Venezuela

Colas en el consulado colombiano reflejan la desesperación por huir del país

Más de 300 personas esperan con impaciencia en la avenida Pichincha de Chacaíto. Llevan alrededor de ocho horas en una fila que serpentea el boulevard y se pierde en la distancia. Todos quieren realizar tramites en el consulado de Colombia. La principal razón, huir de la crisis que carcome a Venezuela.

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FOTOGRAFÍAS: DANIEL HERNÁNDEZ

En una oficina ubicada en el primer piso del edificio acristalado con una bandera de Colombia ondeada por el viento, se encuentra Juan Colorado, cónsul del vecino país en Caracas. Lleva ocho meses en el cargo y ha visto el alza de solicitudes en los distintos trámites disponibles: Registro civil de nacimiento, copia de registro civil, cedulación, duplicado de cédula y renovación del documento de identidad.

En compañía de otros miembros del consulado, Colorado comenta que esta migración empezó hace unos cinco años. Además detalla que diariamente el número de asistentes es de 600  y en 2017 se alcanzó el pico de 1110 personas, cuando el gobierno de Nicolás Maduro amenazó con cerrar las fronteras nuevamente, cosa que hizo con Curazao, Aruba y Bonaire el pasado 5 de enero.

A sus 60 años, Morelia Pérez no se proyectaba en Colombia, su país de nacimiento, el cual abandonó junto a sus padres cuando tenía 10 años en búsqueda de mejores oportunidades las cuales encontró en Caracas. No está sola. Sus tres hijas la acompañan porque todas se irán pronto.

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Llegaron a las 4:30 AM a la sede del Consulado y se encontraron con una enorme cola que para ese entonces llegaba a un kiosco relativamente cercano. Pero con el paso de las horas se alargó más, casi hasta una de las salidas del Metro.

La madre, al ser nativa de Colombia, realizará los trámites para que las tres jóvenes obtengan la nacionalidad y puedan laborar y desenvolverse con normalidad en su lugar de destino.

Las cuatro mujeres vienen de Los Teques para tener sus papeles en mano y así iniciar una nueva vida. Pérez es maestra jubilada y trabajó por muchos años en la Universidad Politécnica de los Altos Mirandinos Cecilio Acosta (Uptamca). Ahora ha tenido que volver a trabajar pero el sueldo no le rinde ni a ella ni a sus tres hijas, dos de 26 y una de 24. Dos de estas trabajan en el sector salud, pero una es cantante de ópera y a ella es a la que más le ha costado sobrevivir en la Venezuela hiperinflacionaria. Es esta la razón que más las motiva a dejar su hogar, quieren algo mejor para sus futuros.

En la entrada del consulado hay trabajadores de la institución que indican a los asistente a donde deben dirigirse. Un funcionario de la Policía Nacional ayuda a mantener el orden para que no se generen altercados. El pasado miércoles hubo un «conato de violencia» explicó el cónsul, mientras que los trabajadores hablaron de una pelea y aglomeración de personas porque las horas de espera se alargaron por la caída del sistema, registrada el día anterior. Estas fallas no son muy comunes, incluso para estas situaciones tiene un programa de emergencia que contrarresta los inconvenientes, para brindar un buen servicio.

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Un poco más atrás, en la mitad de la cola está Andreína Polo. Esta es su tercera visita al consulado. Las veces anteriores quedó muy atrás como para tomar uno de los cupos repartidos en la puerta. Tiene planeado el irse a Bogotá junto a su hija de 12 años, pero antes debe obtener la nacionalidad colombiana, sin embargo el sistema lo considera muy engorroso, porque le tomó cinco días organizar todo.

La falta de alimentos y el alto costo de la vida la empujaron a esa decisión. Su sueldo como secretaria está por debajo del mínimo, por lo que vivir en Venezuela para ella ya no es viable.

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Por otra parte, a Fernando Torres de 22 años le faltan cuatro semestres para terminar de estudiar informática en la Universidad Alejandro de Humboldt. Pronto formará parte del amplio número que conforma la fuga de cerebros. Con franqueza, el joven expresa que «aquí hay muchos factores negativos que para cambiar, necesitan de unos 10 años. No puedo esperar tanto». Vive en Prados del Este con su abuela y tía, ambas trabajan. Él gana en dólares, pero de igual modo su objetivo es Barranquilla, en donde otros familiares esperan su llegada. Tiene previsto gestionar la nacionalidad para que todo esté legal al momento de su llegada.

Torres relató que no es su primera vez. En diciembre acudió al sitio pero el cupo no alcanzó. Al parecer entregan entre 30 y 40 números. Su recomendación es que tengan todos los papeles, porque si alguno falta los mandan a volver en otra oportunidad.

Muchos venezolanos o colombianos residenciados en esta nación no quieren abandonar su vida aquí, por eso toman la opción de estar unos meses en la hermana República para trabajar, ganar algo de dinero y regresar. Eso es lo que hará Cosme Menezes, quien llegó al país con 11 años y en la actualidad tiene 51. Su amor por Venezuela es real.»Cómo esta tierra no hay dos, pero aunque en el país se puede vivir, los problemas del día a día empujan a la salida».

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El tiempo que pasará en el país vecino lo empleará en labores de albañilería y es la forma en la que siempre se ganó la vida, con la que ayudará a su hijo de 24 años y a su mujer, con la que reside en una zona humilde del Distrito Capital. Ahora hace cola para sacar su cédula colombiana. Al igual que Zulaida Romero, una costurera que llegó a las 7:00 AM. y que también quiere su documento de identidad.

Ella no tiene planeado irse del país, pero sabe que la desesperación es tal que muchos ciudadanos acuden al sitio durante la noche del día anterior para entrar de primeros y hacer su papeleo, que también incluyen la tramitación del pasaporte, cuyo costo es de 82 mil bolívares, pero sin duda el registro civil de nacimiento es el trámite que más se realiza en las oficinas ubicadas en la calle Guaicaipuro, reveló el cónsul.

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Este éxodo masivo se vuelve cada vez más grande, al igual que la desesperación y la paranoia del venezolano, quien busca nuevos horizontes para empezar nuevamente a vivir, sin importar las vicisitudes que le aguarden en sus nuevos hogares. La seguridad y la calma son al final lo que buscan. Es por eso que día a día la cola a las afueras del consulado crece y crece.

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