la delincuencia. Sin embargo, algo en lo que no habían pensado era en el hambre. Y una tarde una niña en La Pastora le dijo a Roberto Patiño, coordinador de la ONG, que ella lo que quería era comer, más que ver una película.
Así nació hace año y medio el programa Alimenta la Solidaridad que en apenas 18 meses ha entregado más de 90 mil platos de comida entre los comedores que funcionan en los sectores La Isla, Las Casitas y San Miguel, en La Vega; El Cardón, La Monserrate y Las Cumbres, en Antímano; así como en Chapellín, Las Mayas, Los Mecedores y la Cota 905.
La iniciativa se apoya en párrocos de las iglesias y en líderes comunitarios que promueven la ayuda y la fraternidad.
“Nosotros nos reuníamos a rezar el Rosario a la Virgen de Fátima y un buen día el sacerdote Alfredo Infante nos comentó de esta iniciativa de Roberto. Le dijimos que podíamos colaborar pero solo si el comedor era al aire libre y ayudaba a todo el mundo, sin distingo de creencia religiosa o filiación política”, contó una de las señoras del sector La Isla de Santa Eduvigis, en La Vega, quien prefirió omitir su nombre por temor a los delincuentes de la zona.
Cree que es un programa “demasiado bonito” y necesario, pues asegura que ya no queda ni uno de los comedores creados allí por el gobierno nacional:
“Eso fue el esguace. Había uno en los sectores de Ayacucho, La Pradera y Bloque Verde, pero la comida nunca se vio. Allí llegaba pollo, carne y cochino, pero alguna gente se lo quedó y solo servían lentejas con mortadela y bollito”.
La vecina cree que esto no debe repetirse con el programa Alimenta la Solidaridad, de Caracas Mi Convive, por eso sugiere que se promueva mayor participación de las personas, quienes a su juicio se han vuelto apáticas y flojas.
Pero Roberto Patiño difiere de ella y con apenas 29 años de edad sigue apostando al empoderamiento social en las zonas populares. Es un chico que estudió en Harvard y sin embargo se le mira sencillo y entusiasmado entre las personas más humildes, quienes parecen apreciarlo a juzgar por la cantidad de abrazos que le daban mientras se hacía la entrevista.
“Entre niños, padres y donantes, hay más de 2.500 personas involucradas en este proyecto. Sé que no todo el mundo se apasiona de la misma forma, pero hay que seguir creyendo en ellos y formándolos”.
Para el próximo año 2018 Patiño se plantea que Caracas Mi Convive impulse mucho más el empoderamiento femenino en las zonas populares, para que así las mujeres mejoren sus ingresos. “¿Y por qué crees que el programa tendrá éxito después de tanta ilusión fallida y tanto desánimo reinante?”, se le pregunta. Y él responde con sencillez: “Por los resultados que mostramos”.
Y pareciera ser cierto. La página oficial de la ONG indica que en cuatro años han llegado a más de 60 comunidades, atendido más de 200 víctimas de la violencia, formado a más de 50 líderes zonales, identificado 200 puntos de alta incidencia delictiva, dictado más de 80 talleres de prevención del delito y reunido más de 40 historias de héroes de la convivencia.
Son datos duros que probablemente ninguno de los asistentes al encuentro conociera o manejara, pero sí lo evidenciaron con hechos: allí vieron cómo los jóvenes jugaban felices por los jardines, o cantaban aguinaldos y parrandas con los niños de la Schola Cantorum de Venezuela, en una jornada donde ensayaron vivir de una manera más armónica y amorosa.
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