Si algo es verdaderamente democrático en Venezuela, es que todos estamos de duelo por la gente que se nos va y los que nos quedamos. Tanto, que tenemos sensación de luto y el duelo es más fuerte porque cuando alguien muere, sabemos que no va a volver. Pero en esta situación, sabemos que el otro vive pero no hay garantías de cuándo habrá un reencuentro y por cuánto tiempo.
El primer paso es aceptar la realidad. Luego conversar, respetar e intentar mantener los lazos efectivos en la medida que cada uno pueda. Sin duda, es importante que quienes quieran migrar, deben generar un plan para que el proceso sea menos duro y a la vez entender que hay que generar nuevos lazos en el destino al que se va.
– Respetar el espacio al que se llega, así como la cultura es clave. Nunca estuvo más activo aquel refrán que reza “A donde fueres haz lo que vieres”, aprender a comer lo que se come es una buena forma de entender y acercarse a lo nuevo.
– Entender que cada comunidad piensa y actúa diferente sin ponerle una etiqueta de bueno o malo sino diferente ayuda a un buen cambio.
– Tolerancia y aprendizaje en el respeto de toma de decisiones del que se va y el que se queda.
– Eso sí, si esta sensación de luto es permanente e interrumpe el normal desarrollo de quien lo padece, es momento de prestar atención y asistir a terapia.
– Los venezolanos, en definitiva, hemos cambiado.
Coordenadas para aprender a manejarlo:
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