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Hans Wuerich, desnudando al desnudo

El 20 de abril, un licenciado en Comunicación Social, de nombre Hans Wuerich, sorprendió al país con su desnudez. Asido a una biblia, desafiaba a un contingente de la Guardia Nacional —que libraba una batalla desigual contra opositores al gobierno de Nicolás Maduro. La duda quedó en el aire tóxico de las lacrimógenas: ¿Quién está detrás de esta figura que hoy muchos consideran simbólica?

Fotografía: AFP
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Venezuela lo vio. Hans Wuerich se plantó, como muchos, frente a las tanquetas de las fuerzas de seguridad del país. Con un mohín plañidero, de sufrimiento, le dio la cara a su verdugo: la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). En medio de ese campo de batalla, en el que se convirtió la autopista Francisco Fajardo el jueves 20 de abril, día que la oposición llamó a protestar en contra del gobierno de Maduro, miles que atendieron el llamado distinguieron una gran diferencia —más bien desventaja— entre Wuerich y los esbirros vestidos de verde. Hans se mostró sin atavíos. No es nudista, tampoco un modelo del fotógrafo Spencer Tunik, no. Es un manifestante más. Como Dios lo trajo al mundo, sin pudores, sin bochornos, solo con una biblia en la mano, mediaba con la represión. Su desnudez impactó a todos: a la oposición, al Gobierno, a medios internacionales. Unas pocas horas bastaron para cambiarle la vida a este personaje, que ya tiene incluso quien le maneje los encuentros con la prensa. A sus 27 años toma su cuarto de hora. La fama que no imaginó; la que lo anima a dar su testimonio.
Agradece que la entrevista no sea en vivo. Quizá ahora sí tiene vergüenza. Ya ha tenido encuentros televisados, dentro y fuera de la “patria querida”. Fernando del Rincón y Shirley Varnagy lo recibieron con preguntas. Pero no gusta de ellas. “La presión es demasiado fuerte”, se ríe. La conversación es ligera, a pesar del porqué. Relata y responde con tranquilidad, como si se tratara de una conversación entre amigos. Cuesta pensar que tan solo hace días estaba, en supina ligereza, recibiendo disparos de perdigones. Sin proponérselo, la crueldad de la GNB lo erigió como una suerte de símbolo de la resistencia. Aunque de esto poco entiende todavía.
Es licenciado en Comunicación Social de la Universidad Santa María, en Caracas, con inclinaciones hacia lo audiovisual. No ejerce su carrera. Es un joven común y corriente. Él sabe lo difícil que es Venezuela. Fue por esto que, en medio de una vida ordinaria, hizo su parte dentro de las movilizaciones. “He asistido a todas y en verdad me costaba ver algo distinto. Algo que impactara. Hacía falta algo que en verdad llamara la atención”, explica Hans.
Dos días antes de ese, la necesidad de mostrar un mensaje impactante lo llevó a investigar otros tipos de protestas. El buscador de Google desplegó frente a sus ojos valiosos ejemplos. “Leí sobre gente que se desnudó en España para protestar las corridas de toros. Vi también de unas mujeres que se desnudaron en contra de Trump. Y una mujer en Brasil que hizo más o menos lo que yo, pero ella no la soportó. Salió corriendo con los perdigones. Claro, también vi lo de la señora mayor que se puso frente a las tanquetas acá en Caracas”, enumera. Atinó con su forma.
Contrario a lo que muchos llegaron a pensar, Wuerich no ingirió ningún tipo de estimulante. No hubo drogas, solo la euforia y los acicates de llamar a elecciones, la liberación de los presos políticos, el canal humanitario para Venezuela y la destitución de los jueces del Tribunal Supremo de Justicia, los que deliberaron y rompieron el hilo constitucional con las sentencias 155 y 156. “Ese día no pude desayunar. La noche anterior tampoco cené. No podía comer, estaba demasiado nervioso”, relata. Salió a la movilización de aquel día. “Empecé en Chacaíto, pasé a Las Merecedes, llegué a El Rosal, luego a Chacao y, finalmente, llegué a la autopista a esperar el momento adecuado”. Y lo encontró. En medio del gas lacrimógeno, el estudiante se desembarazó de sus vestiduras y emprendió su camino hacia los agentes antimotín. Los videos y las fotografías sirvieron de testigos. Registraron el gallardo momento: se trepó en una tanqueta y alzó los brazos en señal de inmolación. Fue herido por varios perdigones en la espalda y en la cara. La indignación y el impacto de aquellas imágenes fueron populares.
