Venezuela

Una noche de apagón infernal en Maracaibo, la capital petrolera de Venezuela

"Siendo la gran capital / De un estado prominente / Sufre religiosamente / Del olvido nacional" (Maracaibo marginada)

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FOTOGRAFÍA: ARCHIVO | EL ESTÍMULO

Con la penumbra, la letra de Ricardo Aguirre parece iluminar las mentes de quienes recuerdan cómo la canciones del llamado «Monumental de la Gaita» se ajustan hoy a las desgracias que vive Maracaibo, «la marginada y sin un real». Los maratónicos apagones de las últimas semanas en la capital del occidental estado Zulia, el corazón petrolero de Venezuela, obligaron a sus habitantes a soportar largas horas entre velas y abanicos. Volver al siglo XIX como consecuencia del socialismo del siglo XXI.
Miriam Navas y su hija María intentan disfrutar cada minuto juntas, aunque Corpolec, la eléctrica estatal, conspire contra sus planes. La joven, de 28 años, pasará pronto a formar parte de las estadísticas de la diáspora venezolana, cuando parta a Chile en pos de un futuro mejor. Por eso, madre e hija aprovechan cada encuentro, inclusive atravesar un apagón de 19 horas en una ciudad secuestrada por la violencia criminal, la humedad y el calor.
Un apagón largo y tendido hundió en el desespero a la segunda ciudad más poblada de Venezuela, con sus 2,1 millones de habitantes. En el pasado esta calurosa metrópoli, donde los aires acondicionados en casas, comercios y vehículos le dieron fama de la ciudad más fría de Venezuela, fue la capital petrolera del sur de América.
El gobierno de Venezuela se ufana de que este país de 32 millones de habitantes posee las riquezas petroleras más grandes del mundo, con 280.000 millones de barriles, suficientes para unos 500 años al ritmo de explotación actual.
Pero a lo largo y ancho del país, los constantes apagones, la falta de gas natural para cocinar, la escasez puntual de gasolina y diesel, los elevados precios de aceites lubricantes (un litro supera con creces el salario mínimo mensual) desnudan la retórica oficial y demuestran que los hidrocarburos bajo el subsuelo no son sinónimo de riqueza, mucho menos de calidad de vida.
En 78 horas, Maracaibo tuvo apenas 20 horas con electricidad, entre el lunes y martes de esta última semana de abril. Pero desde hace años las fallas eléctricas intermitentes golpean a todo el estado Zulia, una entidad de casi cinco millones de habitantes. Vivir sin energía eléctrica es «normal» en todo el occidente del país: el gobierno impuso un racionamiento eléctrico que ha dejado en penumbras a vastos sectores, lo que lleva a cerrar comercios, fábricas y escuelas y ha paralizado o dejado al mínimo de funcionamiento a hospitales que ya están sin medicinas, insumos ni equipos.
En un día, por lo general, se llegan a constatar hasta tres apagones en Maracaibo. Eso sin contar con los recurrentes bajones de voltaje que arruinan equipos electrodomésticos, así como las fallas generales que paralizan la Internet, entorpecen los puntos de ventas del comercio y los cajeros automáticos en los bancos, en medio de una atroz falta de dinero en efectivo.
Pero hasta ahora no había ocurrido un corte tan largo y sostenido.
«Esto es la locura. Desde el balcón no se ve ni una lucecita«, le dijo Miriam a su hija al ver desde su apartamento, ubicado en el sur de la ciudad, cómo la oscurana tomó toda la capital regional. Ambas comenzaban a vivir un nuevo apagón que esta vez se prolongaría durante más de 19 horas, aunque en otros sectores de la ciudad fue más largo y solo terminaría de manera intermitente.
Entre el calor y los mosquitos
«Alúmbrame con la linterna aquí», continuaba la costurera, de 55 años, mientras secaba de «escarcha» de hielo su nevera, que ya ha tenido que reparar tres veces en menos de un año por causa de los apagones. A lo lejos, solo se escuchaban los ladridos de los perros y uno que otro grito de guerra:  “¡Maduro, coño de tu madre!” con el que un vecino desahogaba su ira, harto ante tanta incapacidad de Corpoelec, la quebrada empresa estatal de energía eléctrica.
Más temprano, una lluvia con fuertes vientos había presagiado lo que venía: la ciudad cayó a oscuras en medio del calor infernal.
Tras revisar que todos los electrodomésticos estuvieran desconectados, a la luz de una desgastada vela, madre e hija cenaron lo único que habían conseguido en la panadería más cercana: pan con queso y mantequilla.
«¿Viste? Por eso te dije que iba a bajar temprano a ver qué compraba, porque aquí cuando se va la luz todo colapsa, se caen los puntos y todo el mundo cierra. La otra vez, como no me caía una transferencia, me quedé sin cena ni desayuno. Ese es el pan nuestro de cada día aquí», machacaba la señora resignada.
Armadas con la única linterna de la casa y superado buena parte del ritual del caos, arrimaron los sofás más cerca del balcón del pequeño apartamento, en busca de alguna ráfaga de aire. Desde allí, la penumbra era lo único que gobernaba.
«No se ve ni una lucecita, esto es en todos lados», decía la madre. Ya pasaba la medianoche y no se movía ni una hoja, en un paisaje ignorado hasta por el viento. Las noches sin luz eléctrica dejan a más de uno con crisis de insomnio, dando vueltas por las casas en medio del calor y el irritante aburrimiento.
“Yo con este calor paso muy mala noche, mi rutina se ha desequilibrado. Cuando es así, aprovecho de dormir en el día, pero a veces también se va la luz. Esto no lo aguanta nadie. Ellos llevan siglos sin hacerle mantenimiento a ese sistema. Esto se lo llevó el que lo trajo”, se descargó.

La espera de Miriam para que volviera la luz fue frustrante. Amaneció en Maracaibo y el apagón continuaba.
La noche había transcurrido en pastosa calma en el apartamento. Sin embargo, en otros sectores de la ciudad la violencia había tomado las calles. Un adolescente de 15 años, Anderson Oliveros, fue asesinado de un balazo, en medio de una manifestación contra los cortes de luz, según denunció la ONG Observatorio Venezolano de Conflictividad Social.
Las protestas desbordaron varios sectores de la ciudad en medio de la penumbra. Las fogatas prendidas con cauchos (llantas) y basura eran lo único que iluminaba a varias calles del norte de la ciudad.  En varios sectores, como en El Trébol, el hartazgo de los manifestantes fue respondido con bombas lacrimógenas lanzadas por cuerpos de seguridad del Estado.
El gobierno ha sacado la carta del «sabotaje» político para intentar explicar las fallas de un sistema eléctrico hundido en la corrupción, la ineficiencia y la desinversión por parte del Estado. Omar Prieto, el gobernador oficialista del Zulia, informó que más de 50 personas han sido detenidas en medio de las protestas.
La luz volvió a la casa de Miriam pasada la una de la tarde. María aprovechó para reponer la batería de su celular antes de que volviera otro apagón. Trasnochada y con ganas renovadas de abandonar el país -aunque con el amargo sabor de dejar pronto a su madre en la penumbra venezolana-, a la joven le llega a la  mente otro estribillo de Ricardo Aguirre: «Qué más te puede pasar / Que ya no te haya pasado / Maracaibo marginada y sin un real».
(Esta nota fue publicada originalmente el 25 de abril de 2018)

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