Venezuela

La banalización de la política o una política de banalización

El tratamiento superfluo, superficial , trivial de temas que merecen respeto, que son trascendentes, es uno de los rasgos que caracterizan el estadio evolutivo de la civilización actual.

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Foto: AP / David Goldman

Lo banal no sólo ha cubierto con su manto de frivolidad áreas como la de la cultura (causas y efectos muy bien descritos en el libro de ensayos de Mario Vargas Llosa «La Civilización del Espectáculo») sino sobretodo el de la política.

El segundo debate de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, fue una muestra de ello. La principal potencia del mundo enfrenta retos complejos para los próximos años y parte del debate se enfocó en videos con contenidos de agresión sexual de género, adulterios, ataques sexuales del pasado, correos electrónicos, etc.

El problema es que la misma banalidad que arropa la política catapulta figuras banales a la arena política. Entonces, se activa incansablemente esa dinámica dual (luz-oscuridad, bien-mal, banal-esencial) que es la que ha hecho que en algunas etapas la humanidad evolucione, pero que en otras caiga. Lo importante es saber si esa dualidad, si esa dicotomía, en este momento apunta hacia una espiral ascendente o descendente.

En estas latitudes y específicamente en Venezuela, la banalización de la política migró hacia estadios más complejos y peligrosos. Hay una política que banaliza los serios y complejos problemas que estamos experimentando.

No se trata de si la izquierda es linda o la derecha es mala. De si Marx era chévere o si por ejemplo, Friedrich Hayek no lo era tanto. Tampoco de si unos tienen el gen de la sensibilidad social bien desarrollado y otros no. O peor aún de si para algunos todo anda maravillosamente bien y así lo pregonan minimizando los problemas con una sonrisa burlona y socarrona o si quienes piensan y dicen lo contrario son unos conspiradores que le tienen rabia al país. También los ciudadanos alimentamos al monstruo de la banalidad cuando hacemos de todos los problemas un chiste.

Por allí no va el asunto. Allí no está lo esencial. Está en el hecho que sin orden, sin justicia, sin paz (no sólo en Colombia hace falta, aquí también la necesitamos , porque muere más gente que en Colombia o Siria), sin libertades consolidadas e instituciones sólidas, y una economía que funcione estamos alimentando las miserias que siempre surgen y rodean la banalización de los problemas que requieren atención inmediata.

Lo banal ciertamente es un escape, necesario en estos tiempos difíciles, pero cuando rige todas las horas del día, de todos los días, fácilmente tuerce el rumbo, haciendo confuso lo real de lo irreal, lo urgente de lo aplazable, lo importante de lo fútil.

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