Desde antes de las 11:00 a.m. miles de chavistas acudieron hasta los dos puntos de concentración en Caracas: Avenida Libertador a la altura de la Cantv y la Avenida Fuerzas Armadas desde el Helicoide. Con ansias esperaban que los lideres oficialistas dieran la voz de partida para iniciar la caminata de tres kilómetros que correspondió a la primera ruta.
La marea roja comenzaba a formarse. Jóvenes, adultos y tercera edad estaban congregados. La música inundaba las calles; tambor, joropo, salsa y las famosas canciones de la revolución. Era un concierto para honrar a Chávez pero que Maduro aprovechó para hacer su primer gran acto de masas en la capital como candidato a la reelección.
Al final de la avenida una tarima se alzaba. Sobre ella, se encontraban dos hombres vestido en traje de campaña, boina roja y una bandera de Venezuela en el brazo izquierdo: Diosdado Cabello y José Gregorio Vielma Mora. También se encontraban civiles: Erika Farías, Darío Vivas, Tania Díaz y Freddy Bernal.
Cabello era el más vitoreado y su algarabia la demostraba con brincos al son de las comparsas militares. Frente a él los seguidores alzaban su carnet de la patria mostrando la nueva herramienta del chavismo para blindar su voto en las venideras elecciones.
Las fotos del inmortalizado Chávez se movían de lado a lado. Era un tributo a su memoria y una muestra del poder de la maquinaria electoral que se pondrá en marcha para atornillar a Maduro en el poder.
Luego de la orden dada por todos los dirigentes, comenzó la caminata que se prolongó por 40 minutos hasta el Palacio de Miraflores, en el centro caraqueño. Todos querían fotografiarse con los líderes mientras eran escoltados. Se encontraban en su zona. Recorrieron puntos históricos como el Puente Llaguno en donde les lanzaban naranjas al pueblo para aliviar la sed y el hambre.
La gran tarima se comenzaba a ver desde la Santa Capilla. Una vez terminado el recorrido la marea cubrió los espacios vacíos de la Avenida Urdaneta, a la espera de los lideres restantes. Faltaba Maduro, el más esperado.
A las 3:00 p.m. Cabello inició su discurso, vestía de militar y tras él, en la enorme tarima aguardaban dos ‘pesos pesados’ del chavismo: los ministros Vladimir Padrino López y Jorge Rodríguez.
El jefe del ala militar del chavismo arremetió con su mazo contra todo lo que lleve la palabra oposición y aprovechó para recordar que lo único ilegal en este país eran partidos como Voluntad Popular y Primero Justicia que llamaban a la rebelión militar y a la civil como en 2014 y 2017. Además agregó que esta fuerza política contaba con el apoyo de representantes de Estados Unidos.
El constituyente afirmó que Venezuela se había convertido en referencia para el mundo en materia de libertades y democracias, tal y como lo había querido el difunto Chávez.
En las primeras filas reventaban en ese instante los aplausos de los milicianos y el centenar de trabajadores públicos que con su carnet laboral en el cuello decían presente en el evento.
Su presencia era una demostración de lealtad al comandante y ahora a Maduro, gritaba Cabello por el micrófono para generar más euforia. Fue en ese momento cuando las puertas del palacio presidencial se abrieron para dar paso a la esperada pareja.
Llegó el momento para que la pareja presidencial se subiera a la tarima. Luego de los seis minutos de discurso, Nicolás Maduro y Cilia Flores hicieron acto de presencia. Se detuvieron en las escaleras para dar la mano a sus seguidores quienes con desespero esperaban tocar al autodenominado heredero de Chávez.
Tras un recorrido corto, la pareja presidencial se mezclaba entre saludos y los buenos deseos de las juventudes chavistas, quienes se peleaban por la mejor vista del escenario. Faltaban sólo minutos para que Maduro iniciara su discurso en un podio con el logo del 4F, seguido del el eslogan de la fecha «Día de la dignidad», pero antes había que zapatear un joropo cantado en vivo por un grupo folclórico. Era parte del show.
«Que viva el huracán bolivariano y el recuerdo de el comandante Chávez», dijo Maduro para iniciar su discurso, mientras destacaba cómo Caracas se había desbordado para apoyar el movimiento de rebelión iniciado hace 26 años para señalar lo que él llamó «el dominio burgués».
Así se extendió por un poco más de una hora, en la que un segundo nombre destacó al igual que el del Chávez, «Henry Ramos Allup». La cabeza de Acción Democrática es el ansiado rival con el que Maduro pareciese querer batirse a duelo en las próximas elecciones. Aquel nombre retumbaba en los parlantes mientras los fanáticos abucheaban al adeco con groserías y risas burlonas, mientras Maduro lanzaba más leña al fuego.
De igual modo con dejos de soberbia aseguró que con oposición o sin ella volverán a conquistar lo que empezó hace 18 años cuando dieron inicio a un nuevo gobierno, más social e inclusivo. Su mano señalaba Miraflores, bajo la sombra del Palacio Blanco, custodiado por militares con binoculares que observaban con detenimiento a cada presente para evitar el siempre destacado ataque terrorista.
El sol caía y con una bandera de Venezuela hondeando en sus manos, Maduro trazaba un nuevo plan bajo el recuerdo de su difunto padre político. Para el chavismo, el 4 de febrero es un acto de rebeldía popular contra un sistema detestado por muchos, mientras que para otros, no fue más que una intentona golpista que dio fruto a 26 años de por ahoras y objetivos sin cumplir.