Economía

La nueva Ruta de la Seda

Hace más de 2.000 años, los ancestros chinos atravesaron desiertos y cordilleras para trazar la antigua Ruta de la Seda que comunicó a Asia con Europa y África. Aquellos caminos dieron inicio a una etapa de intercambio comercial y cultural entre diferentes países que -a través de la cooperación pacífica, el aprendizaje compartido, así como la complementación de capacidades y recursos para el beneficio mutuo-, contribuyeron a la prosperidad y progreso de sus pueblos.

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Foto: Thomas Peter/Pool via AP/Archivo

Las Rutas de la Seda continentales y marítimas se desarrollaron simultáneamente. Famosos navegantes como Zheng He, Marco Polo y Battuta provenientes de China, Italia y Marruecos, realizaron largos e históricos periplos. Otros viajeros menos conocidos lograron la hazaña de cruzar largos desiertos, inmensas sabanas y empinadas cordilleras con caravanas de camellos, contribuyendo así a desarrollar vínculos de intercambio comercial y cultural entre Oriente y Occidente.

Al paso de los años, la Ruta de la Seda se fue extendiendo gradualmente. Así llegó a abarcar las regiones del valle del Nilo, del Tigris y del Éufrates, del Indo y del Ganges; del río Amarillo y del Yangtsé. Los mercaderes se cruzaban por los caminos al calor de un creciente e incesante fluir de intercambios de mercancías.

Mucho más que intercambio comercial

La Ruta no sólo sirvió al intercambio comercial, también fue causa de importantes innovaciones como la creación del dinero y fue una abundante fuente para el intercambio cultural, de información, conocimientos y creencias. A lo largo y ancho de estas vastas extensiones se activaron vasos comunicantes entre la civilización egipcia, babilónica, india y china, cuestión que amplió el margen de coexistencia entre distintas creencias como el budismo, el cristianismo y el islam.

China exportó hacia Occidente la seda y la porcelana e importó la pimienta y las especias. Pero también conoció el budismo, el islam, la astronomía, el sistema del calendario y la medicina árabes. El budismo originario de la India logró una enorme presencia en China y se desplegó por todo el Sudeste Asiático. El confucianismo nació en China y logró ser muy valorado en Europa por destacados pensadores como Voltaire.

Esta amplia gama de civilizaciones, religiones y nacionalidades fueron capaces de anteponer los puntos en común por encima de sus discrepancias. Con tolerancia y respeto contribuyeron al desarrollo de la civilización, a la apertura y a la integración. Sin importar las distancias, los pueblos caminaron y se integraron a través del intercambio, la complementación y la cooperación.

A lo largo de miles de kilómetros, circularon libremente factores de producción y personas que intercambiaron mercancías y compartieron ganancias. Esto dio origen a una nueva cualidad, toda vez que surgió una región de mucha prosperidad y gran esplendor.

Una Franja, una Ruta

Como si no hubieran pasado más de 2.000 años desde que comenzaron los primeros viajes de comerciantes chinos a Asia Central para vender seda y porcelana, la Ruta de la Seda vuelve a resurgir. Con el nombre de Una Franja, Una Ruta,  el presidente chino Xi Jinping dio a conocer este proyecto global que ya no tiene freno y que China propone como alternativa para construir un nuevo orden económico mundial basado en los principios de la complementación y cooperación.

“Debemos crear una plataforma libre para la cooperación y defender y expandir una economía libre en el mundo”, propuso el presidente Xi Jinping durante su discurso en el Foro de Cooperación Internacional “Una Franja, Una Ruta”, realizado en Beijing y en el que participaron jefes del Estado de 28 países y representantes de más de 130 naciones y 70 organizaciones internacionales. Adicionalmente, Xi Jinping planteó la necesidad de crear un marco legal y entorno institucional transparente y equitativo que promueva las inversiones y facilite el desarrollo económico y el bienestar social entre los países que conforman la Franja: “Lo que queremos crear es una gran familia que conviva en armonía. Lo que esperamos lograr es un nuevo modelo de cooperación ganar-ganar”.

Inversión de $ 124 mil millones

El presidente Xi Jinping anunció que China ha destinado $124 mil millones para crear la nueva Ruta de la Seda. Su relanzamiento se fragua desde 2013 y se propone la construcción de una colosal red de infraestructuras, transporte, comercio, integración monetaria y cooperación. La gran mayoría de los fondos serán invertidos en la red infraestructura como columna vertebral para facilitar el tránsito de personas, el intercambio comercial y las relaciones diplomáticas entre más de 60 países en Asia, África y Europa.

La Nueva Ruta de la Seda involucrará a más del 65 % de la población y generará un tercio del PIB mundial. La propuesta tiene defensores y detractores. Para los  críticos se trata de un plan del gigante asiático para expandir su influencia en el mundo y así poder convertirse en una superpotencia. Para sus partidarios, supone el inicio de nuevas relaciones de complementación y cooperación que ayudará a superar las consecuencias negativas y el malestar que dejó una etapa de la globalización que favoreció sobre todo a los países más poderosos.

Lo que está cada vez más claro es que Estados Unidos está perdiendo influencia en Asia y, a medida que avance la Nueva Ruta de la Seda, los países que forman parte de esta nueva alianza fortalecerán sus lazos de cooperación entre si y serán cada vez más independientes de la influencia y dominio de las grandes corporaciones estadounidenses.

América Latina aún tiene pendiente su integración física y comercial, mas no cuenta con los cuantiosos recursos para la construcción de la infraestructura necesaria. Ante el desdén de los Estados Unidos hacia la región, los gobiernos y pueblos del continente pudiera priorizar sus intereses comunes y promover una iniciativa semejante a la nueva Ruta de la Seda.

Con base en los principios de complementación y cooperación, y mucha capacidad de negociación, es posible propiciar acuerdos ganar-ganar con China que le abran paso a una nueva etapa del crecimiento económico y del desarrollo humano integral en Latinoamérica.

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