En septiembre de 2000, el alcalde metropolitano, Alfredo Peña, designó a Ivan Simonovis director de Seguridad Ciudadana de la alcaldía mayor. Y poco después extendió un contrato de nueve meses al superpolicía neoyorquino, William Bratton, con la idea de reformular el empleo de la policía ante el formidable avance del crimen en Caracas. Con ese nombramiento, Simonovis, que había sido jefe de la División General de Operaciones y jefe de Brigada de Acciones Especiales (BAE) de PTJ, se convirtió en emblema del policía élite. Después de los sucesos de abril del año pasado, Simonovis abandonó el cargo junto al alcalde Peña y en la actualidad es asesor de empresas privadas de seguridad y trabaja con la Policía de Chacao en el sistema de análisis criminal. “Usualmente”, dice Simonovis para explicar en qué consiste su trabajo con el alcalde Leopoldo López, “los gobiernos lidian con la delincuencia en forma reactiva y luchan contra el delito por aproximación. Lo que debe hacerse es justamente lo contrario, es preciso hacer un estudio científico del delito. Los policías uniformados deben salir a la calle con objetivos preestablecidos, deben saber qué van a hacer y cómo lo van a hacer. Esto, que parece una obviedad, no suele practicarse en Venezuela, donde los policías uniformados salen a la calle a ver qué pasa, a prevenir el delito con su sola presencia, sin tener un plan bien concebido para elevar sus posibilidades de prevenir el delito.”
Arrullado por una sirena
Nacido el 3 de marzo de 1960 en Caracas, Ivan Simonovis Aranguren pertenece a la cuarta o quinta generación de venezolanos que llevan ese apellido que, según la investigaciones de su hermano Igor (quien es sacerdote católico y está residenciado en Italia), se escribía originalmente Simonowich y tiene un origen croata. Hizo la primaria en el Colegio San Pedro, en Los Chaguaramos, y optó por cursar el bachillerato en horario nocturno porque empezó a trabajar a los 16. Hijo y nieto de policías (su abuelo, Honorio Aranguren, fue fundador de PTJ en el año 58), en 1980 ingresó a la escuela básica de detectives de la PTJ y a los seis meses obtuvo el rango de detective. Posteriormente, obtuvo una licenciatura en Ciencias Policiales en el Instituto Universitario de la PTJ, condición obligada para ascender dentro de la institución, y su nombre fue escogido en once oportunidades para recibir entrenamiento fuera de Venezuela, la mayorías de ellas en los Estados Unidos, así como en Francia, Alemania y varios países de América Latina. Participó en el Programa Antiterrorismo del Departamento de Estado de los Estados Unidos, donde recibió entrenamiento acerca de la lucha contra el terrorismo, investigaciones especiales, casos complejos de secuestro con el FBI. “Desde que abrí los ojos estoy en una patrulla, debe ser por eso que me apasiona tanto esta profesión”, dice.
En el año 2002, la Organización Panamericana de la Salud reveló que Venezuela había pasado del octavo al segundo lugar en tasa de mortalidad como consecuencia de la actividad criminal. Un país, pues, muy interesante para un policía con vocación.
No hay familia sin víctimas
Según los datos aportados por Simonovis, en el año 1998, según la Agenda Nacional de Seguridad (ANS) se gastaron unos cinco mil millones de dólares en asuntos asociados a la actividad delictiva, que incluyen pérdidas materiales, gastos médicos, gasto público, inversión privada y piratería. En la actualidad, cinco años después, se duplica esta cifra. Esto se explica porque en Venezuela la criminalidad ha ido creciendo entre un 11 y un 15% anual en los últimos veinte años, dependiendo del delito, dependiendo del gobierno, ése es el ritmo de crecimiento del crimen.
“Yo estoy entrenado en operaciones de comando. Soy paracaidista, domino todas las disciplinas que tienen que ver operaciones especiales y de alto riesgo. Pero no soy el único. Mis antiguos compañeros andan por ahí, unos del lado de la oposición y otros del Gobierno. El alcalde Freddy Bernal, es uno de ellos.”
“En los últimos cinco años se han producido 43 mil casos de homicidio en Venezuela. En los últimos años de la guerra de Vietnam fallecieron 57 mil efectivos militares norteamericanos, estoy hablando de una guerra declarada en una jungla. A nosotros nos falta poco para alcanzar esa cifra… y no estamos en guerra. Cada año se incrementa la cantidad de venezolanos muertos por asesinato y nosotros nos hemos ido acostumbrando a esa horrenda contabilidad. La ANS ha establecido que el promedio de delitos, en los últimos cinco años, es de 972.000 personas agraviadas; es decir, que de cada cien venezolanos, 24.7 ha sido víctima de un delito; esto significa que no hay familia en Venezuela que no haya sido tocada por algún delito. Estoy hablando, claro está, de los delitos denunciados, porque hay muchos que ni siquiera son denunciados, sobre todo los delitos contra la propiedad. Cuando uno ve que en las cifras de criminalidad aparecen más robos de vehículos que robos a personas, se da cuenta de que la cifra negra (los delitos no denunciados y que, por tanto, no ingresan a las estadísticas). El año pasado, entre robo y hurto de vehículos, se desaparecieron unos 60 mil carros, pero las cifras de robos y hurtos a personas son inferiores. Eso es absurdo. No puede haber más carros que gente. Lo que ocurre es que las personas agraviadas no denuncian porque consideran que esto es una pérdida de tiempo. Y esa sensación se explica por una combinación de dos factores: primero, tenemos una gran debilidad en los operadores de justicia (policías, Fiscalía, jueces y sistema carcelario), en Venezuela hay un déficit de 18 policías por cada diez mil habitantes; hay fiscales que tienen asignados hasta cinco mil casos; en los últimos veinte años no ha crecido el número de cargos para jueces, cuando la criminalidad se ha incrementado en un 75%; y el sistema carcelario… bueno… qué podré agregar al respecto. Y, segundo, no existe una política criminal, ni antes ni ahora.