A Hans no lo detuvieron, tampoco lo llevaron de emergencia a centros de salud. Después de su odisea e intrepidez, nadie supo dónde se había metido el hombre desnudo. La verdad, nada pasó. “Yo me fui tranquilo caminando a mi casa. Todavía desnudo. Llegué, me eché una ducha, mis familiares me curaron las heridas y reposé bastante”, cuenta. También apagó su teléfono celular por “razones de seguridad”.
Mientras descansaba, toda Venezuela sabía de él. El Presidente Nicolás Maduro hizo chistes  y befas sobre su desnudez. Fue unas horas después, desde su computadora portátil, que descubrió el impacto de lo que había realizado. “La gente en todas partes, en Twitter, en Facebook, me escribía. Querían hablar conmigo”, acotó. Y así fue. Personas civiles y medios de comunicación se interesaron por su caso. Depejar el interrogante: ¿Quién es?
Aunque podría decirse que las imágenes hablan por sí mismas ¿Cómo explicaría el mensaje detrás de su protesta?
—Era mi forma de decir: ‘No les tengo miedo. Me les voy a montar en la tanqueta’. También quería dar un mensaje más espiritual. Era llegar a la Guardia Nacional, que se dejan llevar por el demonio, por Satanás, y recordarles que somos la misma gente. Recordarles que cuando Dios quiere libertad no hay mal que se interponga.
¿Por qué la Biblia?
—Yo creo en Dios. Pero no soy fanático ni radical. No soy un Testigo de Jehová. Yo creo en Dios a mi manera. Además, Venezuela siempre ha estado con Dios.
¿Cuáles fueron los motivos personales por los que manifestó ese día? ¿Qué cambios espera que surjan en el país?
—Personalmente, espero que abran el canal humanitario. Hay mucha falta de comida, de medicinas, hay muchísima escasez. No tienes que tener cuatro dedos de frente para ver lo mal que está el país. También espero que haya elecciones generales. Nos gobierna una cuerda de corruptos. No digo que tenga que venir un gobierno de gente de la oposición. Lo que necesitamos es salir de la corrupción. Es que, sin ánimos de ofender, no creo en los políticos.
La persona detrás del mito
Hans Wuerich ahora es una figura pública. De la noche a la mañana es un ídolo para unos. Una profesora que le dio clases en la universidad, Juymar García, lo contactó. Fue ella quien se encargaría de llevarle “la agenda de medios”. Como una celebridad, Hans se vio en la necesidad de contar con una asistente. Estos días ha dado múltiples entrevistas, sobre todo a medios internacionales. “A mí nunca me habían entrevistado. Es algo súper impresionante”, afirma soltando otra risita. Asegura que todavía quedan entrevistas por dar. Explica que más allá de hablar de él, quisiera llevar su mensaje al extranjero. “Hay que hacer saber al mundo lo que pasa acá. No voy pendiente de la fama. Aunque bueno, ya todo el mundo me conoce”. Nuevamente, una carcajada.
El futuro parece depararle un destino mucho más púdico. No plantea repetir lo que ya hizo. De hecho, no cree que pueda asistir a las movilizaciones futuras. “Seguiré dando entrevistas, y aunque me gustaría asistir a las movilizaciones, no creo que pueda. Hay mucha maldad allá afuera. Yo creo que podrían hacerme daño porque ya me conocen”, explica. Tampoco cree que siga en Venezuela: “Ya antes de que pasara esto tenía ganas de salir del país, pero por proyectos personales que quiero hacer afuera. Me gustaría ejercer mi carrera, hacer algo con fotografía”.
Una última pregunta acucia el cierre.
¿Cómo toma que lo consideren un símbolo de la resistencia?
—Bueno, creo que sin querer me convertí en eso, ¿no? Yo no quería.
Y se volvió a reír.
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