-Usted ha sido acusado de haber organizado a los paramilitares el 11 de abril de 2002. Y hay quien ha dicho que una asamblea de la Policía Metropolitana, la semana siguiente a esos sucesos, obligó a destituirlo como comisionado de seguridad, señalado por los policías de haber puesto ese cuerpo al servicio de las ambiciones políticas del alcalde Peña.
-Yo estoy muy entrenado en todo lo que tiene que ver con operaciones de comando. Fui entrenado por el Estado venezolano para eso. Soy paracaidista, domino todas las disciplinas que tienen que ver con operaciones especiales y de alto riesgo. Pero no soy el único. Esos cursos no me los daban a mí solo. Mis antiguos compañeros andan por ahí, unos del lado de la oposición y otros del Gobierno. El alcalde Freddy Bernal, es uno de ellos, experto en operaciones especiales, fundó el Grupo Zeta. Con respecto a esas acusaciones, sólo me queda desafiarlas: que las demuestren. La verdad es que yo no pierdo el tiempo ocupándome de esas acusaciones, que sólo tomaré en cuenta cuando un fiscal me cite y me diga que tiene pruebas en mi contra. Y eso no va a ocurrir.
¿En qué supera Caracas a Nueva York?
Cuando Ivan Simonovis dice: “ahora en Venezuela hay más crimen del que la gente cree que hay”, uno piensa que ha escuchado mal, que, bueno sí, el hampa está desatada pero que el miedo corre más rápido. Pero no, uno ha escuchado bien, Simonovis afirma que la delincuencia se ha enseñoreado del país hasta el punto de hay más crimen del que cualquiera de nosotros percibe que hay. “Y soy consciente de que la comunidad vive aterrada. Pero si no se vive en un barrio no se tiene la menor idea de hasta qué punto la criminalidad tiene acogotada a la gente. Cómo se explica que en un país de 24 millones habitantes, se asesine en un fin de semana a cien personas; en la ciudad de Nueva York, que tiene ocho millones de habitantes, donde existe una amenaza real y permanente de terrorismo, donde conviven bandas criminales de todas las especialidades así como las mafias más fuertes, en un año mueren, por acción del crimen, no más de 700 personas. En Caracas, con tres millones de habitantes, asesinaron a 2.400 personas el año pasado. Eso es lo que está sucediendo. Esa es la realidad.”
“La seguridad es una sensación, y el único que posee la capacidad de generarla es el Estado. En la medida en que un Estado es ineficiente, deja crímenes sin castigo, se disipa la sensación de seguridad. Eso lo saben los delincuentes, que son malandros pero no son gafos.”
-Mientras el gobierno, -dice Simonovis- cualquier gobierno, no tome en sus manos la solución de este problema, mientras el Estado no cumpla con su deber, la ciudadanía debe tratar de protegerse a sí misma, de blindarse ante esa amenaza y desarrollar mecanismos de prevención y seguridad. Las familias, por ejemplo, deben crearse un sistema de comunicación eficiente para mantenerse informadas de los desplazamientos de cada uno de sus miembros. Mire a la gente a los ojos cuando esté en la calle; tenga una actitud decidida; no se distraiga por atender un teléfono celular. En una entrevista que una vez le hice a un delincuente, le pregunté cómo escogen ellos a la víctima, y la respuesta fue: ‘son los que andan ahuevoniaos’. Hay que estar alerta. Algunos lo llamarán paranoia, yo lo llamo sentido común.
“La seguridad es una sensación, y el único que posee la capacidad de generarla es el Estado. En la medida en que un Estado es ineficiente, deja crímenes sin castigo, se disipa la sensación de seguridad. Eso lo saben los delincuentes, que son malandros pero no son gafos; ellos podrán ignorar los conceptos de criminología pero saben muy bien que de 637.000 delincuentes que pasaron por un proceso durante un año, más de la mitad está en libertad. (En Caracas han asesinado 28.000 personas en los últimos diez años; por esos casos han ido a juicio 4.150 imputados pero en las cárceles sólo hay 1.970 presos por estos delitos, es decir sólo el 7% de los que cometieron esos homicidios lo están pagando). Entonces, si el delincuente sabe que puede contar con la impunidad, qué le impide cometer un delito. Es lo que ocurre con el secuestro, delito que en los últimos cuatro años se ha incrementado en Venezuela en un 150%.”